La trastienda de las bodas amañadas

Hace unos días se conoció la detención de una trama delictiva que concertaba bodas por la iglesia entre personas de origen español necesitadas de dinero y ciudadanas de origen dominicano en situación irregular. Se detuvieron a 30 personas por falsedad documental, falso testimonio y contra los derechos de los trabajadores. Pero antes de llegar al final de la investigación, ya hacía tiempo que algunos vecinos de La Concordia habían levantado la liebre.

AA.VV-Concordia-web
Blanco y Rusines, primero y tercero por la izquierda

No esperaban que en el bar de la calle Muntaner se amañaran bodas, pero buena parte de los vecinos de la zona estaban indignados con los ocupantes de la Granja-Bar Muntaner. Primero con el hombre que regentaba el bar desde hace unos cuatro años. La entidad vecinal empezó a registrar quejas de peatones y vecinos. Creían que se traficaban drogas y la música se ponía a todo volumen fuera de horas. Después de unas 20 denuncias ante la Policía Municipal se cerró el local.

Pero hace dos años la Granja-Bar Muntaner volvió a abrir, según recuerda el presidente de la asociación vecinal, Pere Rusines. Lo hizo en este caso siendo regentada por una mujer de origen dominicano. Cambió el inquilino pero no los problemas. Desde primera hora de la mañana hasta última de la noche la música sonaba a todo trapo, recuerda Rusines. A mediodía media docena de hombres salían a la calle a beber; los vecinos debían bajar a la calzada para pasar y si se quejaban, eran amenazados. Así que, de nuevo, empezaron a llegar quejas a la asociación vecinal.

Los representantes vecinales recuerdan dos reuniones con responsables policiales, tanto de los Mossos d’Esquadra como de la Policía Municipal. Intuían que había tráfico de drogas y la policía empezó a pasar más por el local. “Pero la música seguía igual, orinaban en la calle, practicaban sexo, de todo…”, recuerda Rusines. “Desde hace un año había ya redadas a todas horas”. El ocupante del bar empezó también a deber recibos al propietario del local, un señor de Terrassa.

60 intervenciones en cinco años

Total, un desastre: el local no estaba insonorizado, había deudas con el amo, la presión policial era constante, casi diaria. “Una escalera de vecinos llamaba tres o cuatro veces al día a la policía”. Hasta que después de 60 intervenciones en cinco años el local se cerró hace unas semanas… y en la asociación vecinal respiran más tranquilos. “El problema ya era crónico. La gente que bebía en la calle amenazaba a los peatones”, dice Blanco. Después de tantas quejas el bar se cerró por el impago al propietario. Pero se cerró, al fin y al cabo.

” Nuestra función ha sido de puente entre los vecinos y el ayuntamiento y los Mossos”, dice Jesús Blanco, el tesorero. “Pero gracias a nuestra mediación, y perseverancia, hemos sabido lo que han sacado después”.

Los dos representantes vecinales se quedaron anonadados al leer que desde el bar se dirigía una red de matrimonios de conveniencia. Habían amañado hasta 29 bodas en cuatro parroquias, incluida la del barrio, a pocos metros del bar. “Sabíamos que vendían droga, que había algo de prostitución detrás… lo sabíamos todo menos eso”, dice el presidente. ¿Y el cura? El presidente de la asociación ríe: “el mossén (de la iglesia de Sant Josep) es un buen tío, progresista y tiene su trabajo en Barcelona. Yo supongo que él tampoco sabía nada de todo esto”.

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