Centro Regional de Murcia de Sabadell busca su papel

El Centro Regional de Murcia y el futuro de las casas regionales

  • El Centro de Murcia recibirá la Medalla de la Ciutat este año con un sabor agridulce.

  • En Sabadell viven 6.400 personas que vinieron de la región murciana.

Nacido como punto de encuentro entre la comunidad murciana no sólo de Sabadell sino de buena parte de Catalunya, el Centro Regional de Murcia vivió sus mejores momentos a finales de los años ochenta y principios de los noventa. A día de hoy, la falta de recambio generacional pone en entredicho su futuro, como el de buena parte de las casas regionales. Aún así, este año reciben la Medalla de la Ciutat, por su labor en el distrito 3 de Sabadell.

Es martes por la tarde y el bar del Centro Regional de Murcia está vacío. La televisión encendida y la pareja de origen sudamericano que regenta el establecimiento son la única compañía del espacio. Pero cruzando la puerta del fondo hay música. Una veintena de personas, todas de edad avanzada, ensayan con buen tono. Son el coro de la casa regional, que hace diversas actuaciones anuales, casi más de las que pueden llevar a cabo, según cuenta el presidente de la entidad, Juan Noguera. El tesorero hace cuatro cuentas y algunos miembros de la casa se explican sus historias.



Este sábado es uno de los días grandes del Centro, ya que organizan de nuevo el ‘Festival de Saetas‘ con seis cantaores: Víctor Placios, Carmen Corpas, Lolo de Jerez, Antonio el Trianero, José Gabriel Calderón y Pepe Hoyos. Las poco más de ochenta butacas se llenarán un año más.

Pero el 2012 no es, o no debería ser, un año más para la entidad, creada a mediados de los años 80. Y es que recibirán en mayo la Medalla de la Ciutat, en correspondencia al trabajo realizado en el distrito norte de Sabadell.

El presidente del Centro desde hace siete años, Juan Noguera, crítico y autocrítico, sindicalista, comunista y ateo, señala que el Centro Regional está en la parte baja de las entidades sabadellenses en cuanto al volumen de gente que mueven, y que en el barrio ya se han dado las medallas a otras entidades que lo merecían más, como el equipo de futbol. Es decir, se toma el galardón con prudencia y modestia. Aún así, está satisfecho.

Pero la satisfacción del premio no le hace olvidar el futuro incierto del Centro, como el de otras casas regionales. Buena parte de los socios tienen más de 70 años, su formación es muy escasa y no hay relevo generacional. “Sólo viene mi nieta y otra nieta de un socio a aprender jotas”, dice Noguera. Sabadell tiene 6.400 personas de origen murciano, pero la inmensa mayoría no están asociadas.

Sin savia nueva

Francisco Sánchez, uno de los impulsores del Centro en sus inicios, señala que las casas regionales tuvieron su papel mientras no había casales de abuelos ni centros cívicos, ya que “la gente venía aquí a juntarse, a echar la partida y a tomarse el café”. Ahora, sin embargo, van a los casales, más baratos y bien acondicionados. “Si no fuera por Juan (en referencia al presidente), el Centro ya no existiría”, dice Sánchez, cuya nieta también aprende jotas aunque sus padres prefieran que haga otras actividades extraescolares y, sobre todo, “que se centre en el instituto”.

El Centro recuerda con nostalgia el pasado, cuando se juntaban 300 personas en la comida anual y “mucha gente subía a Ca n’Oriac de otras ciudades para venir aquí”, dice Sánchez. Ahora, sin embargo, buscan su lugar. Al principio cuadraban los números con las casetas de la Feria del Caballo pero luego ni así. Además, este año se suprime el evento. Tampoco reciben subvenciones de su gobierno regional.

Se miran en el espejo de otras entidades y las ensalzan. Noguera habla maravillas de otras entidades de la ciudad como la Agrupación Andaluza de San Sebastián de los Ballesteros o el Centro Galego Nós, y también de la tarea de sus dirigentes.

Y si dicen que al mal tiempo buena cara, en el Centro mientras pasan la travesía del desierto y buscan su rol en el Sabadell del siglo XXI le ponen al mal tiempo la buena voz y sentimiento del coro, que es llamado a decenas de eventos y actividades cada año, tantas que casi no dan abasto.

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