Foto portada: una compradora a les portes d'un supermercat de Sabadell, amb el tiquet de la compra. Autora: Lucía Marín.

‘El boicot necesario (y 2)’, por Josep Asensio

“Cuando los empresarios se convierten en rentistas y en extractores de riqueza que generan otros en lugar de impulsores de la eficiencia, la competencia y la innovación se convierten en un lastre para la economía y el bienestar. No crean riqueza, sino que la destruyen”.
Juan Torres López, economista

“Ha vuelto a ocurrir: en mitad de una crisis económica motivada por la pandemia de la COVID-19 y la invasión de Ucrania, los principales bancos españoles baten récord de beneficios gracias, en gran medida, a la subida de los tipos de interés por parte de los diferentes bancos centrales”
Dani Domínguez, periodista

Vuelvo a uno de esos supermercados de pasillos relucientes donde el verde es el color predominante y donde veo a trabajadores ordenando los productos. Y observo, ya sin sorprenderme, que lo que iba buscando ha subido diez céntimos desde la última vez, desde la semana anterior. Dudo unos instantes entre dejarlo allí, quejarme al responsable o llevármelo sin rechistar. Finalmente, me dirijo a la cajera sin nada en mis manos y le digo con educación que cada vez que vengo los productos han subido cinco, diez o veinte céntimos. Me responde que me ponga en contacto con “atención al cliente”, pero yo le digo que no hace falta, que miles de consumidores han cambiado sus hábitos, de supermercado, desplazándose a uno en concreto de capital alemán, donde, además, hacen ofertas semanales, tienen productos veganos y ecológicos y parece algo más sensible a las dificultades económicas de sus usuarios. Otros, han vuelto a la tienda del barrio. Me mira y me confiesa que ella misma y su familia han hecho lo mismo.

Salgo un poco confundido, preocupado y algo culpable por haber descargado mi rabia en una trabajadora que no tiene ninguna responsabilidad en la subida de precios que impone su superior. Y me acuerdo de varias noticias que estado leyendo durante la última semana, entre las que destacan la del sueldo de Antonio Garamendi, el presidente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), 400.000 euros anuales, muy criticado porque es, además, el gran detractor de la subida del salario mínimo. La respuesta de Yolanda Díaz no puede ser más educada:

“Con un salario de 400.000 euros, Garamendi tendría que hacer entender que hay que subir los sueldos de los trabajadores. Estamos en crisis. La ciudadanía lo está pasando mal, así que le pido que se siente a negociar los salarios para el conjunto del país. Si la dirección de la CEOE se sube con esos salarios un 9 por ciento seguramente pensarán que sus trabajadores también tienen derecho a revalorizar sus salarios”.

Pero no; la respuesta de gran parte del empresariado español ligado a la gran distribución, ha sido contraatacar la decisión de reducir el IVA de ciertos productos de primera necesidad subiendo los precios. Es cierto que los costes de producción, la electricidad y las materias primas han aumentado sus precios, pero nos toman por tontos, eso está claro. Las principales compañías eléctricas (Iberdrola, Endesa y Naturgy) consiguieron en 2022 un beneficio neto conjunto de 8.530 millones de euros, un 31 por ciento más que el año anterior; Endesa ha sido la eléctrica en España que más ha incrementado su beneficio, un 77% alcanzando los 2.541 millones de euros; Iberdrola ha sido la que más ha ganado en términos absolutos con un beneficio neto de 4.339 millones de euros (un 12% más que en 2021) y ha cerrado el ejercicio 2022 con un 38% más de ingresos, 53.949 millones de euros; Naturgy ha reportado un beneficio neto de 1.649 millones de euros y ha incrementado sus ingresos hasta los 33.965 millones de euros, un 53% más que en las cuentas anteriores. ¿Nos están tomando el pelo? El nuevo impuesto del Gobierno para gravar los beneficios extraordinarios de las energéticas ya es recurrido en los tribunales por la mayoría; no podía ser de otra manera. ¿Y qué me dicen de las industrias petroleras? Ahora se ha sabido que subieron los precios de los carburantes para embolsarse una parte de la ayuda de los 20 céntimos por litro en la gasolina. ¿Cómo se le llama a eso? ¿Usura? ¿Estafa? ¿Atraco? La ruindad más absoluta.

Y vuelvo a ese supermercado y me viene a la mente la figura de Juan Roig, afirmando que “son los empresarios los que crean riqueza” y me acuerdo de toda su familia, de ese patriotismo barato que se olvida de inmediato en cuanto los beneficios de la empresa no son los esperados, prefiriendo instalarlas en Marruecos porque los sueldos son pírricos y los productos no pasan los controles sanitarios a los que sí obligan las autoridades europeas. Porque a Juan Roig le importa un rábano lo que comamos; ya se gastará una parte de lo que nos va robando en publicidad, en marketing pagado a cierta prensa que no para de machacarnos con las bondades de sus supermercados, con lo bien tratados que están sus empleados, con nuevas inversiones; una parafernalia manipuladora en la que caemos como moscas.

Y no me olvido de los beneficios de la banca, más de 20.000 millones de euros en 2022. Banco Santander, BBVA, CaixaBank, Banco Sabadell y Bankinter superaron todas sus expectativas y tuvieron unas ganancias récord, superando las del 2021, que ya fueron históricas, en contraposición al empobrecimiento de la población en general. Y ese impuesto a los beneficios de la banca también creado por el gobierno, va a ser recurrido por los grandes, porque para ellos no existe la solidaridad. Empresarios de toda índole, sin escrúpulos, prefieren ejercer la caridad, esa que se practica desde esa posición privilegiada de superioridad, de dominación hacia otra persona que se encuentra en una posición subordinada o dependiente; la solidaridad, por el contrario, se ejerce de manera horizontal, como una relación entre iguales que cooperan. Esta última, claro está para ellos, no interesa.

Por eso saben que es fácil embaucar a los pobres con gestos de lágrima fácil, “regalando” los excedentes de producción a bancos de alimentos que no pagan impuestos, “donando” dinero para aparatos hospitalarios, con la excusa de esa caridad, en la que se esconde la necesidad de blanquear dinero.

A mí no me engañan. Esas patrañas que esconden otros objetivos, que pretenden esconder esos beneficios tan escandalosos, solo pueden ser atajadas con leyes y decretos que obliguen a arrimar el hombro ante una situación económica agónica. Ferrovial, con su anunciada huída a Países Bajos para pagar menos impuestos, representa y mucho a esos empresarios que son “españoles para recibir y holandeses para contribuir”. Muy interesante el artículo Ferrovial, la constructora que nació en la dictadura, creció gracias al sector público y pertenece a la tercera fortuna de España para percatarse de la inquietante fuerza esos poderes fácticos, esos empresarios herederos de familias franquistas con muchísimo poder, que intentan socavar la democracia y desprestigiar a los gobernantes que prueban, con poco éxito de momento, ayudar en lo que se pueda a las frágiles economías familiares.

“Frente a los salteadores de bolsillos de la gran distribución y de la banca, necesitamos topar una cesta básica de la compra y las hipotecas de tipo variable. No podemos esperar más”, sentenció Ione Belarra hace una semana.

A mi entender, se quedó corta. Si una parte importante del empresariado español no quiere entender que vamos juntos en este barco, hay que obligarlos. No queda otra. La derecha nos hará creer que somos muy malos pidiendo lo que no es nuestro y eso forzará a muchas empresas a huir a otros mercados donde sean menos beligerantes con ellos. Otro pez que se muerde la cola. Y nos culparán de nuestras intenciones. Y acabaremos creyendo que los malos somos nosotros, que ellos crean riqueza y nosotros tenemos que estar callados.

“La verdadera intencionalidad de ese populismo empresarial es difundir un mensaje propagandístico que permita la eliminación de derechos sociales y laborales integrando la culpa en el trabajador. Para que cuando te quedes en la cuneta quede bien claro que ha sido por tu culpa. No te has esforzado lo suficiente”, escribe el periodista Antonio Maestre en el artículo El populismo empresarial y la cultura del esfuerzo.

Así ha sido siempre. No hay nada seguro en este mundo, pero, quizás, el boicot, en la medida de nuestras posibilidades, por pequeño que pueda parecer, sea un buen comienzo para empezar a cambiar las cosas.

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