Tropas coloniales españolas en Cuba

La Guerra de Cuba (1895-1898)

Este conflicto bélico, que acabó en desastre militar y en la liquidación del imperio colonial, determinó una profunda crisis de Estado. Aquí reseñamos su notable impacto en nuestra ciudad.

A finales del siglo XIX el servicio militar en España era profundamente injusto y clasista. Ello está en el origen de insurrecciones populares como la revuelta de las quintas  o la Semana Trágica. Tenía una duración de doce años, seis en servicio activo, que podría prorrogarse en caso de guerra. El reclutamiento se iniciaba alistando a todos los jóvenes con 19 años cumplidos en un acto celebrado a principios de año en cada Ayuntamiento. Después se convocaba a los mozos al “acto de clasificación y declaración de soldado”, donde éstos eran medidos –la talla mínima era de 1,5 metros- y podían presentar alegaciones por defecto físico, enfermedad o situación familiar. Los jóvenes que no presentaban alegaciones entraban en el sorteo, quienes sacaban la bola baja eran llamados directamente al cuartel y los que sacaban la bola alta eran declarados “excedentes de cupo”, pero estaban obligados a cubrir las bajas de los soldados en acción, lo cual ocurrió con frecuencia en la Guerra de Cuba.

Ahora bien, lo que encendía la indignación popular era el sistema de redención o sustitución mediante el cual pagando una cantidad de dinero, sólo estaba al alcance de los ricos, se les exoneraba del servicio militar. La redención permitía librarse totalmente pagando 1.500 pesetas. La sustitución consistía en buscar a otro joven que cubriese su plaza y cuyo precio oscilaba entre las 500 y 1.200 pesetas, si el substituto desertaba el sustituido debía cumplir con sus obligaciones militares. Jordi Calvet Puig, a quien debemos el estudio más completo sobre el impacto de la Guerra de Cuba en Sabadell, cita el caso de Plàcid Marcet Datzira, padre del alcalde Marcet, quien pagó a un sustituto, Josep Hostas Planas que desertó. Entonces se le concedieron 60 días para pagar la redención, un nuevo sustituto o incorporarse a filas. En este plazo pagó a otro sustituto, Josep Monge Gardeñas, soldado que acaba de licenciarse, cosa por otro lado bastante frecuente.

Aquellos mozos que no se presentaban al acto de clasificación eran declarados prófugos, cuyo número fue en aumento a medida que la guerra avanzaba. El gobierno impuso fuertes multas y condenas tanto a los prófugos como a quienes les ayudasen.

Para evitar que sus hijos fuesen enrolados en el ejército, muchas familias invertían los ahorros de toda la vida o se endeudaban para pagar la redención o sustitución. De hecho, algunos matrimonios desde el nacimiento del hijo varón empezaban a ahorrar para sufragar este gasto. También las compañías de seguros ofrecían el servicio de “seguro de quintos”, para cubrir la redención o sustitución mediante el pago de cuotas mensuales.

Según las investigaciones de Jordi Calvet, 278 sabadellenses participaron en la guerra. De ellos sólo encontró la profesión de 97 jóvenes que representan el 34,8 por ciento del total. El 38,1 por ciento eran jornaleros, en la época era sinónimo de obrero, y el 11,3 por ciento tejedores, uno de los oficios relativamente mejor pagados. Su conclusión es que sólo quienes tenían las profesiones más humildes y cuyas familias no podían pagar la redención o al sustituto eran quienes iban al servicio militar.

Los primeros compases de la guerra

El conflicto bélico estalló en febrero de 1895 con la insurrección de los independentistas cubanos y se extendió a Filipinas en agosto de 1896 y desencadenó una ola de patriotismo popular. Como se decía en los medios patrioteros “hasta el último hombre y la última peseta”. Sólo Francisco Pi y Margall, advirtió que la guerra terminaría en desastres y recomendó conceder la independencia a la Isla. Lo acertado de sus previsiones agigantó su figura cuando finalizó el conflicto.

En octubre de 1895 se representó en Los Campos de Recreo la obra La insurrección Cubana y en el Teatro Principal Cuba española. En febrero de 1896 se estrenaron zarzuelas de tema patriótico como La marcha de Cádiz o Los africanistas, así como funciones donde se representaban asaltos imitando las acciones bélicas.

La despedida de los soldados se realizaba en el andén de la estación de tren, para embarcarse en el puerto de Barcelona o Mataró. Hemos de tener en cuenta que el viaje a Cuba duraba 15 días y un mes a Filipinas a menudo en condiciones infrahumanas. A las primeras despedidas acudían las autoridades municipales que repartían tabaco y dinero a los soldados. La conservadora Revista de Sabadell nos ha dejado un vívido testimonio, en la crónica del 1 de diciembre de 1896:

El andén de la estación al ser la hora de llegar el tren se encontraba lleno de las familias y amigos de los expedicionarios. Estos silenciosos y con los ojos humedecidos por las lágrimas, iban despidiéndose de sus familias qua sollozando los cubrían de besos y abrazos. Esta triste despedida impresionó grandemente á las personas que por curiosidad estaban en el andén, que no pudieron ocultar algunas lágrimas que surcaban por sus mejillas. Al dar la señal de partir el tren, estas conmovedoras escenas se reprodujeron, costando trabajos y ruegos el separar á varios mujeres que en fuerte abrazo retenían a sus hijos”.

A medida que se alargaba el conflicto las autoridades dejaron de asistir a estos actos, lo cual motivó duras críticas, como reseña La Revista de Sabadell: “Hízose notar extraordinariamente la ausencia de nuestras Autoridades, puesto que no acudieron a la Estación, ni el Sr. Alcalde ni representación alguna de nuestro Municipio, para despedir en nombre de Sabadell á la defensa de la Patria. Abandono tal, en los momentos críticos actuales, es digno de la más acerba censura”.

Por otro lado, la burguesía catalana con grandes intereses económicos en Cuba se opuso a todas las concesiones que el gobierno liberal de Sagasta planteó para detener la insurrección mediante la concesión de un régimen autonómico y reformas de las abusivas relaciones comerciales de carácter colonial. Unas medidas que llegaron demasiado tarde. La punta de lanza de esta oposición fue la patronal catalana, Fomento del Trabajo Nacional, presidida por el industrial de Sabadell, Joan Sallarès i Pla, apoyada por organizaciones empresariales como el Gremi de Fabricants, que se opuso decididamente a cualquier concesión política y propugnó conservar las colonias por la vía militar cuya soberanía, “brota espontánea de la convicción sincera de nuestra superioridad intelectual y moral sobre las razas aún las más afines a las nuestras que pueblan aquellos dominios”. Asimismo defendió mantener el sistema de relaciones comerciales con la Isla argumentando que el comercio de ultramar se había incrementado del 12 al 27 por ciento en el último quinquenio y seguía creciendo.

Para sufragar la guerra se lanzó un empréstito, en noviembre de 1896, por 400 millones de pesetas de Obligaciones del Tesoro con un interés del 6,5 por ciento y que fue cubierto totalmente. En Sabadell, fue suscrito por las entidades financieras, los principales industriales y algunas comunidades religiosas. Se publicaron las listas de suscriptores como una demostración de su patriotismo. Tanto es así que el capitán general de Catalunya felicitó al alcalde republicano Josep Buxó y el ministro de Hacienda al diputado provincial Enric Turull Comadrán, en los siguientes términos: “Sabadell ha dado una prueba de patriotismo que seguramente no olvidará España y que el gobierno agradece profundamente”. En julio de 1897 se ofertó un segundo empréstito que fue íntegramente cubierto con un importe cinco veces superior a la cantidad emitida y en 1898 se volvieron a lanzar Obligaciones del Tesoro.

Protestas y pobreza

A medida que avanzaba el conflicto empezaron a evaporarse los delirios patrióticos. El lamentable estado en volvían los heridos y mutilados, así como las cartas de los soldados a sus familiares evidenciaron la extrema dureza de sus condiciones de vida. El 29 de diciembre de 1895 tuvo lugar un mitin en el Teatro Euterpe organizado por el Centre Català, que contó con el apoyo del Gremi de Fabricants, Cambra de Comerç, otras organizaciones empresariales, entidades conservadoras y diversos medios de comunicación para protestar por la desproporción del número excesivo que se reclutaban Catalunya y proponer una serie de reformas en el sistema de reclutamiento. El mitin tuvo una gran repercusión en toda España y el gobierno se avino a aceptar las medidas propuestas.

Por su otro lado, el Centre Republicà Federal organizó otro mitin en el que reclamaron el servicio militar obligatorio, la abolición de las redenciones y sustituciones y “medio honroso” para acabar con la guerra; aunque se opusieron al proyecto de autonomía de Sagasta porque podía arruinar a la industria nacional.

El malestar contra la guerra aumentó a medida que se llamaban a filas a excedentes de cupo, algunos de los cuales habían pagado para no ir al servicio militar y a reservistas que habían cumplido el servicio militar de seis años y quienes se les exigía volver al ejército, muchos de ellos casados y con hijos, cuyas familias quedaban en situación de desamparo. Para mitigar esta situación, el Gremi de Fabricants y Fomento del Trabajo Nacional organizaron, con donaciones de industriales y una tómbola, cuyos beneficios se repartían entre las familias de los reservistas. El gobierno destinó una mísera pensión de 50 céntimos diarios a las familias de los reservistas, pero cuyos fondos debían aportar los ayuntamientos.

Además, la guerra disparó la crisis económica. En abril de 1894, en vísperas del conflicto, el alcalde de Sabadell informó al gobernador civil que de los 11.000 trabajadores locales, 2.400 estaban en paro y que el Ayuntamiento carecía de fondos para obras públicas que paliasen esta situación. La guerra provocó una caída de los pedidos de Cuba y, a finales de 1896, estos efectos eran muy graves. Así la Revista de Sabadell, escribía en diciembre de ese año:

Comienzan a notarse en Cataluña los efectos de las guerras de Cuba y Filipinas. Se observan en el comercio una paralización verdaderamente ruinosa; algunos se han cerrado, así como varias fábricas, á virtud de lo cual han quedado sin trabajo centenares de obreros. Preocupa esta manifestación de malestar económico, y si la guerra no termina pronto, se temen graves perjuicios y quizá algún conflicto planteado por la miseria en las grandes capitales”.

Esteve Deu ha investigado que, en este periodo, se produjo una caída de beneficios e incluso pérdidas en algunas empresas de la ciudad y un incremento del paro que se enfiló al 13,8 por ciento, mientras que la jornada laboral reducida afectó a un 9,3 por ciento de trabajadores. Esto produjo un aumento de la pobreza y la mendicidad a tal extremo que llegó a plantearse un proyecto para prohibir y castigar a los mendigos: “Como quiera que con motivo de la campaña de Cuba son muchos los pobres que fingiéndose soldados inutilizados en dicha campaña, explotan la caridad pública, se ha publicado una circular encaminada á recoger á los verdaderos inutilizados, para socorrerlos convenientemente o castigarlos según proceda si no resultan tales”.

A finales de 1897, para combatir la creciente miseria, se constituyó la Junta Directiva de Beneficencia Municipal. Las Germanetes Josefines crearon una cocina económica y la Acadèmica Catòlica un Bazar del Pobre.

El desastre final

La conflagración entró en su fase decisiva con la declaración de guerra de los Estados Unidos el 20 de abril de 1898 que provocó otra oleada de entusiasmo patriótico. Aunque, según Andreu Castells, esto no ocurrió en Sabadell donde únicamente ondearon banderas en los balcones del Casino de Fusión Repúblicana y pancartas con los lemas: ¡Viva España, Viva el Ejército. Mueran los yankees! La Revista de Sabadell observó, en mayo de 1898: “la tristeza que se apodera de nosotros ante la amenaza de un paro general en las fábricas para no lejanos días”.

El gobierno para hacer frente a esta nueva amenaza llamó 30.000 soldados del excedente de cupo de la leva de 1897, 512 de los cuales de Sabadell que la rápida derrota frente los Estados Unidos impidió movilizar.

La guerra finalizó tras la derrota total de las flotas españolas en Cavite (Filipinas) y Santiago de Cuba. En julio se rendía el ejército de tierra en la isla antillana y las tropas norteamericanas desembarcaban en Manila y Puerto Rico. En diciembre se firmaba el Tratado de París por el cual España cedía a Estados Unidos Cuba, Filipinas, Puerto Rico y la isla de Guam a cambio de 20 millones de dólares. Estas noticias tuvieron un  efecto depresivo. L’Aplec de la Salut de ese año estuvo muy deslucida y se produjeron disturbios por el aumento del precio de los comestibles. Para contener las protestas populares se destinaron diversas compañías militares en la comarca.

Según los datos recogidos por Jordi Calvet de los 278 soldados de Sabadell que combatieron en Cuba y Filipinas, 89 murieron (32 por ciento) y 26 regresaron inútiles o gravemente heridos (9,3 por ciento). También, algunos cayeron prisioneros aunque ignoramos su número. El número de desertores y prófugos ascendió a 69, aunque la cifra podría ser mayor. Para comparar la magnitud del desastre, según Jordi Maluquer, en Cuba murieron 45.000 soldados españoles y en Filipinas 10.000.

El final de la guerra comportó la repatriación de los soldados, muchos de los cuales gravemente heridos que fallecieron durante la travesía. Los demás llegaban en un estado lamentable, como consigna La Revista de Sabadell: “Estaban flacos, macilentos y, como en general, eran hombres de edad por pertenecer á la recluta voluntaria, llevaban largas barbas y melenas. La mayoría no llevaban camisa, iban horriblemente sucios y bastantes con la cabeza descubierta y medio descalzos”.

A finales del verano de 1898, circularon rumores sobre la vuelta de los soldados, aunque la repatriación masiva no se produjo hasta otoño de 1899. Al principio, un gentío se congregaba en la estación, que a veces ocupaba todo el andén, para recibirlos. La Junta de Beneficencia dispuso tres médicos y una tartana para conducir a los soldados enfermos a su casa. Con el tiempo el regreso de los soldados dejó de interesar y se convirtió en una rutina. Aunque durante algún tiempo proliferaron las campañas públicas para repartir dinero y ropa para los soldados, entre ellas bailes populares para recoger fondos.

Por otro lado, se extendió el temor por las enfermedades infecciosas que los soldados retornados podían contagiar a la población y que fueron aislados en sanatorios. Incluso, se llegó a habilitar el Santuario de la Salut como hospital para epidemias.

En sus conclusiones, Calvet apunta a que durante la guerra se dieron tres actitudes contrapuestas: la euforia patriótica, el malestar y la protesta, y la pasividad e indiferencia. En Sabadell se dieron estas tres dependiendo de los sectores sociales y en ocasiones simultáneamente. De su estudio se deduce que las derechas y la clase empresarial fue quien sostuvo la euforia patriótica, las clases medias progresistas, encuadradas en el republicanismo, la protesta y las clases trabajadoras la indiferencia. Esto a pesar que fueron ellas las que, con su sangre y sufrimientos, cargaron con los mayores sacrificios. En su opinión, para los sectores más conscientes del proletariado, se trataba de una guerra de la burguesía que no iba con ellos.

Muchos temieron que el desastre podría provocar la caída de la monarquía borbónica. Aunque esto no sucedió, la derrota provocó una crisis profunda crisis en la identidad nacional española que está en el origen de la llamada “Generación del 98”. También, provocó un cambio en las burguesías vasca y catalana que modificó sus referentes políticos del españolismo y al catalanismo, hasta entonces muy minoritario. Mientras las potencias europeas se estaban repartiendo el mundo, en clave imperialista, el Estado español era incapaz de retener los restos de su imperio colonial y con un mercado interior raquítico que no permitía compensar la pérdida. Así, lentamente, la burguesía industrial de Sabadell cambió sus referentes políticos, aceptó el catalanismo y modificó sus relaciones con el Estado.

Bibliografia

CALVET PUIG, Jordi. L’impacte de la Guerra de Cuba a Sabadell (1895-1898). Quaderns d’Arxiu de la Fundació Bosch i Cardellach, Sabadell 2001.
CASTELLS, Andreu. Sabadell, informe de l’oposició. República i acció directa (1868-1904), Ed. Riutort, Sabadell, 1977.
DEU i BAIGUAL, Esteve. La indústria tèxtil llanera de Sabadell, 1896-1925. Nova Biblioteca Sabadellenca, 1990
MALUQUER DE MOTES, Jordi. España en la crisis del 98. Península, Barcelona, 1999.
UCELAY-DA CAL. Enric. Cuba y el despertar de los nacionalismos en la España peninsular. Ediciones Universidad de Salamanca, 1997.
VV.AA. Memoria del 98. De la guerra de Cuba a la Semana Trágica. El País, Madrid, 1997.

Foto portada: Tropas coloniales españolas en Cuba. 

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