Sánchez, amb simpatitzants socialistes. Autor: David B.

Opinión de Josep Asensio. ‘No estaba muerto’

Me equivoqué. Lo reconozco. Estaba convencido de que los poderes fácticos del PSOE, eso a lo que se le llama ‘aparato’, iban a hacer todo lo posible para aupar a Susana Díaz a lo más grande. De hecho, no tuvieron ni vergüenza ni escrúpulos en apartar a los militantes díscolos de las agrupaciones, ni en fletar decenas de autocares a los mítines de la baronesa. Yo pensaba que iban a manipular los datos, incluso que iban a sacar urnas diferentes de algún armario escondido; no sé, quizás veía una mano negra capaz de vendar los ojos a la democracia para sacar de la chistera a esa que quieren desde el PP hasta los diarios más ‘libres’.

El caso es que mi pronóstico falló y la democracia, esa que se sustenta con el voto secreto, ganó. Me recordó un poco el momento en el que mi abuelo me explicó la victoria del Frente Popular en 1936. Los empresarios, los fascistas, los poderosos, daban la papeleta de la CEDA a los trabajadores en las fábricas, incluso a la entrada de los colegios electorales. Pero éstos introducían la que traían de casa, lo que supuso la victoria de la coalición de izquierdas. Las comparaciones son casi siempre odiosas, pero no me negarán que es sintomático que Susana Díaz obtuviera menos votos que avales, mientras que Pedro Sánchez cosechó la friolera de 20.000 más. Es lo que tiene el voto secreto, que demuestra la libertad de los militantes, frente a las coacciones que muchos de ellos recibieron en sus agrupaciones.

Pedro Sánchez no estaba muerto. Le asestaron una puñalada mortal de libro, de esas que producen un dolor desmesurado, y donde la sangre fluye sin parar. Los autores, con nombres y apellidos, se ensañaron con su persona, con sus ideas, con sus convicciones y, consecuentemente, estaban seguros de que no conseguiría sobrevivir.

Pero el aliento de los ciudadanos anónimos, esos que siguen sufriendo en sus carnes el escarnio de los poderosos, esos que tienen que luchar para sobrevivir día tras días, esos que se indignan también cada día ante las imágenes de Felipe González en su yate, hablaron. Les bastó con escuchar las memeces de Susana Díaz con su historia de la casita en la playa y la desfachatez con la que despreciaba a su adversario. También contó y mucho el carácter prepotente y chulesco de ciertos barones que nunca estuvieron al lado del pueblo al que pretendían representar. Y eso lo ve la gente más sencilla. Ante el abuso de poder, ante el asesinato político de Pedro Sánchez, los militantes reaccionaron de manera contundente, lanzando un aviso claro a los patriarcas que mueven los hilos del PSOE.

Durante esta semana se han sucedido una gran cantidad de artículos sobre la victoria de Pedro Sánchez en todos los sentidos. A mí me ha sorprendido particularmente que una militancia cuya edad está entre los 46 y los 65 años haya apostado por rechazar el poder de los barones a favor de postulados e ideas más jóvenes. Algunos lo llaman ya ‘la revolución de los mayores’, que han sido suficientemente valientes al dar el mando no solo a un Pedro Sánchez más cercano a la izquierda, sino a unos planteamientos más acordes con los tiempos que corren. Es significativo también que este voto claro hacia Pedro Sánchez lo haya sido de todo el Estado Español, excepto de las dos comunidades autónomas de sus rivales, con lo que representa una cohesión evidente y fuera de discusión.

Enlazando con este último argumento, estoy convencido del apoyo de la militancia socialista hacia un reconocimiento particular de la singularidad catalana. Los socialistas españoles han apoyado también con su voto a Pedro Sánchez una determinada visión de España, donde es imprescindible el reconocimiento de Catalunya como nación y el enaltecimiento de sus características lingüísticas y culturales, algo que ya se tenía que haber hecho hace tiempo. Susana Díaz representaba de alguna manera el inmovilismo, la cerrazón más absoluta y la creencia todavía en una España uniforme, sin ninguna pretensión de cambiar la Constitución, muy al contrario, utilizar la fuerza de las instituciones, de acorde, también con Ciudadanos.

La victoria de Pedro Sánchez es también un impulso para Miquel Iceta, que nunca escondió sus preferencias. En estos momentos donde el choque de trenes entre Catalunya y España parece cada vez más cerca, Pedro y Miquel pueden formar un tándem que permita una aceleración de una solución pactada, siempre y cuando Puigdemont retire la amenaza del referéndum ilegal y de la declaración, también ilegal, de independencia. En consonancia con esa centralidad y ese entendimiento que la mayoría de catalanes queremos.

Esta última semana, además, se ha producido un hecho sorprendente que da todavía más esperanzas a la entente entre los socialistas catalanes y españoles. La dirección de Podem Catalunya apoya el referéndum ilegal, desmarcándose aún más de sus votantes. Dante Fachín, criticado por gran parte de círculos y en su línea más autoritaria, ha dado un paso que puede significar una sangría de votos hacia el PSC, más centrado y sobre todo, con las ideas más claras. Si bien se preguntará a las bases, es un suicidio político apoyar la desobediencia, la ilegalidad y el incumplimiento de las normas comunes.

Así pues, veremos lo que pasa en las próximas semanas. Pedro Sánchez ha aprendido la lección y ha vuelto más maduro. Sus rivales ni dimiten ni pretenden de momento matarlo de nuevo. Más bien se han retirado a sus cuarteles a verlas venir. La prudencia se impone y el nuevo secretario general del PSOE tiene por delante una enorme responsabilidad. Devolver al PSOE al lugar de donde nunca debió salir, a los principios que Pablo Iglesias dejó escritos en 1879 y que, a pesar de los años transcurridos, son todavía vigentes en 2017.

 

Foto portada: Sánchez, en Campoamor. Autor: David B. 

Comments are closed.