Marimar Blanco

‘Envenenar el ambiente’, por Josep Asensio

He tardado un par de semanas en decidirme a escribir estas reflexiones que quiero compartir ahora con mis lectores. Básicamente, porque el tema del terrorismo levanta no pocas pasiones y no es fácil opinar sobre un asunto que no acaba de cicatrizar. Porque, a pesar de la desaparición de ETA, hace ya once años, ciertos sectores se empeñan en convencernos de que sigue viva, de que el peligro acecha tras las esquinas y que en cualquier momento puede explotar una bomba o dispararse una pistola en la nuca de alguien.

Con la misma contundencia que el pasado sábado 9 de julio reivindicaba la figura de Miguel Ángel Blanco, rechazo la instrumentalización en la que ha caído su hermana Marimar. No soy nadie para calibrar o medir su dolor, para decirle lo que tiene que hacer con respecto a sus sentimientos. Muy probablemente arrastrará ese pesar durante toda su vida, pero no puedo aceptar que se apropie de una figura, de un espíritu, el de Ermua, que nos pertenece a todos. Igualmente, todas esas víctimas lo son de todos y todas, son nuestras, de toda la sociedad y es indigno apropiarse de lo que significan. Marimar Blanco tiene todo el derecho del mundo a exteriorizar esa angustia que le corroe desde hace ya 25 años, pero, según mi opinión, comete un gravísimo error al aceptar la mentira como base para desprestigiar a una sociedad que, desde el respeto, intenta pasar página de una de las etapas más duras y más crueles de nuestra historia.

Porque el odio que lleva intrínseco la figura de Marimar, no se corresponde con la imagen de moderación y de trabajo por sus conciudadanos que representaba su hermano. Y ese rencor con el que se expresa ante las cámaras y en entrevistas en diversos medios de comunicación, es el reflejo de una frustración ante el paso dado por la sociedad vasca y española. De hecho, mintiendo descaradamente como el partido en el que milita, se desacredita de tal manera que no cabe más que el desprecio.

¿Por qué calla cuando ciertos homenajes a su hermano acaban con vivas a Franco? ¿Quien calla otorga, Marimar?

Afortunadamente, todo queda escrito y grabado y ante esos ataques furibundos contra todo el que piensa diferente, la prensa, los articulistas, le recuerdan a ella, a Feijóo y al PP, que José Mª Aznar se reunió con la banda terrorista ETA para negociar, para intentar lograr un alto el fuego; también acercó presos a las cárceles vascas y llamó “movimiento vasco de liberación” a ETA. Y es necesario recordar hoy y siempre que Javier Maroto, alcalde de Vitoria en 2013, recibió el apoyo de Bildu en diferentes ocasiones a proyectos municipales concretos y que siempre defendió que en esa formación vasca la gran mayoría desea la paz. Yo ya no me sorprendo de esta gente que nos quiere hacer comulgar con ruedas de molino. Las evidencias son tan claras que las mentiras se convierten en proyectiles que dan la vuelta hiriendo a los que las lanzan. Por eso resultan tan ridículas acciones que pretenden ni más ni menos que provocar. Un ejemplo.

Antes del inicio del debate del estado de la nación, el PP solicitó un minuto de silencio en recuerdo del asesinato de Miguel Ángel Blanco. Lo hizo a sabiendas de que incumplía la normativa. Aun así, la presidenta del Congreso de los Diputados aceptó la petición. El PP, también Marimar Blanco, esperaban con su acción dejar en evidencia a los diputados de Bildu, pero la sorpresa fue mayúscula al observar que todo el hemiciclo, absolutamente todo, se levantó y respetó ese minuto.

Porque sí, Marimar, Miguel Ángel Blanco es tuyo en la intimidad, pero es más de todos; también de esos a los que no quieres escuchar y te dicen mil veces que te trasladan ese pesar por el sufrimiento padecido. Y tú, Marimar, sigues pidiéndoles lo que ya te han respondido; pero no escuchas, sigues en ese bucle perturbador, en ese estado permanente de mentiras y más mentiras. Mientras, Mertxe Aizpurua repite mil veces “el compromiso sincero con el reconocimiento y reparación de todas, absolutamente todas las víctimas”.

Pero no, Marimar. Tú prefieres seguir mintiendo, seguir en esa senda hueca de propuestas y donde ya solo queda ETA para intentar que el electorado caiga en la trampa. Por eso quieres, queréis, hacernos creer que la ley de Memoria Democrática aprobada en el Congreso de los Diputados hace un par de semanas, está intrínsecamente relacionada con ETA, con sus víctimas y, en un alarde de falsificación de la verdad, de calumnias vergonzosas, indignas e infames, afirmáis que tiene que ver con el terrorismo, cuando única y exclusivamente se refiere a las víctimas de la Guerra Civil y la dictadura.

¿Tengo que volver a recordar que los tuyos, Marimar, quisieron engañarnos a todos los españoles en ese fatídico atentado del 11 de marzo de 2004, intentando convencernos de que había sido ETA la causante de la masacre?

Y cada vez son más las personas que entienden que la reparación, también personal y espiritual, pasa por hablar con los asesinos, compartir el dolor, compartir esos silencios, esos sinsentidos de una época que no debe ser olvidada, pero sí resarcida. Personalmente, siempre me he preguntado si puede ser beneficioso plantarse ante el asesino de tu padre, de tu hermano, de tu hijo, mirarlo a la cara, intentar comprender algo, empatizar, que él o ella empatice contigo. No lo sé. No he estado nunca en esa situación. Pero la película Maixabel me tocó de lleno; también la lectura de Patria, de Fernando Aramburu, y la serie producida a partir de su novela. Entonces entendí que el odio no va a ninguna parte, porque se enquista, se hace grande y no se puede controlar, convirtiéndose en un elemento tan peligroso como destructivo. Solo el perdón, el conocimiento de lo sucedido, de las circunstancias en las que ha tenido lugar un episodio determinado y la convicción de que hay que seguir caminando para encontrar los puntos de encuentro, podrá reparar para siempre esas heridas que aún supuran. Pero Marimar y todo el partido al que pertenece, prefieren el enfrentamiento, obviar los pasos que se dan en pro de ese entendimiento, la instrumentalización y la mentira. Así, muy probablemente, ganarán votos, pero perderán la poca humanidad que todavía les quedaba. Estoy convencido de que es mucho más reparadora y terapéutica la posición de familiares de Ernest Lluch y de Juan María Jáuregui, ambos asesinados por ETA, que apuestan por curar las heridas sin rencores. Pero, claro, para eso hay que estar hecho de otra pasta, poseer unas cualidades humanas de las que Marimar Blanco, claramente, carece.

Foto portada: Marimar Blanco.

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