‘La violencia, nunca’, por Josep Asensio

La democracia se basa en la aceptación de los resultados de unas elecciones libres, dentro de las leyes establecidas. El resultado de las municipales en Sabadell fue muy claro y dio como resultado también un claro vencedor. Nuestro sistema permite que la suma de los perdedores pueda acceder al gobierno y, nos guste o no, es lo que ha pasado en muchos municipios de España, entre ellos Barcelona. La derecha ha recuperado bastiones en donde el PSOE había quedado en primer lugar, gracias a ententes con Ciudadanos y Vox que, aunque pueda ser una aberración, clarifica muchas cosas, pero, ante todo, es completamente legítimo. En Sant Cugat, Junts per Catalunya, heredera de CiU y ganadora en los comicios del pasado 26 de mayo, se ha visto relegada a la oposición con la suma de los concejales de ERC, PSC y CUP. No me consta que haya habido violencia. Sí protestas por parte de los perdedores, pero no acciones que pudieran poner en peligro la integridad física de los miembros de los partidos que han llegado a un entendimiento.

Los actos vividos en Sabadell el pasado sábado merecen toda mi repulsa. No está justificado el lanzamiento de objetos ni los insultos recibidos por casi todos los concejales del pleno. Eso nunca. Porque, si bien existe el derecho a manifestarse, a protestar por un determinado pacto, eso no implica llevarlo al extremo al que se llegó en Sabadell. Viendo las imágenes observo mucho odio, mucha violencia contenida, mucho ardor guerrero, demasiada bilis que seguramente desembocará en nuevas acciones. Es evidente que estas solamente pretenden quejarse de la previsible retirada de la pancarta de los políticos presos y de los lazos de las dependencias municipales. Evocan también la frustración de las formaciones independentistas por haber perdido unas de las ciudades más importantes de Catalunya, y demuestran un no saber perder ante la contundencia de los resultados en nuestra ciudad. El independentismo rancio, antidemocrático, minoritario, salió a la calle con un ánimo que no es mayoritario en Sabadell. La base de la democracia es el civismo, y ésto, algunos no lo han entendido.

Me da la impresión de que tenemos que empezar a asimilar lo que ha pasado, seguramente empezando por mi mismo, y poner manos a la obra para levantar una ciudad dormida. Hay quien me dice que respete los 100 días de gracia. Es imprescindible hacerlo. Porque, en estas circunstancias adversas, quizás lo mejor es apostar por dar un voto de confianza, nunca un cheque en blanco, pero sí una puerta abierta a la esperanza de que algo se mueve en otra dirección. Como he dicho en otros artículos, el comienzo no es precisamente favorable, pero tenemos que convertirlo en prometedor entre todos.

Marta Farrés tiene ante sí varios retos importantes. No los voy a repetir aquí porque son de sobra sabidos. Los referentes a su pasado, es ella y solo ella la que tiene que demostrar su propio camino, su propia naturaleza. Pero para mí es muy importante que sepa liderar, que sepa empatizar con los concejales del pleno, con todos, y que, de una vez por todas, también lidere ese proyecto de ciudad inexistente. Mi modesta opinión es que debería contar con expertos, que los hay, gente de Sabadell que tiene mucho que decir, mucho que aportar y que, desgraciadamente, no son escuchados. Hay un sabadellenquisme oculto con criterios muy válidos a los que hay que tener en cuenta. Hay que buscarlos y atraerlos al proyecto que debe ponerse en marcha. Sabadell es algo más que calles y plazas, al menos eso pienso yo. Por otra parte, es esencial crear sinergias con otras ciudades del entorno. La tribalización no nos conviene y Marta Farrés tiene que ser capaz de crear complicidades con ciudades cercanas y compartir eventos y servicios.

A pesar de los esfuerzos que Marta Farrés pueda hacer, es imprescindible la colaboración de la oposición. Hay que recordar que no tiene mayoría absoluta y que está obligada a pactar cada uno de sus pasos. Lo vivido el sábado pasado  muestra una parte de la oposición dispuesta al obstrucionismo; no sugiere placidez, sino más bien revela que los obstáculos van a estar presentes en el día a día. No es el camino. Si queremos romper la dicotomía independentistas-no independentistas, hay que coger el tren en el que Sabadell sea el único destino. No me imagino a una Marta Farrés sectaria, devolviendo la Ronda Ponent y la Avenida de la Concordia a su estado anterior, retirando los carriles bicis, ni suprimiendo las petancas de la Plaça de la Llibertat. Quizás sea eso lo que más deseo, que estos cuatro años pasados de planteamientos dogmáticos y partidistas, permuten en un verdadero consenso que aglutine a todas las fuerzas representadas en el consistorio.

Nos jugamos mucho, todos y todas. Poniendo palos en las ruedas nos hacemos daño todos y todas. Somos un país donde el orgullo y la envidia prevalecen ante la humildad y el trabajo desinteresado. Toca pues, revertir esa situación. No está solamente en manos de Marta Farrés. Y lo sabemos. Si impedimos su trabajo, caemos todos. También si no lo vigilamos. Los ciudadanos no podemos votar cada cuatro años y quedarnos en casa. Esa labor de supervisión es también imprescindible. Estoy convencido de que pronto se pondrán sobre la mesa proyectos importantes. El anterior ayuntamiento ha dejado un superávit nada desdeñable y las cuentas saneadas. Ese es un buen comienzo. El siguiente paso es conjunto, con calma, pero con contundencia. No caben violencias ni intimidaciones de ningún tipo, ni la del lanzamiento de encendedores. Por ahí no.

Foto portada: Farrés, saliendo escoltada entre simpatitzantes y cargos del PSC, el pasado sábado. Autor: David B. 

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