Foto portada: votants a l'IES Escola Industrial. Autor: Josep Lluis Lai.

Análisis: ’27S. Una primera aproximación’

La jornada electoral arrojó un resultado de una extremada complejidad y abre un panorama de distintas e inciertas posibilidades que se apuntan en este texto.

El supuesto carácter plebiscitario de los comicios caló en el electorado, como demuestra la elevada participación que batió todos los registros históricos en unas elecciones al Parlament de Catalunya y confiere una gran legitimidad democrática a estos comicios. El incremento de la participación se concentró principalmente en los distritos tradicionalmente abstencionistas de las ciudades y barrios de la periferia del área metropolitana de Barcelona y Tarragona. Se trata de una reacción lógica pues el electorado independentista ya estaba movilizado desde antes del inicio de la campaña electoral, mientras que la movilización de los votantes no secesionistas se produjo en los últimos días como resultado de la convicción que si no iban a las urnas la victoria de las opciones secesionistas estaba cantada. En efecto, si esta movilización no se hubiese producido, las dos candidaturas independentistas, Junts pel Si y CUP, no sólo hubieran logrado la mayoría absoluta en escaños, sino también en votos lo cual hubiera sido interpretado como un aval para enfilar por la vía rápida la ruta hacia la declaración de la independencia.

El resultado de los comicios nos devuelve la imagen de un país partido en dos mitades casi idénticas con una ligera ventaja en votos de los contrarios a la secesión de Catalunya. Y, lo que es más inquietante, esta división se proyecta sobre el territorio de manera que en las zonas de la Catalunya interior la victoria de las fuerzas soberanistas es inapelable, mientras que las fuerzas no secesionistas se imponen en las localidades densamente pobladas del área metropolitana de Barcelona y Tarragona.

Sabadell se comportó como una Catalunya en miniatura. Mientras los distritos céntricos votaron como la Catalunya interior, los barrios de la periferia lo hicieron como los municipios del cinturón industrial de Barcelona. En términos globales si estas elecciones hubieran sido un referéndum habría ganado el no con el 58,2 por ciento de los sufragios.

La polarización nacionalitaria de estos comicios ha provocado un vuelco en el mapa político que ha beneficiado a las fuerzas en el bloque del no que han emitido un mensaje más claro en el eje nacional. Así, por primera vez, Ciutadans supera a los partidos de izquierda PSC e ICV-EUiA (en estos comicios coaligada con Podemos bajo el paraguas de la lista de Catalunya Sí Que Es Pot) en muchos municipios del área metropolitana. En Sabadell, C’s se impuso en los distritos 3, 4, 6 y 7, feudos tradicionales de la izquierda. Este fenómeno ha afectado con mayor fuerza a CSQEP que al PSC cuyo discurso en el eje nacional ha sido menos ambiguo, tras la escisión del partido del sector nacionalista y con una gran campaña liderada por Miquel Iceta. El resultado complica las aspiraciones de Pablo Iglesias y favorece las opciones de Pedro Sánchez.

Por otro lado, el gran resultado de Junts pel sí no puede ocultar que han logrado nueve escaños y 4,7 puntos porcentuales menos que la suma de CiU y ERC en las autonómicas de 2012, lo cual ha beneficiado a la CUP, que ha triplicado el número de sus apoyos electorales. Esta recomposición en el bloque independentista indica un giro a la izquierda de un sector importante de sus bases electorales. Como, en sentido contrario indica la debacle de Unió, que no logra representación electoral con un discurso moderado, tanto en el social como en el nacional, que quizás hubiera tenido éxito en un contexto menos polarizado y si su ruptura con CDC se hubiese producido mucho antes.

La gestión política de este resultado será extremadamente compleja y rica en paradojas. Así, aunque las listas soberanistas hayan conseguido la mayoría en escaños, en unos comicios que se presentaron como plebiscitarios, eso impide que puedan implementar la ruta hacia la secesión vía Declaración Unilateral de Independencia. Para ello necesitan el apoyo de la CUP que, durante la campaña y cómo reiteró en la noche electoral, aseguró que para ello precisaban el aval en votos de la ciudadanía. Además, con el 47,7 por ciento de los sufragios obtenidos por Junts pel Sí y CUP, se esfuman las posibilidades de un reconocimiento internacional a la separación.

Por otro lado, el resultado electoral complica extraordinariamente las opciones de Artur Mas para ser reelegido presidente de la Generalitat. Su lista ha quedado a seis escaños de mayoría absoluta y necesita del voto positivo de la CUP para ser investido, pues la abstención de la izquierda independentista en una segunda vuelta no bastaría para que Mas accediese a la presidencia de la Generalitat. Si la CUP se mantiene firme en esta resolución habría de buscarse un candidato de consenso para que Junts pel sí pudiera formar gobierno, lo cual podría desencadenar fuertes tensiones internas en el seno de una formación tan sumamente heterogénea que, incluso, podrían derivar en su ruptura.

Tiempo de espera

De todo esto se desprende que la política catalana se instalará en un compás de espera hasta que se realicen las elecciones legislativas españolas previstas en el mes de diciembre. En efecto, si los apoyos independentistas impiden la vía rápida la secesión, obligan al gobierno central a abrir un proceso de diálogo pues caso contrario la victoria independentista en los próximos comicios será inapelable.

El  hundimiento del PP en Catalunya y los pésimos resultados de la formación conservadora en los recientes comicios municipales y autonómicos parecen anunciar que serán desalojados del poder donde podrían ser relevados por otras fuerzas más proclives a abandonar el inmovilismo y abrir una vía de diálogo con las fuerzas soberanistas catalanas que podría adoptar el formato de una reforma de la Constitución de 1978. Además, la escasa sintonía en el eje social entre CDC, la formación mayoritaria de la coalición Junts pel sí, y la CUP podría derivar en una situación de imposible gobernabilidad que podría obligar a convocar otra vez a los catalanes a las urnas tras las elecciones generales españolas.

Foto portada: votants a l’IES Escola Industrial. Autor: Josep Lluis Lai. 

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