Carlos Soria, 12 ‘ochomiles’ a los 75 años: “se pueden seguir haciendo cosas siendo muy mayor”

Mirada pícara y profunda, profunda, voz grave y barba de un par de días. El alpinista Carlos Soria llega a Sabadell para hablar de alpinismo después de los 70. En el fondo, sin embargo, lo hace con un discurso para activar al auditorio e evitar que la edad sea un impedimento, a veces una excusa, para apartar las ilusiones y esperanzas de los mayores.

La de Sabadell es la segunda conferencia tras su última gesta en el Kanchenjunga. Ha subido, a sus 75 años, una docena de picos que superan los 8.000 metros de altitud, entre ellos, los grandes nombres del alpinismo: el K2 o el Everest entre ellos. Soria es un referente para mayores y los jóvenes. Un deportista de aúpa, especialmente conocido por sus gestas deportivas una vez jubilado. Sin embargo, su vida transcurre desde bien pequeño como un sendero a través de la montaña.

¿Cuándo y por qué empezó a subir montañas?
Nací en Ávila pero me llevaron muy pronto a Madrid. En verano cuando acababa el colegio me llevaban a Ávila y ya allí me gustaba más el campo, los arroyos y los ríos que la ciudad. A los 14 años con un amigo cogimos unos palos y una lona y nos fuimos a la sierra de Guadarrama. Me di cuenta que aquello iba a ser lo mio.

Creció en la España de posguerra. Dura. Más aún en Castilla. ¿Qué significaba en aquel contexto la montaña para usted?
La montaña para mí era un espacio de libertad. Yo vivía en un barrio pobre y marginado, en las Ventas. Y la montaña suponía un cambio de vida y de gente respecto a lo que era mi día a día. Y muchas otras cosas.

¿Cuáles eran sus sueños en aquel momento?
En la montaña solo disfrutaba. Fuera de ella soñaba con la montaña.

La montaña marca toda su vida.
Así ha sido. La mía y la de mi familia

¿Tiene hijos?
Cuatro hijas. Y algunas han escalado. No hacen lo que yo hago pero siempre han hecho montaña y muy a menudo hacemos cosas juntos. Tengo una hija que vive en Inglaterra y cuando viene vamos a esquiar, a escalar… No tienen esta pasión pero todas han escalado.

Pero sin embargo, pese a ser un alpinista de categoría no se ha podido dedicar profesionalmente.
Lo intenté una vez. Fui director de la escuela nacional de alta montaña. Y pensé que aquello tenía que ser profesional. Después pensé de coger un refugio. Pero ahora estoy muy contento de no haberlo hecho. He visto amigos que se convierten en trabajadores de la montaña porque hicieron de su pasión su trabajo y ya no hacían lo que querían. Algunos están hartos de la montaña.

¿Con qué se ha ganado la vida?
Con la tapicería. He sido un muy buen tapicero y he hecho trabajos importantes y más al final de mi vida. He tenido clientes con buenas casas y trabajos interesantes. Estoy satisfecho de lo que he hecho.

Carlos Soria
Soria, en el Espai Cultura, durante la entrevista.

¿Cómo combinaba la pasión por la escalada con el día a día?
Ahora me parece imposible pero lo hacía. Tenía un pequeño taller con cuatro personas trabajando. Al principio también estaba con nosotros mi padre. Me echaba un mano mi mujer. Pero íbamos muy justitos. Cambiaba dinero por tiempo libre.

¿Qué papel ha jugado su familia en su vida?
A mi mujer la conocí en la montaña, en La Pedriza [en la sierra del Guadarrama]. A la semana siguiente salimos por la montaña otra vez y toda la vida hemos ido saliendo. Subió conmigo al Cervino, al Montblanc, hemos escalado por Gredos, hemos ido al Pirineo y a los Alpes. Hemos ido incluso con las hijas. Luego ella lo dejó.

A los 65 años usted se jubila…
Y la vida del jubilado es fantástica. Tengo todo el tiempo del mundo para mí. Lo primero que hice fue irme de Madrid. Me fui a un pueblecito de la sierra y allí estoy encantado.

Hay mucha gente que no quiere jubilarse, que no sabe que hacer con tanto tiempo libre, que creen que ya ha acabado su trayecto vital…
Yo tenía un barnizador que se jubiló y venía cada día al taller porque la mujer lo echaba de casa para fregar. El hombre no sabía adónde ir. Hay que tener aficiones, ilusiones… las que sean pero hay que mantenerlas.

Tener un objetivo.
El que sea. No hay que ser alpinistas pero hay muchas cosas para hacer cuando uno se jubila y es un momento estupendo para hacerlas.

Justo con 65 años usted coronó el K2 que, según los entendidos, es una de las montañas más inaccesibles del mundo. ¿Qué recuerda?
Fui en tres ocasiones y al final lo logré. Las dos primeras veces hizo mal tiempo. El K2 es complicado y recuerdo que para mí fue una alegría brutal. Lo había visto mucho. Había ido muchas veces a Pakistán y había visto el K2 desde el Broad Peac, que tiene unas vistas magníficas al K2. Era impresionante. Me llamaba la atención. ¡A quién no le llama la atención esa pirámide fantástica que es el K2! Fue el quinto o el sexto 8.000 que coroné. Subí solo con un sherpa y oxígeno en la última parte.

Fue la persona con más edad en subirlo en la historia, con muchísima diferencia respecto a quien tenía hasta entonces el récord.
Kurdin Berger tenía 54 años cuando lo coronó. Yo tenía 65. Aún ahora, sigo teniendo el récord (más info: ‘Carlos Soria, la persona más mayor que corona el K2 ‘).

Cuando estaba allí arriba, ¿tenía conciencia de haber hecho historia?
Cuando estaba arriba, solo estaba encantado. No me importaba nada. Me había costado mucho. Tres intentos y una ascensión muy dura. Me crucé con Edurne [Pasabán] y con Juanito [Oiarzábal] cuando bajaban con los pies congelados entre el campo 4 y el 3. Ellos bajaban y yo subía. Ya vi que bajaban mal (más info: ‘Edurne Pasabán sufre congelaciones en los pies y Oiarzabal, un edema pulmonar‘).

El alpinismo es muy duro. ¿Qué le motiva para seguir?
Que hago lo que me gusta. Hago lo que quiero hacer. Nadie me ha llevado engañado ni voy a ganar dinero. No me molesta entrenar porque me gusta: me gusta la bicicleta, el ejercicio…

¿Hay que entrenar mucho?
Bastante. Y estando tan mayor hay que entrenar mucho más y cuidarse. Y descansar.

¿Carlos Soria tiene achaques de la edad?
Sí! Me duelen los lumbares. He cargado muchísimo a lo largo de mi vida. He llevado muebles desde niño. Y he cargado mucho.

¿Cuál es el mejor recuerdo de la montaña?
Casi todos. Sólo tengo uno malo. Estando en el Dhaulagiri murió mi amigo Pepe Garcés (más info: ‘El montañero aragonés Pepe Garcés muere mientras escalaba un ‘ochomil’ en Nepal‘). Estábamos juntos en la misma expedición. Ese fue el peor recuerdo. Luego ha habido algunos otros accidentes.

Carlos Soria
Un momento de la conversación, este martes.

¿La muerte de un amigo en la montaña hace ver las cosas de otra manera?
Yo soy consciente de lo que significa la montaña y sé lo que hay. No soy más listo que nadie pero siempre tengo en mente que además de subir hay que bajar y hay que pensar que bajando puede haber problemas y que hay que tener fuerza para lo que pueda pasar. Si no estás seguro, es mejor darse la vuelta. Aquel día íbamos a salir para arriba y cuando salieron dije que era muy tarde y que creía que no íbamos a llegar a la cumbre. Yo no salí.  Ellos sí. Al volver Pepe cayó.

De hecho, algo parecido pasó el año pasado. Ahora ha coronado el Kanchenjunga, pero el año pasado renunció a hacerlo ante las condiciones adversas. Supo dar un paso atrás a tiempo. Otros no lo hicieron. Murieron cinco personas.
A 300 metros de la cumbre me di la vuelta. Pensaba que aquello era una locura. Llevábamos muchísimo retraso sobre lo previsto y además habíamos subido ya 300 metros sin cuerda y para bajar iba a ser más complicado aún. Dije que lo lógico era bajar. El sherpa que venía conmigo, muy amigo, me decía: ‘no Carlos, nosotros subimos porque vamos bien’ pero le dije que no. Cuando llegamos al campo base, el sherpa ya me dijo que creía que no iban a bajar todos (más info: ‘Mueren 5 alpinistas al caer a una grieta mientras descendían el Kanchenjunga‘).

El sherpa se había dado cuenta que lo acertado era volver.
A veces también puedes quedar mal. Los demás suben y bajan y todo va bien mientras que tú te has dado la vuelta. Pero lo que es verdad es que nunca he bajado y he quedado destrozado por bajar. He bajado y he pensado que era lo correcto.

Y que otra vez será…
Exacto. Ha habido muchas montañas que he probado muchas veces.

Entre los alpinistas, ¿hay la sensación de que se ha masificado la práctica deportiva? Se habla incluso del turismo de los 8.000.
Claro. ¿Pero qué no está masificado? Yo vivía en un arroyo y ahora es la M30. Cuando vivía en Las Ventas, tenía delante un arroyo lleno de huertas. Ahora es una avenida de coches continua ¿Hay masificación? Claro que sí. Sobre todo en el Everest. Es la montaña más alta del mundo. Y atrae mucho. Hay mucha gente que quiere subir al Everest sea alpinista o no. Les apetece, se preparan y pagan para tener una expedición en la que puedan ir en unas condiciones seguras para intentar subir. Es lógico. Ocurrió en los Alpes hace ya años y porque no en el Himalaya.

¿La masificación entraña peligros?
Sí, porque hay muy pocos días para subir la cumbre. Se junta mucha gente y hay pasos peligrosos y muy estrechos, sobre todo si cambia el tiempo. Pero a eso se exponen. Qué le vamos a hacer. En otros puntos se puede obviar el problema saliendo antes o más tarde.

También se habla de que impera demasiada competitividad.
Algunas veces sí. Sobre todo entre los que competían por ser los primeros en hacer los 14 8.000, como pasó con las mujeres. La verdad es que yo siempre tengo la competición metida en el cuerpo. Pero lo hago por mi. Porque me ha gustado ir deprisa siempre.

Hace poco más de un mes de la subida al Kanchenjunga. Le quedan tres cimas para cumplir su objetivo. Si lo consigue, ¿qué hará después?
Seguiré subiendo montañas. Me apetece una montaña más baja que hay en Pakistán. Hay algunas de 6.000 muy buenas que me gustaría hacer si me veo con las fuerzas que tengo ahora. Pero soy consciente que tengo 75 años y que dentro de tres o cuatro años me figuro que las cosas cambiarán. Aunque si a los 60 o a los 65 me hubiesen dicho que estaría subiendo hace un mes al Kanchenjunga hubiese dicho que no.

El futuro no está escrito.
No está escrito. Y hay que tomarlo como venga. Y nos adaptaremos a él.

En Informe Robinson, una de sus hijas dice ‘Si mi padre parase, me preocuparía…’
[Sonríe y asiente…]

En conferencias como la de hoy, ¿cuál es su objetivo?
Quiero transmitir que se pueden seguir haciendo cosas siendo muy mayor. La edad no debe hacer renunciar a las cosas que se quieran hacer, sea alpinismo u otras cosas. Pueden limitarte otros elementos pero no la edad por si sola. La edad está ahí y trae sus consecuencias. Yo no tengo las rodillas de hace 25 años pero las tengo suficientemente bien para hacer lo que hago.

Se habla mucho de envejecimiento activo. ¿Cree que las instituciones plantean bien las políticas de la tercera edad?
En el pueblo donde vivo veo que hay muchas cosas: viajes, sesiones de gimnasia adaptada, actividades de todo tipo… pero sobre todo hay que tener el interés de apuntarse. Es importante dar el paso. Creo que sí se hacen cosas. He ido a algunas salidas del Imserso una semana o 15 días y me ha conmovido. Ver a tanta gente mayor, jubilada, pasando unos días de vacaciones… Veía cosas que no me extrañaban. ¡Hay bufet y normalmente se ponían unos platos llenos hasta arriba!

Platos con la comida en forma de pirámide…
Normalmente son gente que ha pasado hambre cuando eran jóvenes. Se ponían los platos hasta arriba y no se los podían terminar. Pero disfrutaban. Yo pensaba: ¡qué país! Que bien que ocurra esto y que la gente pueda venir a sitios así por muy poco dinero. Hay gente que lo sabe aprovechar y otros que no.

El caso es activarse.
Claro. El caso es tener ilusión por hacer cosas. No sentarse y decir que no sabes que hacer. No dejarse explotar con los nietos. Está ocurriendo. El que tiene hijos tiene que ser consecuente de que tiene hijos, no tiene que apoyarse solamente en sus padres. Se tiene que apoyar con los nietos cuando haya un problema. Cuando haya un problema, todos a colaborar. Pero no como norma general. Soy contrario a explotar a los abuelos para que los padres vivan mejor.

Cuando Carlos Soria era adolescente en Madrid soñaba con la montaña. Ahora con 75 años, ¿con qué sueña?
Entonces soñaba con los espacios libres: los ríos, las montañas… Ahora sigo con las montañas pero también con mis nietos, con mi familia, con leer por la noche. Con vivir. Pero la montaña ha formado y forma parte de mi vida en una proporción bastante grande.

Muchas gracias.

Cuando acaba la conversación, Soria atiende otra entrevista, la tercera seguida, hasta iniciar su conferencia. No sabe aún que minutos antes el jurado del Premio Príncipe de Asturias le ha situado como finalista en la categoría de Deportes. El fallo será dado a conocer este miércoles 17 de junio de 2014 a mediodía.

Fotos: Josep Lluis Lai

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