Inicio de las obras de los grupos escolares (1961)/ OHS.

La génesis de Arrahona-Els Merinals (1955)

Esbozamos una síntesis de los orígenes de dos barrios unidos geográficamente, pero edificados de modo bien distinto. El primero por iniciativa pública y el segundo privada, aunque ambos con las terribles carencias de infraestructuras y servicios típicas del franquismo

El barrio de Arraona se construyó sobre los restos del bosque de Can Feu. El barrio de Els Merinals se edificó en una zona de tierras de cultivo ocupadas por media docena de masías dispersas en unos terrenos atravesados por pequeños barrancos y rieras.

En las tierras donde estuvo la parte norte del bosque de Can Feu se alzaron los bloques del Polígono Arrahona. Los terrenos fueron adquiridos por el Ayuntamiento a su propietario Guillem de Pallejà, marqués de Montsolís. Según el acuerdo aprobado por el Consistorio el 6 de julio de 1955, la compra comprendía dos parcelas de más de 30.000 metros cuadrados por un precio de 737.352,28 pesetas. El acuerdo especificaba que estos terrenos se cedían gratuitamente a la Obra Sindical del Hogar (OSH) creada en 1941 y dependiente del Instituto Nacional de la Vivienda como organismo autónomo del Ministerio de Trabajo fundado en abril de 1939 con el objetivo de dirigir la construcción de viviendas protegidas ante la atonía de la iniciativa privada.

Vista aérea de las primera y segunda fase de los bloques de Arraona(1959)/OSH
Vista aérea de las primera y segunda fase de los bloques de Arraona(1959)/OSH

El 28 de enero de 1956 diversos diarios anunciaron el concurso para la construcción del Polígono Arrahona con un total 125 bloques de pisos, 1.467 viviendas y 48 locales. que se desarrolló en tres promociones denominadas Sabadell I (en dos fases), Sabadell II y Sabadell III, que coinciden con las tres grandes islas del barrio. Las obras empezaron el 2 de julio de 1956 y ocuparon a unos 500 obreros.

Los albañiles percibían unos salarios muy bajos y pronto se sucedieron las protestas laborales. Tanto es así que el sábado, día de pago semanal, la caseta donde se abonan los salarios estaba custodiada por la Guardia Civil. Al año de empezar la obra, muchos oficiales y peones dejaron el empleo descontentos con los magros sueldos, lo cual provocó el retraso de las obras y las quejas de la OSH.

El 22 de diciembre de 1956 las autoridades locales y provinciales inauguraron los 402 pisos de las dos fases de Sabadell I. Un acto al que se dio la máxima publicidad al tratarse de las primeras viviendas que la OSH construía en la ciudad. Las autoridades provinciales estuvieron representadas por el gobernador civil, Felipe Acedo Colunga, el Delegado Provincial de la Vivienda, Vicente Martorell y el Secretario Técnico de la OSH, Fernando Chinchilla. La comitiva local estuvo encabezada por el alcalde Marcet y los pisos fueron bendecidos por mosén Antoni Puig, párroco de la iglesia de Can Rull.

Al día siguiente continuó la construcción de las 360 viviendas de Sabadell II que fueron entregadas durante los primeros meses de 1957. El concurso de las dos primeras fases de Sabadell I contó un presupuesto de 14,4 millones y 8,8 millones de pesetas respectivamente y fue adjudicado a la empresa madrileña Alberola SA de Construcción, la única que se presentó, y fueron dirigidas por los arquitectos Julio Chinchilla y Joan Masriera. El concurso por la promoción de Sabadell II tuvo un presupuesto inicial de 20,4 millones de pesetas por el compitieron diversas empresas pero que también fue adjudicado a Alberola SA.

Acto de eintrega de las viviendas en la inaguración de la tercera fase (1961). Autor desconegut/AHS.
Acto de eintrega de las viviendas en la inaguración de la tercera fase (1961). Autor desconegut/AHS.

El 31 de mayo de 1961 se inauguraron las 705 viviendas que restaban con el acto de entrega de los títulos de beneficiarios al que asistieron el ministro Secretario General del Movimiento, José Solís Ruíz, apodado “la sonrisa del régimen” y el flamante alcalde de Sabadell, Antoni Llonch. Marcet, impulsor del proyecto, que había sido destituido un año antes, el 12 de mayo de 1960, apareció a última hora cuando la comitiva oficial estaba a punto de finalizar su recorrido por el barrio. En cualquier caso, el régimen desplegó un gran esfuerzo propagandístico para presentar la construcción del nuevo barrio como un signo del progreso y de su preocupación por acabar con el barraquismo y dar a los trabajadores viviendas dignas.

El Polígono constaba de diversos tipos de edificios: bloques lineales de dos pisos por planta, bloques en estrella con cuatro viviendas por planta y dos rascacielos de 15 plantas con tres viviendas por planta obra del arquitecto Chinchilla. En sus memorias el alcalde Marcet define así el polígono:

“Una de las mejores urbanizaciones de la moderna Sabadell (…) Viven allí millares de sabadellenses gentes humildes, laboriosas, directamente sucesores de aquellos obreros de los viejos tiempos, que, como símbolo de atraso social, usaban gorra y alpargatas, felizmente sustituidos hoy por quienes, dentro de la suprema dignidad del trabajo, viven un nuevo amanecer de paz social, para orgullo y satisfacción de la ciudad que destruyó el bosque legendario para abrir su propio camino de grandeza, honor y trabajo”. En opinión de Virgínia Domínguez y Jaume Puig, el polígono resulta una “ordenació urbanística de certa qualitat que combina tipus d’edificis diversos, trencant la monotonia de la majoria d’aquests polígons. Però la mala qualitat constructiva i les mancances en la urbanització i en l’equipament també hi eren presents”.  

En los primeros años el barrio dispuso de jardineros y porteros en los bloques que tenían ascensor y a los cuales la OSH les cedía una vivienda como compensación por sus servicios. Los pisos se distribuyeron atendiendo a tres criterios: los solicitantes del Ayuntamiento, los de la organización sindical y los de la beneficencia o ‘montepíos. Entre los peticionarios del Ayuntamiento había funcionarios ya fuesen municipales, de Correos, de la Policía o maestros, pero también familias procedentes de las cuevas del Ripoll.  Los solicitantes del sindicato o del ‘montepío’ eran muy variados, aunque en algunos casos venían de estadas o barracas. El precio de los pisos oscilaba entre las 52.279 y 61.291 pesetas y los destinados a funcionarios costaban 103.485 pesetas. Este importe era pagadero en cuotas mensuales durante 50 años, pasados los cuales pasarían a ser propietarios de las viviendas.

Mientras se realizaba la construcción del polígono, el Ayuntamiento intentó recuperar el coste económico de la cesión gratuita de los terrenos a la OSH mediante una contribución de 4.000 pesetas de los inquilinos de los pisos para sufragar las obras de urbanización del barrio. La OHS desestimó esta propuesta argumentando que “ello supondría desvirtuar el carácter de donación que tuvo la cesión de dichos terrenos.”

Els Merinals

El censo de 1945 indica que en la masía llamada Marinals vivían nueve personas y era propiedad del fabricante Josep Campany. La urbanización de la zona empezó tras la muerte de Josep Capmany y cuando su viuda, Marina Casamitjana, vendió la finca a Mercedes Nuet Doctor, una barcelonesa que se dedicaba a los negocios inmobiliarios. La venta se realizó el 19 de mayo de 1954 y sobre estos terrenos se edificaron las casas del barrio de Els Merinals.

Mientras se alzaban los bloques de pisos del Polígono Arrahona, una promoción pública, se construían las casas de una planta del barrio de Els Merinals producto de la iniciativa privada en torno a las calles Tenerife, Fernado Poo, Eivissa, Mallorca, Menorca y La Palma. Respecto al topónimo existe una cierta polémica. La masía que dio nombre al barrio había sido restaurada por Josep Campany después de su huida de la ciudad en la Guerra Civil y que bautizó como Marinals por el aire marino, marinada, que llegaba por las tardes. Otros defienden la denominación de Merinals debido a que en este paraje se habían esquilado ovejas merinas que producía una lana muy apreciada por los drapaires de Sabadell.

En cualquier caso, la venta de las parcelas empezó poco antes de iniciarse las obras. Los inmigrantes se gastaron sus ahorros de años para adquirir las parcelas y los fines de semana los dedicaban a construir las casas. Algunos buscaban un albañil que dirigiera la obra y toda la familia trabajaba como sus peones. Unas autoconstrucciones que popularmente se denominaron domingueras. Los materiales era de poca calidad, con paredes de ladrillo sin rebozar y techos de uralita, en muchos casos sin licencia municipal. En sus memorias el alcalde Marcet menciona esta situación que califica de “espectáculo heroico de tantas familias y tantas familias construyendo sus modestísimos hogares con el esfuerzo de todos sus miembros, hombres, mujeres y niños. Los primeros y las segundas, tras un durísima semana de labor, trabajando la mayor parte del día en fábricas y talleres, en unas tareas agotadoras, sin apenas tiempo para un mínimo descanso, empleaban los domingos y días festivos construyendo sus moradas en terrenos previamente adquiridos a plazos, comprando, a su vez, también a crédito y alto precio, hasta los modestos ladrillos que empleaban en la construcción, aprovechando hasta el menor desperdicio que sirviera para tal finalidad”.

La venda de solares propició la especulación urbanística y muchos fabricantes de Sabadell se pasaron al sector inmobiliario que les daba un mayor rendimiento a sus inversiones. Otra vez el testimonio de Marcet nos servirá para ilustrar la situación: “especuladores sin conciencia se aprovecharon cínicamente de la falta de terrenos, vendiendo parcelas a precios fabulosos y en condiciones infrahumanas, sin contar muchos casos que el desgraciado que cayó en sus manos se quedó sin dinero y sin terreno víctima de los más criminales timos”.

Por ello, según Josep Barata, en este contexto de especulación y miseria acceder a una vivienda de la OSH se convirtió en el sueño de miles de inmigrantes.

Las carencias de infraestructuras y servicios

La separación de ambos barrios, al otro lado de la carretera de Terrassa, y la ausencia de transporte público se configuró como uno de los principales problemas de sus primeros pobladores. De manera que por la madrugada sus calles se inundaban de vecinos que se desplazaban a sus centros de trabajo, rodeados de oscuridad daba la precariedad cuando no inexistencia de alumbrado público. La bicicleta se convirtió en la solución para movilidad de muchos trabajadores. Entonces solo funcionaban dos autobuses de la empresa Martí que recorrían la ciudad de norte a sur dejando los suburbios incomunicados. En 1960 se realizó un intento de paliar este grave problema con la adquisición de 24 vehículos y la creación de nuevas líneas. Una de éstas, la número 4, pasaba cada hora por Arraona-Merinals y tenía una parada en la plaza Eivissa.

La falta de transporte público se veía agravada por la ausencia de pavimentación de las calles que se convertían en auténticos lodazales cuando llovía y que en ocasiones se hacían intransitables para peatones y vehículos. Estos problemas de comunicación afectaron especialmente a las mujeres que se desplazaban los sábados al Mercat Central para proveerse para toda la semana pues en el barrio había muy pocas tiendas ubicadas en la calle Tenerife. La inauguración de la primera panadería, en la llamada calle de las tiendas, constituyó todo un acontecimiento social que incluso atrajo a las autoridades municipales. Poco a poco fue implantándose el pequeño comercio con tiendas de alimentación, quiosco de prensa y bares. También se abrió un taller de bicicletas y la bodega Farran. En la década de 1960 se instaló el establecimiento Electrodomésticos Longueras que vendía a plazos neveras, lavadoras, televisores o radios.

Otra carencia sangrante era la ausencia de equipamientos sanitarios en parte paliado por los servicios de la matrona Josefina Castillo, en su domicilio particular en el bloque 28, donde el médico González Llastanos prestaba sus servicios. En 1963 la recién constituida Asociación de Vecinos reclamó al Ayuntamiento franquista la creación de un dispensario. Finalmente y ante la desidia municipal, la Asociación de Vecinos suscribió un acuerdo con la Mutua de Sabadell para instalar un dispensario en los bajos del bloque 35 que cada día se llenaba de pacientes. Estas carencias sanitarias estaban agravadas por la acumulación de basuras en ciertos lugares del barrio que propiciaron la proliferación de ratas que en algunos casos pululaban por los pisos y entraban en las viviendas.

Cuando el barrio empezó a ser habitado no existía ningún centro escolar, a pesar de la numerosa población infantil. El colegio más próximo era el Cayetano Clausella en Can Rull. Esta grave carencia fue suplida por las clases impartidas en su domicilio, en el bloque 28, por el practicante y maestro Alfonso Cánovas, que en el curso siguiente  fundó la Academia Montesori en la calle Gran Canaria, y por Rosario Arrendondo, conocida como señorita Charo, en su casa del bloque 30. En 1962 se instaló también la Academia Balmes.

El 9 de abril de 1959, el Ayuntamiento cedió gratuitamente a la OSH un terreno de más de 8.700 metros cuadrados para construir dos grupos escolares de enseñanza primaria, con el compromiso de urbanizar los accesos y construir las infraestructuras de agua y electricidad. La adjudicación se hizo por el sistema de subasta con un presupuesto de 6 millones de pesetas que se otorgó a la empresa Ingar SA cuya oferta rebajó el coste de la obra a algo menos de cinco millones. Las obras empezaron en mayo de 1961. La escuela había de inaugurarse en el curso 1962-1963, pero las riadas de 1962 retrasaron su apertura pues la escuela se utilizó para acoger a algunas familias de los más de 350 damnificadas.

Finalmente, la inauguración se verificó el 27 de enero de 1963 bajo la denominación de Grupo Escolar Los Merinales formado por la escuela para niños denominada Fernando el Católico en la calle de Fuerteventura y el de niñas, Isabel la Católica, en la calle Argentina. En 1967, por orden ministerial, se constituyó el Grupo Escolar Reyes Católicos, formado por ambos colegios, hasta el curso 1977-78 cuando las dos escuelas se convirtieron en mixtas. En 1984, la escuela Fernando el Católico pasó a denominarse C.P. Els Merinals y Isabel la Católica, C.P. Arraona que en el 2003 dejó paso al nuevo edificio del IES Miquel Crusafont. La sala de actos de la escuela Isabel la Católica cumplió durante muchos años la función de centro cívico del barrio donde se proyectaba cine y se hacían festivales, fiestas o asambleas.

Asociacionismo y vida cultural

El barrio tuvo una intensa vida cultural y asociativa. En 1958, coincidiendo con la festividad de San Pedro, patrón del barrio se celebró la primera fiesta mayor que empezaba el viernes por la tarde y se prolongaba durante todo el fin de semana. También ese mismo año se celebraron los Juegos Florales y el concurso de pubilles. Entre los eventos de la fiesta mayor del barrio destaca la actuación del popular cantante cubano Antonio Machín en 1972. Un equipamiento de gran éxito en el barrio fue el cine Rex, que cerró en la década de 1980 después de incendiarse.

La primera asociación del barrio fue el Club de Ajedrez que empezó a funcionar a finales de la década de 1950 pero que no se legalizó hasta 1988 y que fue el germen de la Asociación de Vecinos. La primera entidad del barrio que actuó legalmente fue la Rondalla Alegría, fundada por el barbero Rafael Arrebola en 1962. En el pequeño local de la entidad se representaron algunas obras de teatro y diversos actos culturales. Asimismo se constituyó un club de pesca.

En 1958 se formó el Club de Fútbol La Marina, producto de la fusión de dos equipos que funcionaban desde hacía dos años: el Club Atlético Merinals y Club Arraona. La entidad deportiva llegó a tener 700 socios que pagaban una cuota de 15 pesetas mensuales. En la década de 1970 se formó el Club de Futbol AVAM, impulsado por Antonio Nidriotakis, de antepasados griegos, que propuso a la Asociación de Vecinos la formación de una vocalía de deportes y la constitución de un equipo de fútbol base.

El papel de la iglesia

Las duras condiciones de vida movilizaron a sectores del catolicismo con conciencia social. Especialmente las asistentas sociales de Càritas y de la Escuela de Formación Social creada por la Asociación Católica de Dirigentes de Antoni Forellad. Se diseñó un proyecto para destinar siete asistentes sociales en los barrios coordinados por Núria Serracanta. Los primeros barrios que contaron con asistentas fueron Campoamor, con Carme Obradors, y Els Merinals-Can Rull, con Elvira Arús, que en 1966, contactó con las familias más necesitadas del barrio. Posteriormente, por iniciativa municipal, se incorporaron asistentes sociales en algunas escuelas, entre ellas Cèlia Puig en Els Merinals.

También operaban en los barrios militantes organizaciones cristianas de base de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) y de la Juventud Obrera Católica (JOC).

En 1961, la OSH ofreció unos terrenos para construir una iglesia en el barrio y en 1964 se publicaron las bases para la adjudicación de las obras, pero el concurso quedó desierto al no interesarse ninguna empresa. De modo que el barrio siguió dependiendo de la parroquia de Sant Antoni de Can Rull. No obstante, el crecimiento de la población impulsó al párroco de Can Rull a demandar la creación de una parroquia para el barrio. En 1966 se creó la parroquia de Sant Pere d’Arraona en un local cedido en funciones de iglesia a cargo del sacerdote Joan Roca i Escolà y donde permaneció hasta 1969. En 1971 se hicieron cargo de la iglesia tres curas-obreros muy comprometidos en las luchas sociales: Lluís Casanovas, Ferran Serra y Joan Sagarra que además trabajaban de obrero fabril, maestro y transportista respectivamente.

Las luchas vecinales

El origen de la Asociación de Vecinos de Arraona-els Merinals se remonta a los aficionados al ajedrez que se reunían en el bar Can Pagès. De ellos surgió la iniciativa de constituir una asociación de vecinos que fue legalizada por el gobierno civil de Barcelona el 14 de marzo de 1960, que fue una de las primeras de la ciudad. Ello a pesar de la oposición de los dirigentes de la OSH que propugnaban la creación de Juntas Sindicales de Vecinos bajo su control.

Las primeras reivindicaciones vecinales se centraron en cinco puntos. En primer lugar, eliminar la corriente de “agua sucia y sumamente pestilente” a lo largo de la calle La Palma, un “foco insalubre que podría ocasionar una verdadera epidemia”. El segundo punto denunciaba que la mayoría de farolas tenían las bombillas rotas, cosa que sumía al barrio en la oscuridad. La tercera cuestión se refería al mal estado de las aceras y calzadas en las principales calles. La cuarta reivindicación aludía a la petición de una marquesina en la parada de autobús. En quinto y último lugar se indicaba al pésimo estado de las fachadas de muchos bloques donde había desaparecido todo el material que las protegía.

Pancartas reivindicando la reparaciòn de los ascensores (1975). Autor: Pere Farran.
Pancartas reivindicando la reparaciòn de los ascensores (1975). Autor: Pere Farran.

Otra de la luchas fue la denominada, Guerra del Asfalto, para conseguir la pavimentación de las calles. El Ayuntamiento proponía que los vecinos pagasen parte de los gastos, mediante contribuciones especiales, y la Asociación de Vecinos que lo hiciese la administración local. Al final, los partidarios de compartir los gastos formaron la Junta de Pavimentación sin la aprobación de la entidad vecinal. Las obras empezaron en 1972 con la aportación de mil pesetas por vecino.

El malestar llegó al paroxismo tras la multitudinaria asamblea que tuvo lugar el 29 de abril de 1973 en la sala de actos del colegio Isabel la Católica donde los 400 asistentes apoyaron la propuesta del miembro de la junta Julio Regalado, que se convertiría en uno de los líderes vecinales más destacados de la ciudad, de dejar de pagar los recibos a la OSH cuyo importe se ingresaría en la sucursal de la Caixa d’Estalvis del barrio. La huelga de pagos, como la que también se impulso en el barrio de Espronceda, se prolongó hasta noviembre de 1983, dos años antes de que la Generalitat se hiciese cargo de la gestión de las viviendas.

Las protestas consiguieron un pequeño efecto y la OSH empezó a arreglar las plazas de la primera y segunda fase de los bloques. A finales de 1973, la Asociación de Vecinos se integró en la comisión de afectados que reunía a los polígonos de la OHS en Catalunya y donde también se incorporó la AV de Espronceda. En 1974, las protestas se llevaron a la calle. Un numeroso grupo de manifestantes cortó el tráfico en la calle México, una de las dos vías de entrada al barrio. Inmediatamente una dotación de la Policía Armada ordenó el desalojo de la carretera, pero ante la actitud firme de los vecinos no se atrevieron a cargar y esperaron hasta el fin de la protesta. Al día siguiente, Julio Regalado fue citado en la comisaria de la Policía Armada, entonces ubicada en La Rambla y tras prestar declaración fue puesto en libertad.

Manifestació de las escobas reclamando la limpieza del barrio (1976). Autor Pere Farran.
Manifestació de las escobas reclamando la limpieza del barrio (1976). Autor Pere Farran.

Durante el mes de marzo de 1975, todo el barrio de Arraona se cubrió de pancartas reclamando el arreglo de los ascensores que hacía meses que no funcionaban. Según Andreu Castells, el alcalde Burull solicitó la intervención del gobernador civil quien se desentendió del tema y lo derivó a los responsables de la OHS. Ese mismo año, los vecinos se manifestaron por las calles con pancartas y escobas en alto exigiendo la limpieza del barrio. Los manifestantes barrieron el barrio y depositaron los restos de la suciedad en grandes bolsas de plástico.

Estas luchas consiguieron algunos resultados tangibles, aunque insuficientes. Cuando el Instituto de Promoción Pública de la Vivienda (IPPV) se hizo cargo de la OSH se urbanizaron las plazas de la primera y segunda fase, se reformó la red de salida de aguas y se cambiaron los ascensores averiados de los bloques de más de cinco pisos de altura. Asimismo se suscribió un acuerdo, a principios de la década de 1980, para la mejora de las viviendas de la tercera fases por un importe de 38 millones de pesetas.

En 1985, la empresa pública de la Generalitat, ADIGSA se hizo cargo de la gestión de los polígonos de la antigua OSH que hubo de encarar el grave problema derivado del hecho que 47 de los 61 bloques que forman la primera y segunda parte padecían de aluminosis.

Bibliografía   

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MARCET COLL, José María. Mi ciudad y yo. Veinte años en una alcaldía, 1940-1960, Duplex, Barcelona, 1963.
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Foto portada: inicio de las obras de los grupos escolares (1961)/ OHS.

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