Adiós a Manuel Bustos, el alcalde omnipresente

  • La polémica figura del todavía alcalde Bustos ha marcado la política local durante 15 años.

  • Su personalidad no deja indiferente: apasiona a los suyos pero su estilo disgusta a rabiar.

El caso Mercurio ha destapado una presunta trama de corrupción con epicentro en el Ayuntamiento de Sabadell. Mercurio se lleva por delante a Manuel Bustos, alcalde de la ciudad desde 1999.

Decía Josep Tarradellas que en política se podía hacer casi de todo menos el ridículo. En ocasiones, desde que empezó el caso Mercurio, Bustos lo ha (cuanto menos) bordeado. Si las acusaciones eran gravísimas, la gestión de la crisis abierta el 27 de noviembre ha sido nefasta.

Rodeado de una corte de aduladores, ninguneó a la oposición con sus ausencias la Junta de Portavoces. Se pasó 72 horas negando que hubiese sido imputado. Escondió los cargos de los que se le imputan a la prensa y los portavoces locales (malversación, tráfico de influencias y omisión del deber de perseguir el delito) e inventó “el paso atrás unos centímetros” seis horas antes de someterse a las críticas del pleno municipal. Desfiló por platós y emisoras manteniendo que ya se había demostrado su inocencia. Y reprobado por el máximo órgano de la ciudad decidió volver por Carnaval. Se comió la tortilla el jueves lardero y enterró la sardina como Alcalde. Pero al principio de cuaresma, la realidad y el sumario de Mercurio forzaron su renuncia pactada con el PSC.

Bustos es Bustos

En cualquier caso, Bustos ha sido, durante el caso Mercurio, Manuel Bustos. Un alcalde que no deja indiferente, moviliza a los suyos pero agrupa también a los contrarios. La división y crispación ha llegado al máximo en el pleno, bloqueando, ya lo reconoce casi todo el mundo, el día a día de la ciudad.

Manuel Bustos accedió a la alcaldía de Sabadell después de ganar las elecciones de 1999 y lograr el apoyo de CiU y ERC a su investidura. Lo hizo ya con antecedentes de algún escándalo, que el electorado obvió. Bustos, por aquel entonces concejal y diputado, había manipulado su empadronamiento para escolarizar a uno de sus hijos en el centro educativo que prefería, como publicó el diario El 9 Nou. Más de 15 años después de aquel oscuro affaire, del que responsabilizó a su esposa, sale de la alcaldía en el marco de una operación anticorrupción que salpica a su familia y parte del consistorio.

El alcalde de las fotos

Sus mandatos, primero en época del boom inmobiliario y luego con la crisis actual, estuvieron marcados por la sobreexposición mediática. Siempre le gustaron las fotografías y los actos, así que no era raro el día que se tomaba el primer plato en un acto, el segundo en otro, hacía el postre con una entidad y brindaba con una cuarta. Bustos para todo. Los concejales, en un gobierno tripartito y luego cuatripartito (con ICV-EUiA), no tenían casi exposición. El alcalde hablaba siempre. De todo. Con todos. Era inagotable. Su agenda, infinita.

El alcalde de la calle

Su estilo directo, populista, hiperbólico, apasionaba la militancia y se hacía hegemónico en los barrios de la ciudad, que antes votaron en masa la seriedad carismática de Farrés. Bustos, en cambio, era un piquito de oro, un echao palante: bailaba el asejeré, el baile de la Pelusa y lo que se terciara. Tenía respuesta para todo: si no tocaba la lotería era el ‘Día de la Salud’, si subía alguien a su despacho le enseñaba “el balcón de la decepción” porque parece más ancho desde abajo que desde arriba. Removía migas. Hacía bicicletadas. Estaba en todos lados. Una colaboradora asegura que era capaz de beberse un café en el peor tugurio de la ciudad con una mosca dentro por rascar un voto. Bustos acaparaba las portadas y cortaba cintas por doquier.

Bustos, en la Salut del 2005, en una entrevista. Foto: David B.
Bustos, en la Salut del 2005, en una entrevista. Foto: David B.

Las críticas a su estilo no tardaron en llegar. Tampoco las acusaciones de clientelismo, de presiones a las entidades, a los medios de comunicación o a los que pensaban de forma diferente. Su hermano llegaba al consistorio como teniente de alcalde. Después fue primer secretario del PSC comarcal. En 2011 otro hermano fue introducido en la dirección local del PSC. Su tío presidía el Gremi de Constructors, su pareja promocionaba a Jefa de Presidencia, y una cuñada pasaba a funcionaria tras ser cargo de confianza. Bustos, según muchos conocidos, hacía favores, y luego éstos le eran devueltos. Controlaba con mano de hierro el grupo municipal, el PSC de Sabadell y luego media comarca. Había pocas voces críticas. Al final, ya ninguna.

Manolo o El conserje

Bustos, Manolo para los amigos en aquella época, era visto con recelo entre algunas élites locales. No gustaba demasiado su estilo. Incomodaba que alguien sin pata negra sabadellense, a quien llamaban El conserje, un “charnego” sin formación, campara por Sabadell sacando pecho. Una crítica clasista, y algo xenófoba, que se diluía entre las legítimas críticas al Estil Bustos. El alcalde popular se hacía enemigos con el caso Bemba, la detención de un menor de edad por colgar una pegatina contra su persona, la creación de una unidad antidisturbios en la policía local, las promesas incumplidas del zoo, la sobreexposición a las cámaras…

En 2003 ganó por mayoría absoluta pero convenció a CiU, ICV-EUiA y ERC de entrar en su gobierno. Acabó roto y con una amplia renovación en las fuerzas de la oposición. Las elecciones de 2007 marcaron el punto de inflexión. La oposición retiró a las caras pactistas con Bustos y renovó sus candidatos. Entraron en el consistorio Carles Rossinyol (CiU) y Carme Garcia (ICV-EUiA), con quienes nunca conectó.

Visita de los príncipes de Asturias a Sabadell, en 2006. Foto: David B.
Visita de los príncipes de Asturias a Sabadell, en 2006. Foto: David B.

Bustos perdió uno de cada tres votos logrados pero venció. Le faltó un concejal para la mayoría absoluta y sus dotes de seducción cayeron en saco roto. Los antiguos socios le dieron la espalda. La Entesa se mantuvo, como desde 1999, en contra de sus formas y su obra de gobierno. Ahí apareció, sin pedir casi nada a cambio, Jordi Soriano (y la concejal Patricia Martínez), que prestaron su voto a Bustos cuando hizo falta. Bustos cuidó al PP, aquel partido casi arrinconado en el pleno de Sabadell, con buenas palabras y bonitos gestos.

Y llegó la crisis

En la calle, tras ocho años y una crisis incipiente, el tirón bajaba. Su pléyade de colaboradores ya no hacía tanta gracia, y su estilo ya no era tan popular. A todas esas, subió el paro, y se acabó el chorro de dinero del tocho. La confianza en los políticos está en mínimos históricos y los casos de corrupción alertan a la población. Desde 2008 pero sobre todo desde las elecciones de 2011 en Sabadell, como en muchos municipios, se cortan pocas cintas. Con CiU en el gobierno, Bustos se pone en primera fila para criticar los recortes pero semana tras semana sindicatos y otros sectores locales denuncian los suyos.

Una realidad paralela o un mundo feliz

Hace unas semanas, en una rueda de prensa sobre el inicio de la campaña de vigilancia policial en el comercio de Navidad, Bustos aseguró que en Sabadell no había estadísticas de robos o hurtos en comercios porque “no hay estadísticas de lo que no se produce”. En un acto en 2007, se vanagloriaba ante una veintena de personas que “Sabadell no sufre la lacra de la violencia doméstica”. La ciudad amable para “vivir, convivir y ser felices” fue uno de sus mantras, una especie de mundo feliz, una realidad paralela sabadellense.

La realidad no le podía estropear el titular, a él, que criticaba a menudo a la prensa por buscar titulares. Nunca Sabadell fue tan líder como estos años: entre los innumerables casos dispone de la rotonda elevada más grande de España o el primer circuito de bicitrial de Europa.

¿Ejemplo de integración?

Con un ayuntamiento en problemas, un gobierno en minoría, una sociedad que mira ya no de reojo sino de forma hostil a los políticos y una gran crisis social, llega el caso Mercurio. Las imputaciones son graves, y las filtraciones ponen en tela de juicio los principales proyectos aprobados en Sabadell (la concesión del cementerio, Sant Pau de Riu-sec, la concesión a la empresa de limpieza viaria, trato de favor a familiares…). Las conversaciones delatan el lenguaje y unas formas políticas poco democráticas y una confusión entre la esfera pública y la privada.

Bustos, el alcalde incansable que dictó su biografía Passió per Sabadell y era puesto como ejemplo de integración en L’ascensor; l’arribada al poder dels altres catalans se defiende con uñas y dientes por prensa, tele y radio. Pero no puede aguantar más de una semana. Lo deja, dice, “durante unos días o semanas”. Al cabo de dos meses, vuelve por carnaval y aguanta de nuevo siete días, sin ningún acto público. El huracán Mercurio se lo lleva por delante.

El estilo que tapa la obra de gobierno

Bustos deja la alcaldía con su estilo tapando su obra. Convenció a la Generalitat para invertir en Sabadell, casi más que en ningún otro sitio, y hacer más bibliotecas, centros cívicos y ambulatorios que nunca. Invirtió, como ya hizo el alcalde Farrés, sobre todo en los barrios, las zonas más precarias de la ciudad. Consiguió que se prolonguen los Catalanes y trató de mantener una cierta singularidad y capitalidad sabadellense. Aún así, su polémica figura generó muchas enemistades y cuando el 27 de noviembre de 2012 los Mossos entraron en el consistorio muchos pensaron primero que ya era hora y después lo celebraron.

¿Cómo juzgará la historia a Manuel Bustos?

Perseguido desde 1999 por una comparación injusta con Farrés, Bustos se va por la puerta de atrás bajo la sombra de la corrupción en medio de la división que su estilo provocó y no quiso apaciguar. Un lado de la plaza, cada vez más pequeño, le aplaude aunque esté imputado. El otro tiene la pegatina ‘Estil Bustos No Gràcies’ pegada en la solapa. Unos dicen hasta siempre, los otros hasta nunca.

El último alcalde sabadellense en dimitir fue Burull, en 1976. En aquel momento, para llegar a ese punto la calle se movilizó con una semana de huelga general política histórica. Ahora, la sociedad se ha movido y hablado poco y Sabadell ha mostrado sus limitaciones actuales. A Burrull la historia lo juzgó casi con la indiferencia. ¿Cómo lo hará con Manuel Bustos?

De momento, la digestión del bustismo será pesada. Más, si mantiene el acta de concejal. La herencia de Manuel Bustos, sin duda, no es fácil para el PSC.

Foto portada: Manuel Bustos, en 1999, 2006 y este 14 de febrero. Autor: David B.

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