ARTÍCULO DE OPINIÓN
Manuel Navas. Sociólogo
Sabemos que, en esencia, el objetivo de un partido que se precie es tomar el poder y aplicar su programa, para lo cual, en los sistemas democráticos, acude a las elecciones a la espera de que la ciudadanía le otorgue su confianza. Básicamente, la hoja de ruta del partido vencedor se centra en adoptar decisiones tendentes a cumplir su programa (sin perjuicio de cómo puede verse afectado en casos de coaliciones para conformar gobierno). Mientras que la hoja de ruta de los partidos perdedores trata de convencer a la ciudadanía de lo mal que lo hacen quienes gobiernan y lo bien que lo harían ellos si gobernasen. En cualquier caso, y en general, la posibilidad de cambiar democráticamente a un gobierno legítimo la tiene el pueblo soberano, bien directamente a través de las urnas, bien por medio de sus representantes mediante una moción de censura.
En consecuencia, la hoja de ruta social-económica-política de un gobierno de coalición de izquierdas-progresista como el de España incorpora el resultado del consenso teniendo en cuenta, entre otros factores, la correlación de fuerzas dentro de la coalición reflejada en temas como la espectacular subida del SMI, de las pensiones, el aumento sin precedentes del empleo, el avance en la igualdad de género, Ley de Vivienda, Ley de Memoria Histórica, la gestión del conflicto del procés, etc., y el haber situado a España de referente internacional, entre otros ámbitos, en la defensa de los Derechos Humanos ante el genocidio que el sionismo está perpetrando en Gaza o a nivel económico como motor europeo.
En la otra acera de la calle, tenemos la hoja de ruta de la oposición (extrema derecha-derecha extrema: PP-VOX) partidos que, la hemeroteca y su práctica, destapa su talante clasista, homófono, racista, antisocial y antidemocrático (nada nuevo bajo el sol) que, llevado a sus últimas consecuencias, les conduce a no aceptar el resultado de las elecciones, buscando mediante el fango y maquinaciones de todo tipo desestabilizar el país para lograr lo que no fueron capaces de conseguir en las urnas. En España ya tenemos la criminal experiencia del golpe de Estado perpetrado por militares golpistas, banqueros, grandes empresarios, terratenientes, jerarquía eclesiástica y grupos fascistas contra la II República, cuyo fracaso desencadenó la guerra civil con terribles consecuencias humanas y sumiéndonos durante más de 40 años en una dictadura. También el sainete de Tejero. Hoy, en otro contexto, los de siempre (extrema derecha-derecha extrema) vuelven a tirar del manual golpista.
A saber:
- a) no aceptan el resultado de las urnas porque no les favorece.
- b) mutan la justa crítica política por el insulto barriobajero crispando la sociedad mediante bulos y malas artes como respuesta a la hoja de ruta del gobierno legítimo que favorece socialmente a la gran mayoría de la ciudadanía y ser políticamente avanzada en el terreno de las libertades ciudadanas (ambas decisiones en las antípodas de su estrategia y de los intereses de las clases que defienden).
- c) crean una trama junto con el poder judicial (CGPJ obsoleto y jueces conservadores partidistas) y los medios de comunicación/redes sociales a los que subvencionan generosamente intentando construir la tormenta perfecta para derrocar al gobierno democrático y tomar el poder.
En definitiva, asistimos en directo a lo que se viene calificando de “golpe de Estado blando”.
Y para mayor escarnio, no ya a la inteligencia (que no parece abundar) sino al más común de los sentidos, se trata de una estrategia impulsada por una oposición (PP-VOX) que no solo carece de programa y propuestas más allá del NO irracional a todo: a la subida de las pensiones, del SMI, la ley de aborto, …., y un absurdo negacionismo sobre la buena marcha de la economía, el empleo, la igualdad de género, etc. sino que al tener decenas de personajes imputados/encarcelados, el PP está señalado internacionalmente como el partido más corrupto de Europa ¡y pretenden dar ejemplo! Si buena parte de sus votantes conociesen realmente quiénes son, de dónde vienen, qué defiende y qué proponen, más allá de falacias como “España se rompe o se hunde” y sandeces similares, probablemente, dejarían de votarles.
En la medida de lo posible y sin la mediatez de resultados electorales, debemos evitar que el humo ciegue los ojos y analizar con sentido crítico la hoja de ruta de los partidos y sus decisiones e interpelarnos por el modelo de sociedad que como especie humana y como planeta queremos/necesitamos a corto, medio y largo plazo y ser beligerante y sin condescendencias en la guerra cultural en la que estamos inmersos del bien contra el mal, del progreso social y ecológico contra lo retrógrado y el negacionismo.
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