‘El racismo nuestro de cada día’, per Manuel Navas

ARTICLE D’OPINIÓ
Manuel Navas. President de la FAVSabadell
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Algunas premisas: el racismo, como ideología/comportamiento, es una construcción social (nadie nace siendo racista), que defiende la superioridad de un grupo étnico (español, ruso, estadounidense, catalán, alemán…) sobre los demás; el racismo, en sus diversas manifestaciones, con mayor o menor intensidad, tiene como denominador común promover el odio/rechazo a personas que tienen características diferentes (lengua, hábitos, costumbres…) a las del propio grupo étnico basándose en una supuesta superioridad cultural (etnocentrismo) o física (biologismo); el coctel de estereotipos-xenofobia-prejuicios-discriminación-racismo forman parte de la ideología neofascista. En consecuencia, un antifascismo que se precie, debe denunciar y combatir sin paliativos comportamientos y expresiones de esa índole vengan de donde vengan.

A resultas de los insultos racistas a un futbolista por parte de un sector de un estadio (viene a cuento decir que, este tipo de comportamiento en el deporte se produce, mayoritariamente, en el futbol, donde los insultos de todo tipo a jugadores, entrenadores, árbitros, es habitual en todas las categorías) medios de comunicación y periodistas de elite que juegan un papel significativo en su banalización/cobertura, se han rasgado las vestiduras por la evidencia del racismo estructural existente. No obstante, el fenómeno ni es exclusivo de España (lo cual no lo justifica) dado que más de la mitad de los europeos reconoce que el racismo es una realidad en la vida cotidiana, ni del deporte (se manifiesta en todos los ámbitos de la vida: institucional-político y social).

Los berridos racistas y xenófobos de la clase política son habituales en la medida que las fuerzas ultraderechistas que tienen por bandera el racismo y la xenofobia están cada vez más presentes en Gobiernos y Parlamentos en buena parte del mundo.

España, hasta ahora uno de los pocos gobiernos europeos catalogados de progresistas, que, con todos sus errores y actuaciones criticables, ha mejorado significativamente las condiciones de vida sociales y económicas de la ciudadanía y clases populares (en unas condiciones adversas por una pandemia sin parangón) y si no lo evitamos, puede dejar de serlo en beneficio de la derecha y el neofascismo con el retorno a tiempos grises y antisociales.

En terreno social, el racismo tiene su reflejo en múltiples facetas de la vida: el inmobiliario, las identificaciones policiales por perfil racial, el aumento de delitos de odio por xenofobia; la falta de integración laboral de las personas extranjeras, las trabas al empadronamiento, son algunas muestras, que sin ser tan visibles mediáticamente como los insultos a un futbolista famoso, lo deja patente.

Mención especial para el racismo lingüístico que está presente cotidianamente con calificativos peyorativos del tipo sudaca, moro, mono, ñordo, polaco, gitano, negro, colono, bollera, charnego, catalanufo, paki

Para dar pasos en la línea de superar la irracionalidad es necesario conocer y asumir el estado de la cuestión, sus orígenes y consecuencias, recordando, a modo de resumen, que la desigualdad (desarrollada a partir de la noción de poder y dominación) es el origen de la clasificación de las personas en función de variables como edad, color de la piel, orientación sexual, estatus, creencias religiosas…, dando lugar a construcciones sociales de las cuales, género, racismo y clase social son las de mayor enjundia. Y, en este punto, no puede omitirse que el racismo, como ideología, va más allá de la idea de la simple superioridad de una etnia sobre otra, al perseguir la eliminación del “otro” sea físicamente (esclavismo, holocausto, apartheid, ….) o mediante políticas de segregación y discriminación como las apuntadas.

Adoptar medidas de tolerancia cero contra el racismo en los estados de futbol es indispensable, pero poco se avanza si no se extiende a todos los ámbitos y se apuesta decididamente por fomentar una cultura antirracista desde los centros educativos; se realicen campañas ciudadanas; se sancione a los medios de comunicación, periodistas y contertulianos que normalizan mensajes racistas y xenófobos; etc. Por último, reconocer que acabar con el racismo es difícil en el modelo económico-social que vivimos, pero insistir en que, al ser una construcción social, es algo contingente, y, por lo tanto, eliminable, para lo cual, debemos asumir que todos/as sin excepción como parte de la especie humana, más allá lugar de procedencia y color de la piel y que nada es “puro”, todos/as somos mestizos/as (mismo ADN) y junto con las culturas, lenguas, costumbres, etc. fruto de procesos e interacciones históricas, es decir, que ni tienen cabida los misticismos esencialistas ni nada es eterno. Quizás así, podamos avanzar para acabar con la lacra de racismo.

Foto portada: el presidente de la FAV, Manuel Navas. Autor: David B.

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