Opinión de Manuel Navas: ‘República: a cada pueblo la suya’

ARTICULO DE OPINIÓN
Manuel Navas, sociólogo

En el Reino de España, tres procesos avanzan hacia un objetivo que tiene el mismo denominador: la República. Mayoritariamente en Catalunya y en Euskadi y con cada vez más apoyos en España, la República, como modelo de Estado es reivindicada por los tres pueblos. Se tratan de procesos que avanzan en paralelo y a distintas velocidades pero que se influyen mutuamente.

Si nos atenemos de una parte a la voluntad popular para construir la república (catalana, vasca y española) y de otra a la arrogante torpeza de quienes se empecinan en poner puertas al campo, puede concluirse que los procesos son irreversibles, la república catalana llegará más pronto que tarde, la vasca le pisará los talones y la española no irá a la zaga.

La voluntad popular se refleja en las masivas manifestaciones (en algunos casos como en Catalunya sin parangón) y en los numerosos actos de todo tipo que la reclaman, mientras que la estupidez política queda clara por la incompetencia de los Gobiernos centrales, de todos los colores, para gestionar el pluralismo nacional, a lo que debe sumarse la falta de legitimidad y el pasado fascista de la monarquía (sin olvidar los escándalos y las corruptelas). Todo ello da como resultado el escenario perfecto para que la llegada de las repúblicas esté más cerca que nunca.

Llegados a este punto, conviene recordar que la República es una forma de concebir un modelo de estado y de sociedad, aportando criterios y normas para regular la convivencia y cuya concreción tiene como principios inspiradores unos valores que si bien deben ser contextualizados, no pueden ser desvirtuados por la sinrazón de los gobernantes de turno.

La libertad, la igualdad y la fraternidad, se concretan hoy en temas de justicia social y de democracia con mayúsculas en todos los órdenes políticos, sociales y económicos y en el terreno de la soberanía, en el derecho a decidir. Principios que sirven para cualquier república que se precie y como no, para la catalana y la española. Nuevos estados que se dotarán de sus propias constituciones fruto de su propio proceso constituyente y que reflejarán, en cada caso, un mayor o menor contenido social en función de la correlación de fuerzas existente en cada territorio

Y esos valores republicanos, que por su propia idiosincrasia universalista rechaza el pensamiento único, el sectarismo y el provincialismo, tienen la virtud de hermanarnos como ciudadanos y ciudadanas, pertenezcamos al estado que sea (en tanto no desaparezcan las fronteras), lo que, hoy y aquí se traduce en la necesidad de priorizar la solidaridad y el respeto a la voluntad popular de los pueblos.

Ser republicano catalán o español, ni puede, ni debe ser motivo de enfrentamiento (es lo que anhelan los casposos de siempre). La defensa de la República catalana y española, más allá de cualquier otra consideración, tienen la misma legitimidad: la voluntad popular. Y para entenderlo, basta con aceptar los principios republicanos y democráticos elementales.

La tarea es enorme e ilusionante, desde el convencimiento que estamos construyendo nuestra propia historia, que hemos dejado de delegar, que hemos pasado de ser meros espectadores a protagonistas y que una vez instauradas las repúblicas, las relaciones entre los pueblos, entre las repúblicas, será más fáciles, fluidas, solidarias y honestas. Viva la República.

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