‘La lucha vecinal, un sistema de vida’, por Ramón Giménez (Associació del Poble del Sud de Sabadell)

ARTÍCULO DE OPINIÓN
Ramón Giménez. Presidnete de l’Associació del Poble del Sud de Sabadell

Cuando se habla de lucha en nuestros días, es muy usual que mucha gente recurra a ideas o imágenes en blanco y negro, a hechos históricos importantes, a banderas, a talante de ayer teñido de pasado que se dio en circunstancias de otro tiempo. Hablar de lucha, para mucha gente, es todavía una acción respetable, incluso admirable, pero tremendamente desapegada.

La deriva desmovilizadora de los barrios es desde hace varios años un hecho fácilmente visible. Cuando a un barrio empieza a llegar ‘el progreso’, entiéndase como la construcción de un Centro de Atención Primaria, un Centro Cívico, Institutos, plazas nuevas y mejoras urbanísticas…, se propaga una sensación de sobriedad y orgullo entre la gente. La reivindicación da sus frutos, la lucha es útil y el barrio avanza. El problema viene cuando creemos que todas esas mejoras son imperecederas y que van a durar toda la vida. Desde ese momento, el orgullo y la sobriedad se vuelven un peligroso analgésico. Ahí nos topamos con un problema de fondo en el planteamiento del movimiento y la lucha vecinal; las conquistas de las condiciones materiales de vida necesitan algo más. O, en otras palabras, el barrio necesita siempre algo más.

Tan importante es luchar por la mejora de tu entorno, como por la vigencia de los avances a lo largo del tiempo. Si se lucha únicamente para conquistar mejoras, se está reduciendo, y mucho, el corpus del planteamiento de la lucha, y, en consecuencia, se está poniendo en peligro la supervivencia de la calidad de vida de la gente. Ahí radica, a mi entender, el reto principal de los movimientos vecinales de hoy; ser conscientes de que la reivindicación de los barrios no forma parte únicamente de un proceso histórico concreto que fue útil para los vecinos en una época determinada; sino que la reivindicación vecinal es un modelo atemporal y necesario en una sociedad como la nuestra. No importa qué gobierno dirija la ciudad, ni tampoco importa si el barrio ha mejorado sustancialmente, la lucha vecinal es, por encima de una herramienta coyuntural, un sistema de vida. Con garantías, por supuesto. Una manera de entender la vida en los barrios, de afianzar identidad colectiva y de tener la alarma de emergencia activada. De lo contrario, seguiremos con la cantinela de pan hoy y hambre para mañana.

Es el momento de dar un paso más en ese sentido. La lucha en los barrios empieza por la planificación del territorio. Y esto implica algo sumamente profundo: promover la idea de que son los vecinos y vecinas los auténticos protagonistas y no los gobernantes. Y cuidado, cuando se dice esto, no me estoy remitiendo a un mero eslogan. Ser protagonista implica que los vecinos son dueños de su destino, y esto trae consigo la idea obligada de que son ellos mismos los que deben expresar sus necesidades y anhelos. Expresárselas, obviamente, a la Administración de la ciudad, partiendo de nuevos espacios de  participación amplios; que permitan el diálogo constante y fluido de los vecinos/as con los gobernantes, con el fin de que éstos últimos materialicen las propuestas y atiendan las necesidades de los primeros. Ya no bastan (no debieron bastar nunca) únicamente las elecciones. El tópico de que las urnas son la mayor muestra de representación de los vecinos/as, es una afirmación hasta cierto punto ridícula a día de hoy para cualquier sociedad que se haga llamar democrática; pues limitarse a votar cada cuatro años, no trae ninguna garantía de progreso fiable para los barrios del siglo XXI.

Cuenta la voz del barrio, en el momento que toca. Es importante ser conscientes de que las políticas municipales deben estar diseñadas en función de las consignas vecinales, no en función de la opinión de técnicos ilustrados o de políticos que ni siquiera viven en el territorio. El ‘buenísmo’ político debe terminar. Se acaba el ‘todo para el pueblo, pero sin el pueblo’. Hacen falta menos buenas intenciones y más barrio.

Las políticas públicas deben estar supeditadas siempre a las necesidades reales del territorio, deben orientarse desde la base hacia los gobernantes, y no al revés. Para ello, una vez más, caemos en la cuenta de que, como siempre, esto solo es posible a partir de la organización continuada de los vecinos y vecinas de los barrios, legítimos protagonistas y héroes anónimos del tiempo que nos ha tocado vivir.

Foto portada: asamblea de l’Associació del Poble del Sud de Sabadell en relación al Mercado de Campoamor, en diciembre de 2019. Autor: cedida. 

Els comentaris estan tancats