As Bestas

‘Acentos’, por Josep Asensio

La verdad, he seguido con muy poco interés esa polémica sobre si es necesaria la tilde en la palabra solo, cuando significa solamente. Me niego a entrar en ese debate entre lingüistas y escritores, entre fanáticos de la pureza y destructores de la lengua escrita, como si un acento (fálico, lo llaman algunos), pudiera desvirtuar lo esencial del lenguaje, que es, la comunicación entre los humanos. No obstante, siempre he creído, como Javier Rodríguez Marcos, filólogo como yo, que “se empieza discutiendo a los expertos y se termina cuestionando a los profesores”. El caso es que el escritor Arturo Pérez-Reverte ha acrecentado la polémica poniendo ejemplos como estos:

“Lo dije no sólo una vez y no lo dije solo. Sólo uso la tilde cuando estoy solo, pero sólo para sentirme menos solo. Considere que el hombre solo habla con Dios y el acompañado sólo con quien lo acompaña. Ahora, escriba sin tildes esa chorrada que acabo de escribir. Y descifre”, para reafirmar su posición contraria a la desaparición de esa tilde.

Pero en las redes se ha mostrado una vez más el carácter ideológico de las opiniones, posicionándose a favor o en contra del escritor murciano, famoso por sus improperios y sus salidas de tono, según si estas venían desde la izquierda o desde la derecha.

Llámenme primario o superficial, pero yo creo que la lengua tiene que servir para entendernos, para respetarnos y ahí quiero reivindicar el acento, pero no ese que “se convierte en un asunto personal teñido de voluntad de poder” y se plantea “en términos de guerra cultural”. Me refiero a ese acento que nos caracteriza, que consolida nuestra personalidad, que nos hace diferentes, pero, al mismo tiempo, nos acerca a otros de nuestra especie, incluso a los que no tienen nuestra misma lengua.

Todavía recuerdo la pregunta que Pablo Motos le formuló a Roberto Leal unos días antes de convertirse en el nuevo presentador del programa Pasabalabra. Con esa prepotencia que le caracteriza, el director de El Hormiguero, quiso saber si Leal “iba a suavizar o a dejar su acento andaluz”. El periodista sevillano, algo descolocado al principio por la cuestión, le propinó un zasca de esos que se recuerdan para siempre:

“Los concursantes me entienden perfectamente, llevo veinte años trabajando en televisión, ahí no hay problema; a partir de ahí, a disfrutar; lo que tienes que ser es tú mismo y no un muñeco”.

Y esbozo una sonrisa por esa afirmación tan contundente en aras de una defensa de la propia personalidad, de la propia dicción, una polémica no resuelta en Andalucía porque todavía hoy se plantea si hay que renunciar a un acento característico para poder, por ejemplo, encontrar un trabajo. A propósito de este debate, es muy interesante el artículo Hablar con el acento andaluz: ¿sigue siendo un estigma o debe convertirse ya en orgullo?, escrito por la periodista Marian Benito.

Y fue precisamente la marca de cerveza Cruzcampo la que, en mayo del año pasado, lanzó un spot publicitario en la que preguntaba a varias personas si disimularían su acento por cualquier motivo. Las respuestas son claramente en la línea de una afirmación lingüística ligada a la personalidad andaluza. “Mi identidad no se cambia”, “el acento da raíz, da autenticidad”, son algunas de sus respuestas. La cuña publicitaria, por cierto, presentada por una catalana, acaba diciendo que hay que “sentirse orgulloso de aquello que te hace único”. De hecho, Cruzcampo pretendía emocionar de nuevo y recordar el aclamado vídeo con Lola Flores como protagonista virtual, que sacó el 21 de enero de 2021, el mismo día donde la artista andaluza hubiera cumplido 98 años. En esas imágenes, se reivindicaba ese acento “con el que se te escuche hasta el hipo” y ese “manoseo de las raíces” porque “de ahí siempre salen cosas buenas”. Y hacía un guiño a hablar como uno es, independientemente de si “eres de la Conchinchina, de la Línea de la Concepción, cajero de supermercao, catedrática o ministro”. “El acento es tu tesoro, no lo pierdas nunca”, acababa diciendo.

Y dos años después de aquel magnífico anuncio cargado de humanismo y de “poderío”, he podido comprobar que se está produciendo un fortalecimiento de ese acento, de esa esencia, de ese distintivo que, por mucho que les pese a ciertos abusadores del lenguaje, tertulianos endogámicos y periodistas chauvinistas. Esos ególatras, pretenden, ni más ni menos que menospreciar al diferente, instaurando una norma que anule, precisamente, las personalidades singulares. Y lo he visto en la magnífica serie La chica de nieve, adaptación de la novela de Javier Castillo. Ambientada en Málaga, los personajes no renuncian a su acento; al contrario, hace mucho más creíble la trama, a los propios personajes y a las situaciones. Y no, el andaluz no es visto como una variante “cateta” o “analfabeta”, sino como algo completamente normal. Lo mismo sucede con As Bestas, donde no solamente el título está en gallego, sino que los personajes, sean estos habitantes del pueblo o miembros de la Guardia Civil, no suavizan su castellano para hacerlo más “entendible”, como quisiera Pablo Motos; muy al contrario, el acento gallego confiere a la historia un valor único, una naturaleza y un carácter exclusivo. Sin ese distintivo, la película de Rodrigo Sorogoyen no sería lo mismo.

Y me alegro enormemente de que desde las artes, desde el cine, desde el teatro, se visualice y se normalice una realidad, sin engañar al espectador, a ser uno mismo y no un muñeco, como decía Roberto Leal. De hecho, también es habitual que, después de un tiempo, tendamos a imitar el acento del otro para acercarnos más a él o a ella. También es normal, porque para comunicar, para entenderse, para relacionarse y respetarse cualquier método es válido. “Ese toque personal que da el acento es una enseñanza muy viva de cómo las personas tenemos nuestra propia forma de ser y de expresar nuestra personalidad, de cómo el acento está presente más allá de lo fonético”, dijo el músico catalán Kiko Veneno hace unos meses en una entrevista. No puedo estar más de acuerdo.

Foto portada: un fotograma de la película As bestas.

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