‘Duelo de miradas, duelo de egos’, por Josep Asensio

Como si de una película del oeste se tratara, las tres derechas, idénticas en su concepción de España y de la vida en general, se han enzarzado en una especie de combate chulesco para ver quién la tiene más grande… la soberbia. Sorprenden en el fondo un poco estas bravuconadas, al más puro estilo machista, porque en el fondo se trata de una lucha de egos feroz, una guerra por el control de un país, en el que poco o nada importan las personas a las que dicen que van a representar. Lo de la “derechita cobarde”, lo de “a mí esos no me aguantan la mirada”, suena a “eso no me lo dices en la calle” o “vamos al descampado” o “tú y yo solos y nadie más”. Vamos, que han sacado lo peor de ellos mismos, si es que alguna vez tuvieron algo bueno. Y, por si fuera poco, un decrépito Aznar, intenta también envalentonarse con Abascal y con quien se ponga por delante, eso sí, con la misma vanidad y altivez de siempre.

Esto pasa porque tienen el mismo programa, exactamente el mismo, no nos engañemos, es decir, ninguno, o el de siempre. Por eso, cuando no hay argumentos, sacan de la chistera las pistolas dialécticas intentando hacer creer a su supuesto electorado que los tres tienen proyectos muy diferentes, para hacernos olvidar lo que ha pasado recientemente en Andalucía. Sorprende un poco todo este espectáculo cuando en el fondo su único objetivo, el de los tres, es sumar para echar a Pedro Sánchez y aplicar dos segundos después el artículo 155 de la Constitución en Catalunya. No hay más metas. La última insensatez, una más para la mochila de Casado, afirmar que Sánchez prefiere las manos manchadas de sangre a las manos pintadas de blanco, olvidando intencionadamente que ocho militantes socialistas fueron asesinados por ETA. ¿Se puede ser más obsceno?

La “emergencia nacional” proclamada por Albert Rivera no es más que la demostración de su fracaso como político. Es su emergencia personal la que esta en juego, porque sabe que es ahora o nunca cuando puede dar algún salto a algún sitio. ¡Qué lejos queda aquella petulante comparación con Macron! De hecho, ha perdido la gran oportunidad de convertirse en un partido centrista, liberal, como los que funcionan en Europa como partidos bisagra y para aislar a la extrema derecha. Su ego lo ha devorado de tal manera que ese juego del ratón y el gato ha servido para recordarnos, si es que lo habíamos olvidado, que no hace mucho se encontraba dentro de la extrema derecha, en Libertas, de la que parece ser recibió una millonada. De la supuesta moderación ha pasado a ser en un apéndice de Vox. Lo más increíble es que sus cargos electos y demás seguidores siguen diciendo que ellos no han pactado con Vox en Andalucía, que no, que no hay pacto, que no y que no. Debo ser yo que no entiendo lo que veo.

El “valor seguro” del PP presenta a una marioneta de Aznar, a un Casado que quiere demostrarnos cada día su blanqueamiento dental, pero que ha sacrificado la moderación, al estilo Puigdemont, y ha colocado a los suyos, que son, ni más ni menos, que otros títeres que quieren hundir Catalunya y que utilizan un lenguaje claramente franquista hablando de “comunismo” y de “rojos”. Parecía que esa etapa estaba ya superada, pero no. Hay un interés en el PP de Casado en transformar la bandera de España, la constitucional, en la de la “salvación nacional”, en la que tiene que echar a esos “rojos” que quieren desmembrarla, poco más que romperla en pedazos. Esa obsesión enfermiza por Catalunya, por utilizar la fuerza en vez de las palabras, es una muestra más de su cultura machista y chulesca. ¡Qué pronto se le ha olvidado la corrupción en su partido! Una corrupción que campó a sus anchas durante décadas y que tiene decenas de concejales y consejeros imputados o en la cárcel. Creo recordar que en Valencia todos, absolutamente todos los consejeros autonómicos fueron acusados. Y gran parte de los asistentes a la boda de la hija de Aznar, ¿no están en la cárcel? La trama Gürtel no forma parte de la Edad Media, no. Es algo que todavía hoy afecta a millones de españoles. En toda esta coyuntura, cada vez están saliendo más trapos sucios de la elaboración de pruebas falsas contra Pablo Iglesias y Podemos con el fin de impedir su acceso al poder en 2016. Todo apunta a Soraya Saénz de Santamaria, pero Casado queda muy tocado por este nuevo caso de corrupción que queda ausente en su programa electoral. Poco más que bajada del salario mínimo y toros por televisión. En definitiva, un giro muy contundente hacia la derecha más extrema pidiendo a gritos ese pacto con Vox que lo lleve a la Moncloa.

Abascal nos propone la “España viva”. Esa España que está construyendo a base de mentiras, de engaños concienzudamente preparados para que sucumbamos a un miedo que no existe en la sociedad actual. Pero eso qué importa… Todos con armas en nuestras casas por si acaso; gays y lesbianas confinados en sus casas, dentro del armario más grande del mundo; la mujer, la pata quebrada y en casa y ni rechistar del aborto; una plaza de toros en cada ciudad; construcción de muros en las fronteras; licencia para matar a cualquier animal que se atreva a sacar la cabeza; desmemoria histórica y vocabulario ofensivo hablando de huesos en vez de personas en las cunetas; despenalización del odio contra las minorías y persecución de todo aquel que  intente salvar la vida de una persona que llegue en una barcaza a cualquier playa española. Leyes del olvido para retornar a un pasado muy negro. Dicen que esa extrema derecha estaba en el PP escondida y ahora fluye, sin tapujos. Seguramente. Pero el problema es que Vox, PP y Ciudadanos son, en el fondo y en la forma, el tronco de un mismo árbol. Con diferencias tan mínimas que, si pueden, sumarán sus fuerzas para destrozar la ya frágil democracia española. Ese “constitucionalismo” con el que se llenan la boca es justamente lo contrario, pues los derechos que en ella se plasman, van a ser radicalmente aplastados. ¡Bendito Tribunal Constitucional! Nos puede salvar a todos y a todas…

Y Podemos, descuartizado, atomizado en cruentas batallas por el poder, que desembocan en una multiplicidad de pequeños partidos que no dejan de ser pequeños egos que tampoco piensan en la gente. Esa unidad que reclaman las bases es menospreciada por las cúpulas que prefieren morir en el intento antes que escuchar a los suyos. La eficacia de muchos de sus cargos, su gran pasión y su gran trabajo, pueden quedar destruidos como consecuencia de esos desaciertos y de esa ceguera.

Frente a esta situación, Pedro Sánchez nos invita a la moderación. Los electores son los que tienen la última palabra, pero el líder socialista ha ocupado un espacio de centro viendo la deriva radical de sus oponentes. Su prudencia no le exime de haber metido la pata en diversas ocasiones, pero sus propuestas tienen líneas claras, a diferencia de las tres derechas que solo quieren echar leña al fuego con el tema catalán. Las encuestas nos indican que la mayoría de españoles apuestan por esa ponderación, por esa cautela que nos lleve hacia adelante. A nadie se le olvidan los momentos nocivos de un PSOE que se olvidó de la gente cuando se bajó los pantalones ante los “hombres de negro” y cambió la constitución con nocturnidad y alevosía, pero la emergencia nacional es impedir que los lobos (que ya se quitaron hace tiempo la piel de cordero) invadan nuestra intimidad, rompan todos los consensos, por pequeños que sean, y hagan entrar los tanques por la Diagonal. Frente la chulería, palabras; frente la soberbia, humildad; frente al enfrentamiento, la convivencia.

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