‘Errejón: la opción necesaria’, por Josep Asensio

Partiendo de la base de que en política ya nada nos sorprende y que todo se asemeja más a un vodevil que a una práctica sensata, mesurada y responsable, la verdad es que la presentación de la candidatura de Íñigo Errejón a las elecciones generales estaba más que cantada. Su éxito en Madrid fue algo inesperado, pero abrió la puerta a considerar la opción de una apuesta más general, más de país. A nadie se le escapa que la rivalidad personal entre Errejón e Iglesias adquiere ya tintes dramáticos. Una amistad que fue y que se convirtió en un divorcio amargo que va camino de consolidar al líder madrileño como una alternativa creíble.

Estoy convencido de que el pacto del PSOE con Unidas Podemos fracasó como consecuencia de los postulados soberanistas de En Comú Podem. Me pueden decir que existe hacia Podemos una manifiesta animadversión de la casta, de las empresas del Ibex 35, del empresariado que todavía, mucho que nos pese, presiona a los políticos para que tomen o descarten determinadas decisiones; también que exista un choque personal entre Sánchez e Iglesias, algo así como un enroque ideológico en el que cada uno está en su sitio y nadie es capaz de moverse, además de esa aversión más o menos real. No obstante, a pesar de los bandazos de Pedro Sánchez, en la línea, en primera instancia, de un gobierno a la portuguesa (no olvidemos que cuando ganó las primeras elecciones lo primero que hizo fue viajar al país vecino), al acercamiento a Ciudadanos, después, al considerar a Unidas Podemos “socio preferente” para evolucionar a llamarlo “extrema izquierda”, no debemos olvidar que el tema catalán planea como un torpedo en el quehacer de la política nacional. Cualquier movimiento en falso, puede ser letal para las aspiraciones de cualquier candidatura y ya sabemos que salir de las brasas es bastante complicado.

En Catalunya, la aparición de Íñigo Errejón es, no ya esperada, sino necesaria para muchos. La deriva soberanista del partido de Ada Colau, la ambigüedad con respecto a las actuaciones de los secesionistas, un acercamiento cada vez más claro hacia los que reclaman acciones de desobediencia de todo tipo, el lenguaje que se asemeja en prácticamente todo al de los separatistas (presos políticos, estado opresor), el apoyo a la simbología partidista (lazos, pancartas…), la defensa sin equívocos de los radicales de los CDR y su apuesta violenta y, no lo olvidemos, la omisión premeditada de las luchas por la mejora de los servicios públicos, han convertido a En Comú Podem en un partido casi residual, al que los votantes castigaron especialmente en las últimas elecciones municipales. Una pena, puesto que muchos de los concejales de esta formación habían hecho un buen trabajo, que se fue al traste como consecuencia del acercamiento más que evidente de los dirigentes del partido a los principios más radicales de los secesionistas. No ha pasado inadvertida la opinión de Colau que considera la candidatura de Errejón en Catalunya una “agresión”, distanciándose de la prudencia de Pablo Iglesias y mostrando una preocupación por un previsible trasvase de votos de En Comú Podem hacia Más País.

Íñigo Errejón y Pablo Iglesias, en un míting en Sabadell el año 2015, entre otros dirigents de ICV, EUiA y Podemos. Autor: David B.
Íñigo Errejón y Pablo Iglesias, en un míting en Sabadell el año 2015, entre otros dirigents de ICV, EUiA y Podemos. Autor: David B.

En las generales de 2015 y 2016, consiguieron sentar en el Congreso de los Diputados a 12 representantes, mientras que en 2019 solo fueron siete, mientras que el PSC pasó de ocho a 12. Este resultado es la constatación del apoyo que esta formación mostró a favor del referéndum ilegal del 1 de octubre, al no abandono del Parlament de Catalunya en las sesiones en las que se votaban las “leyes de desconexión” y, en definitiva, al abandono de sus votantes que, en su mayoría, no son proclives a una Catalunya independiente, ni tan siquiera a aceptar un referéndum de autodeterminación. A todo esto hay que añadir el perfil claramente independentista de Jaume Asens y la hispanofobia de Gerardo Pisarello, que en nada contribuyen, ni a un entendimiento con el PSOE a nivel nacional, ni a un aumento de los apoyos en Catalunya por parte de sus hipotéticos votantes. Sin ir más lejos, esta semana, el propio Asens pedía una investigación sobre la actuación de los cuerpos policiales el 1 de octubre de 2017, lo que pone en evidencia lo lejos que está Podemos en Catalunya de los problemas reales de la gente. En Sabadell, el apoyo a la consulta Monarquía-República por parte de la única representante del partido morado, Marta Morell, muestra también este aspecto de abandono de la realidad. Destacar también el silencio cómplice de este partido ante las evidencias de violencia de los CDR.

Así pues, el aumento de votos al PSC proviene, de una parte, de antiguos votantes del partido de Ada Colau que, a pesar de considerarse de izquierdas, no encuentran un partido que les represente en ese sector. Muchos de ellos también votaron en su momento a Ciudadanos para las elecciones autonómicas, pues vieron en Arrimadas una opción más dura contra los que querían romper el orden constitucional.

Consecuentemente, la candidatura de Iñigo Errejón puede aglutinar a ese sector de casi un millón de votos que se alinea con las tesis federalistas, que considera que las personas están por encima de las banderas, que la lucha por unas pensiones dignas, la regulación de los alquileres, la subida del salario mínimo, la retirada de la Ley Mordaza y otras causas importantes, merecen ser tratadas mucho antes que cualquier otro aspecto. El monotema cansa y el deterioro de la vida de las personas es evidente, con innumerables informes que nos recuerdan los diferentes dramas de sectores como la infancia, la educación o la sanidad. Un dato nada desdeñable es el rechazo de los grandes sindicatos, CCOO y UGT a la denominada “huelga de país” prevista para el 11 de octubre, un claro aviso a los Comunes de que ese no es el camino y, de rebote, un guiño a Errejón para que su partido adquiera la filosofía federalista. De hecho, aun rechazando la aplicación del artículo 155 de la Constitución, no lo considera una línea roja para futuros pactos con Pedro Sánchez. Los sindicatos mayoritarios necesitan urgentemente un referente más transversal, más cercano a los problemas de los trabajadores y, especialmente, alejado de los grupos que alimentan la desobediencia y la violencia callejera, aunque ésta solo sean insultos, amenazas, coacciones y humillaciones. Todavía hoy, los Comunes no han rechazado las acciones de los CDR ni las agresiones a los periodistas por parte de grupos de independentistas.

La izquierda catalana hace tiempo que cayó en la tela de araña del independentismo y abandonó a las personas. Errejón tiene una oportunidad de rescatar a aquella Iniciativa per Catalunya que gobernó numerosos ayuntamientos y que, desde una concepción federalista de España, con una fuerte convicción ecologista, catalanista integradora y respetuosa y, sobre todo, con una firme carga social, puede acabar con esos personalismos, esos egocentrismos que impiden el avance hacia una sociedad más justa y equilibrada; una Catalunya donde sobresalgan personas como Joan Coscubiela y Lluís Rabell que la propia Colau apartó por su carácter “demasiado dialogante y constitucionalista”. Más País debería desembocar en Más Catalunya, con activos que fueran capaces, como Coscubiela, de aglutinar, de cohesionar, de rechazar el odio como arma que, si no se neutraliza a tiempo, puede acabar en un conflicto civil.

Foto portada: Errejón, en una imagen de archivo. Autor: ACN. 

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