‘Baño de masas, baño de sangre’, por Josep Asensio

Hoy se celebra en Tel Aviv la 64ª. edición del Festival de Eurovisión. Israel ganó el año pasado con una canción no exenta de polémica por un supuesto plagio, interpretado por la excéntrica Netta Barzilai. A pesar del desprestigio que algunos medios quieren darle a este certamen, la verdad es que en los últimos años parece que ha aumentado el número de adeptos, aunque la calidad de las canciones presentadas dista mucho de esa comercialidad que muchos intérpretes buscan. Normalmente ni la canción ganadora, ni las tres o cuatro siguientes, ni los cantantes, suelen oírse fuera de esa mágica noche. Salvo honrosas excepciones, quedan en un profundo olvido horas después del cierre de las votaciones. Destacable el caso del portugués Salvador Sobral que, tras ganar en 2017, es un ejemplo contrario a la norma. Su sencillez, su voz profundamente intimista, lo han catapultado al éxito especialmente entre el público español y portugués.

Así pues, el Festival de Eurovisión se convierte año tras año en un escaparate donde cada país quiere mostrar lo mejor de su idiosincrasia, aunque a veces no se logra, porque jurados, entes televisivos y público diverso se empeñan en traspasar la línea del ridículo eligiendo un determinado tema que va a marcar negativamente a ese país durante un tiempo. Hay que tener en cuenta que la mayoría de la gente no conoce exhaustivamente todas y cada una de las naciones que participan y se basa especialmente en tópicos establecidos o en lo que el o la protagonista de esa noche pueda ofrecer. Si es un esperpento, entonces la debacle está asegurada. Si es un éxito, siempre veremos con buenos ojos a ese país cuyo nombre cuesta recordar. Cosa de estereotipos y tópicos…

Israel no necesita presentación. De cara a la opinión pública posee un descrédito más que notable debido a su insistente obsesión por acabar con el pueblo palestino. A nadie se le ocurre ya pensar que se trata de una guerra, sino más bien de una limpieza étnica cuyos objetivos son muy claros: conseguir la eliminación de los palestinos hasta sus últimas consecuencias. Ya he escrito varias veces sobre este tema y no voy a repetirme. Las muertes sistemáticas, selectivas y concienzudamente preparadas, lo son porque la comunidad internacional permanece dormida y los estados del mundo permiten ese genocidio que solamente es denunciado por organizaciones civiles. Me estremezco cada vez que me llega la noticia de la detención de menores, de muertes que se podían evitar, de enfermedades producidas por productos químicos que son lanzados en Gaza o en Cisjordania, de suicidios de menores que no pueden soportar la presión de la muerte a su alrededor, de la destrucción de escuelas y hospitales que fueron construidos con dinero de la Unión Europea, de registros indiscriminados, de heridos que lo serán de por vida, de miradas desoladas, de militares sin alma que permanecen impasibles ante una mujer desangrándose a su lado. Y el dolor se apodera de mí cuando repaso la cifra de expulsados de sus casas en 1947, casi un millón, y siete millones los desplazados y refugiados obligados a hacinarse en la Cisjordania ocupada o en países vecinos. Muchos de ellos guardan como un tesoro las escrituras, los documentos y las llaves de sus casas como símbolo y como recuerdo para no perder ese vínculo emocional que los mantiene vivos.

Es evidente que Israel anhela limpiar su degradada imagen esta noche. Sabe que ese escaparate es un lavado de cara para que la comunidad internacional vea una Israel moderna, respetuosa con los derechos humanos, con la diversidad sexual. Por eso no ha escatimado en presupuesto (está prevista la actuación de Madonna, en un alarde de prepotencia económica indecente, un millón de euros pagados por el empresario canadiense-israelí Sylvan Adams) y el gobierno ha dado órdenes de parar los bombardeos sobre Gaza esta semana para no entorpecer ese hipócrita objetivo, sabiendo que pocos días después del final del certamen, volverán los asesinatos y la muerte. Se trata de una tregua falaz  y cínica que no consigue secar la sangre que todavía permanece en las calles de los territorios palestinos. De manera también engañosa, las autoridades israelíes han lanzado el lema “Dare to dream” (“Atrévete a soñar”) para potenciar el lado más “humano” de esta sociedad que tiene el terror como gran fundamento. Un eslogan que pretende representar la diversidad, la inclusión y la unidad como base que fortalece su comunidad. ¡Qué despropósito!

No obstante, la realidad es muy distinta. Los partidos ultranacionalistas ganan terreno en Israel. La solución de los dos estados queda ya muy lejos y la llegada de Trump al poder en los Estados Unidos rompe todos los puentes con las autoridades palestinas, siendo el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel una de las mayores afrentas de los últimos años. Nada parece indicar que la situación vaya a mejorar. Israel va a aprovechar el Festival de Eurovisión para enmascarar los miles de actos de protesta en todo el mundo, la mayoría emanados de personas y entidades que padecen todo tipo de amenazas y de coacciones por parte de autoridades afines al régimen sionista. La marea de ciudadanos es cada vez más importante, viendo el silencio cómplice de sus gobernantes. RTVE no se ha atrevido a denunciar nada y no ha apoyado el boicot que se le reclama desde estas asociaciones. Éstas van a convocar actos en todo el mundo para tratar de desenmascarar la mentira que se cierne sobre Israel.

Es precisamente el movimiento BDS el más activo en promover el boicot al Festival de Eurovisión, lo que no ha logrado en primera instancia. Sí que ha podido dar difusión a todo tipo de actos para reclamar esa visualización de la barbarie que todavía no implica una movilización de los gobiernos. Destacable el trabajo de la asociación “Córdoba con Palestina” y de otros que no cejan en su empeño de denunciar la utilización de estrategias farsantes para ofrecer la “cara más bonita de Israel para encubrir sus crímenes de guerra contra el pueblo palestino”. Si todavía nos queda un poco de dignidad, un poco de humanidad, deberíamos apagar la televisión en el momento que empiece el Festival de Eurovisión. “La venda” del cantante español Miki es precisamente una metáfora de lo que está pasando. Una ceguera real y tangible que nos imposibilita advertir lo que está pasando. Quizás Miki  y La Pegatina tendrían que  haber demostrado esa sensibilidad y negarse a participar en esa payasada., quitándose esa “venda” que les impide ver más allá del escenario donde van a actuar. Seguramente hubieran sido más admirados por su valentía, teniendo en cuenta su anunciado fracaso como concursantes. Así que solo nos queda la protesta simbólica que puede ser muy efectiva si conseguimos que el Festival de Eurovisión que se celebra en Israel sea el menos visto de la historia. Algunos creerán que es una estupidez y que no sirve para nada, pero todos los pequeños pasos en defensa de la dignidad de un pueblo oprimido, masacrado, aniquilado, valen la pena. Recordemos que después del baño de masas de hoy sábado llegará el baño de sangre, quizás horas después del espectáculo, a pesar de las sonrisas fraudulentas de los presentadores que van a intentar taparlo con un escenario ficticio lleno de felicidad que no existe.

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