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‘La necesaria mirada hacia Suecia’, por Josep Asensio

“En un mundo cada vez más estimulado y lleno de distracciones, la educación desde la infancia es clave para introducir de la mejor manera posible las herramientas para pensar, reflexionar, gestionar emociones. Las pantallas, si bien ayudan mucho en diferentes aspectos educativos de niños y jóvenes, deben ser introducidas con mucha cautela, escuchando las voces de los expertos y especialistas en neurociencia”.

Marian Rojas Estapé, médico-psiquiatra

“Si los adultos llegamos a casa, agotados del trabajo, y nos ponemos a mirar el móvil o a ver una serie facilona que no nos exija ningún esfuerzo, lo normal es que los niños nos imiten y, entonces, la lectura desaparece de la casa”.

Miguel Salas, profesor, escritor y experto en lectura adolescente

Hace un par de semanas, nos levantamos con la noticia de que Suecia eliminaba por completo la digitalización de las aulas, lo que significaba, también, echar marcha atrás a una decisión que las autoridades suecas habían tomado años atrás, eliminando por completo las pantallas y apostando de nuevo por los libros de texto como principal herramienta de aprendizaje. Su ministra de educación se mostraba muy preocupada por el nivel de lectoescritura de los niños y niñas suecas. Los resultados del informe PIRLS mostraban una puntuación de 544,11 puntos, bastantes menos que en la evaluación efectuada en 2016. Recordemos que la media española está en 522 y la europea en 528 puntos. En Cataluña, 507 puntos.

La realidad es que Suecia se mira a sí misma. Poco le importan los índices europeos, que son muy inferiores a los suyos. Pero esa bajada de once puntos con respecto a los datos de 2019 ha representado todo un terremoto en esa sociedad a la que nos gustaría parecernos en tantos aspectos. Cuando la política se pone al servicio de la educación para mejorar la sociedad, entonces la engrandece. No obstante, España y Cataluña están, estamos, en otro nivel, en otro planeta, diría yo. La preocupación no pasa de un mero sentimiento, de un pataleo, esperando que las autoridades tomen alguna decisión. Y esta llega tarde, mal y a salto de mata, sin una planificación bien estructurada, sin una base sólida a la que poder aferrarse. Basten unos datos para percatarse de la magnitud de la tragedia.

En Cataluña, únicamente el 3% de los alumnos posee una capacidad avanzada de comprender lo que lee y un 6% evidenció que su nivel era muy bajo, el 24% mostró un nivel bajo y el 43%, un nivel intermedio. La media de alumnos con un nivel de comprensión lectora avanzado en la OCDE es del 11% y el porcentaje de alumnos con un nivel alto es del 33%.

Los maestros son un colectivo bastante crítico, pero hace tiempo que dejaron de luchar; también los padres, que, o bien por falta de tiempo o porque ven imposible que se puedan producir cambios significativos, han preferido abandonar el carro de la unidad, algo muy importante durante los años 80 del siglo pasado y que consiguió no pocos avances en materia educativa. Algunos docentes se quejan en la intimidad de que la escuela se ha convertido en una guardería, donde priman más la preparación de fiestas (Castañada, Navidad, Carnaval, Sant Jordi, Final de Curso…) que el aprendizaje en sí. Ahora se le llaman ‘proyectos’ que, si bien contribuyen a forjar la personalidad del alumno, pueden hacer olvidar que lo importante en las primeras etapas de la enseñanza es la lectoescritura, la base de todo lo demás, la única estructura que debe quedar asentada y cimentada para ulteriores actividades. Hay algo peor que no saber leer: no entender lo leído. Y lo que llevamos observando los profesores de secundaria desde hace casi dos décadas, es precisamente eso, que nuestros alumnos carecen de las herramientas más básicas para poder entender textos más o menos sencillos.

Y esto solo se arregla con medidas contundentes. Pero ¿qué podemos esperar de una administración (española o catalana) que no es capaz de dar un golpe sobre la mesa y prohibir el móvil en la escuela con un decreto ley como han hecho en Francia? ¿Seguro que la ‘autonomía de centro’ favorece el impulso de la comprensión lectora? ¿No es verdad que la inspección educativa está ausente de la mayoría de las decisiones que se toman en escuelas e institutos? ¿No será también que la legislación es tan compleja que al final cada uno hace lo que quiere y lo que puede? ¿Esa laxitud, ese libertinaje disfrazado de libertad, no estará perjudicando a nuestro alumnado?

Y, ante la falta de medidas serias, ante la falta de reacción de un profesorado atrapado por el día a día y por la burocracia, a la Generalitat de Cataluña no se le ocurre otra cosa que lanzar un “Plan de bibliotecas”, basado en “el fortalecimiento de las bibliotecas escolares con dotación “intensiva” en 50 centros educativos de alta complejidad, y un plan de impulso en 200 centros con programación de gestión, plataforma de lectura digital y trabajo en red. A medio plazo, se prevé dotar un bibliotecario por cada diez centros”, según informa La Vanguardia. Parches y más parches, decisiones tomadas en los despachos por burócratas que hace siglos que no han pisado un aula y que desconocen la realidad de los centros escolares. ¿Hay miedo a coger el toro por los cuernos y actuar como en Suecia? Claramente sí. recomiendo a mis lectores la entrevista a Miguel Salas, experto en lectura adolescente, para que entiendan mejor el panorama.

La escuela en España se ha convertido en un galimatías, en un enredo de tal magnitud, en un desorden tan espectacular, que solo valen soluciones drásticas. Y estas no llegarán hasta que toda la comunidad educativa, toda la sociedad, tome conciencia de la importancia de la lectura para desarrollarse como personas. Claro está que aquí vuelven a entrar las élites, esos que solucionan los problemas a base de dinero; y este lo puede todo. Mientras la escuela pública está a expensas de la financiación del estado o de la administración autonómica, a la privada y a la concertada les basta con pedir dinero a los padres con cualquier excusa para poner en marcha planes verdaderos de fomento de la lectura. Ahí están los datos. Pero es que, además, ¿interesa a esas élites que los ciudadanos entiendan lo que leen? ¿No es más fácil manipularlos si no llegan a ciertos niveles?

En Cataluña, la Generalitat no se muestra sorprendida por la bajada de los índices de comprensión lectora en Cataluña y lo achaca, en gran parte, “al aumento de la población inmigrante que ha pasado del 14% en el 2006 al 35% actual”. Afirman que “es una población más desconectada con la educación, que acompaña o puede acompañar menos a sus hijos y cuenta con una expectativa menor sobre el futuro de los mismos”.

No sé si se trata de un comentario racista, clasista o las dos cosas. En cualquier caso, tenemos un problema y grave. Y la solución no es “impulsar” la apertura de bibliotecas escolares. Al menos no únicamente. La Fundación Jaume Bofill, urge al Govern a implementar actividades de lectura durante el verano para los alumnos más vulnerables y desde la Universidad de Valencia han impulsado un manifiesto “a favor de las bibliotecas escolares y el acceso a las lecturas en papel”. No es suficiente. Los expertos en neurociencia sostienen que escribir a mano crea muchas más actividades en las partes sensomotoras del cerebro y que muchos sentidos se activan presionando el lápiz sobre el papel o viendo las letras que se escriben. El profesor Carlos Javier González nos lo dice bien claro: Escribir a mano es recuperar el contacto con el mundo. En Francia ya hace años que los móviles están prohibidos en escuelas e institutos y se ha vuelto a los resúmenes, a las redacciones y a los dictados. Aquí, como siempre, tarde y mal. Sin un proyecto global no habrá avances. Y lo peor, no nos damos cuenta de que caminamos inexorablemente hacia la extinción.

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