ARTÍCULO DE OPINÓN
Manuel Navas. Sociólogo
La palabra no solo es un medio de comunicación, sino que es un componente clave tanto en la creación como en la transformación de la realidad social. Pero cuando las palabras, por más poderosas que sean, parecen no generar el impacto necesario para cambiar una situación o movilizar a la sociedad, surge una sensación de impotencia y frustración. En contextos donde la violencia o la injusticia se vuelven cotidianas, el lenguaje puede perder su fuerza transformadora, ya que las denuncias y condenas repetidas parecen insuficientes o vacías. Hablamos de la barbarie que está perpetrando el gobierno sionista de Israel con la complicidad internacional contra el pueblo palestino en Gaza y hablamos de los calificativos de esa masacre (genocidio, crímenes contra la humanidad, holocausto, exterminio, aniquilación, limpieza étnica, etc.).
Parece que la palabra ha perdido su auténtico sentido y razón de ser, al igual que la credibilidad de los organismos internacionales y del derecho internacional dado que las acciones y decisiones de estos actores revelan un fariseísmo abyecto que está conduciendo a la humanidad hacia una especie de ley de la selva, donde el más poderoso impone su voluntad sin restricciones. Aunque estas dinámicas, lamentablemente, son parte de nuestra realidad cotidiana, crímenes como los de Gaza las hacen aún más evidentes. Algunos lo llaman ‘ley natural’, reconociendo implícitamente que la humanidad no ha superado (ni superará) sus instintos más primitivos, y que somos incapaces de evolucionar, de comprender que vivimos en un planeta que compartimos, junto con otras, la especie humana, que somos, un eslabón más (que es probable no será el último) del proceso evolutivo.
Ninguna guerra imperialista, antigua o moderna, tiene origen divino. Ninguno de los dioses y mitos que la humanidad ha inventado a lo largo de la historia, que precisamente al tratarse de inventos/mitos, su propia idiosincrasia les impide que puedan decretar al “pueblo elegido” de turno, el guerrear, colonizar, expropiar, asesinar, exterminar a otros pueblos. Todo es más trivial, son guerras promovidas por humanos y cuyos componentes y orígenes son meramente económicos y geopolíticos. Cosa distinta es que los señores de las guerras recurran a la mística y la religión para ocultar sus insaciables ansias de poder económico y político y/o tendencia sociópata.
En un mundo donde todo sucede con extraordinaria rapidez y es una odisea analizar la avalancha de información interesadamente caótica y llena de bulos y fake news que recibimos, resulta indispensable contar con unos criterios básicos que nos permitan tamizarla para no caer en una dinámica acrítica aceptando como válido, sin más, todo lo que nos llega por cualquier canal que, invariablemente, está en manos de quienes fomentan la desinformación, sumisión e inercia de la ciudadanía. En las guerras y la geopolítica, preguntas importantes, entre otras, serían: ¿Quién lo fomenta y por qué? ¿Qué intereses hay en juego? ¿Qué recursos naturales hay en la región en conflicto? ¿Qué importancia geopolítica tiene la región? contrastando datos y referencias de diferentes fuentes. Las respuestas aportan pistas más cercanas a lo que en realidad sucede y el por qué.
Quien ha ordenado el exterminio del pueblo palestino, su destierro, e impide la existencia de un estado palestino, es el imperialismo sionista con Netanyahu al frente, elegido por la mayoría de sociópatas de un parlamento que tienen, por eso no lloran, de plomo, las calaveras que diría Lorca. Sin embargo, la campaña de destrucción no sería posible sin el apoyo y la subvención financiera y militar de países como EEUU o de la UE que los convierte en colaboradores necesarios de la barbarie.
Nos queda la palabra para denunciar el genocidio y nos queda la fuerza de la razón frente a la razón de la fuerza para resistir y movilizarnos de mil formas contra la monstruosa crueldad que diariamente perpetran impunemente esos homicidas, con más de 40.000 asesinatos y su arrogancia para forzar un conflicto mayor si cabe en la región y, quien sabe si, a nivel mundial y, en paralelo, exigir a nuestros gobernantes una beligerancia coherente con el “no a la guerra”.
Foto portada: destrucció després d’un bombardeig a Gaza. Font: WHO via ACN.