‘Las últimas banderas’, por Josep Asensio

En 1967, Ángel María de Lera ganó el premio Planeta con Las últimas banderas, un magnífico relato donde se exponen los hechos acaecidos durante la ocupación de Madrid por las tropas nacionales. La novela indaga en el conflicto político mediante unos personajes que sufren y gozan al mismo tiempo, en la que subyace una atmósfera de incertidumbre, fatalidad y drama. Al final, la colisión entre bandos queda relegada a una pura anécdota y lo que verdaderamente importa es la angustia y el dolor de los individuos.
Hace tiempo que leí la novela de Lera y, por lo tanto, no recuerdo de manera exhaustiva cada uno de los pasajes. Sí, en cambio, lo que quería transmitir, ese desasosiego personal frente a un hecho histórico que marcaría para siempre el devenir de España. Permítanme que haga un paralelismo con lo que puede suceder mañana domingo donde las derechas van a enarbolar la bandera de la intolerancia, la del regreso al pasado más oscuro de nuestra historia, la de la confrontación como única salida a su falta de ética.

Tres derechas que son la misma y que, prostituyendo el sentido de la democracia, se atribuyen de manera exclusiva el símbolo que nos une. Autocares gratis “para todo el mundo”, sentimientos de una intensidad que friegan la indecencia, la violencia, incluso. Tres jinetes del apocalipsis que en modo alguno buscan una solución a un problema, ni a ningún problema.

Muy al contrario, han aprendido de Puigdemont, de Torra y de sus seguidores que el “cuanto peor, mejor” funciona; que las arengas a las masas izando las banderas produce unos frutos extraordinarios, que esa pasión por un trapo fabrica mentes planas que olvidan con una facilidad pasmosa la sangría de la corrupción, las muertes en los hospitales por falta de medios, los desahucios, la pobreza que se enquista desde hace décadas; en definitiva, abominables acciones de las que somos incapaces de reaccionar porque la sensiblería barata se traslada a nuestro estómago y mata al cerebro.

PP, Ciudadanos y Vox, hijos los tres de la misma madre y del mismo padre, convocan a los “españoles” a derrocar a Sánchez. Los tres “Guaidós” frente al “Maduro” Sánchez, que, haciendo filigranas encontró el término relator para apaciguar a ese independentismo supremacista que no va a cambiar ni una coma de su discurso, que reclamaba diálogo a Rajoy, pero que ahora lo niega ante tanta paciencia de un gobierno que lo busca incesantemente. El legítimo buenismo de Sánchez, que sigue creyendo en los Reyes Magos, pero que tiene claras intenciones resolutivas, choca con los discursos incendiarios de sus dos extremos, de la derecha retrógrada de PP, Ciudadanos y Vox, y de la otra derecha catalana, a la que le importa un rábano que cada día mueran seis catalanes esperando una residencia digna donde pasar sus últimos días.

Miles de banderas españolas van a ocupar mañana el centro de Madrid. Una bandera que a mí personalmente sí que me representa pero que otros van a pervertir en una acción que tiene más de sublevación que de manifestación. Cualquier partido liberal en Europa se hubiera apartado de la extrema derecha de Vox para reivindicar sus postulados de otra manera y en otro lugar. PP y Ciudadanos han perdido su norte, si algún día lo tuvieron, y ensalivan sus fauces a la espera de unas elecciones que imaginan letales para el “traidor” Sánchez.

La mano dura es la salida, el 155 permanente, la derogación del aborto, del matrimonio homosexual, las millonarias subvenciones a la caza y a los toros, la anulación de las leyes de Memoria Histórica, la negación de la lacra de la violencia de género o doméstica, o como se la quiera llamar, pero que mata.

En definitiva, esa bandera que debiera ser la de todos tapa los verdaderos objetivos de esos tres molinos que, con la rojigualda recubriendo sus paredes esconden a tres monstruos en su interior y que han sabido de manera perfecta colocar un anzuelo para que millones de “españoles” piquen y olviden sus penurias y sus desasosiegos, pasando a levantar un retal lleno de falacias y de mentiras.

En el otro lado, los secesionistas no quedan mejor parados. Siendo conscientes de la mejora que supondría para los ciudadanos catalanes apoyar las cuentas de Sánchez, están mareando la perdiz, ahora con esa especie de monigote, ya rechazado, que unos ensalzaban como el gran mediador y otros como un simple notario, sabiendo todos que era una completa patraña, porque Sánchez no es ni va a ser ningún traidor ni a la Constitución ni a la ley, y Torra y sus fieles no se van a mover del derecho a la autodeterminación. No aceptan migajas; lo quieren todo. Hace tiempo que los separatistas abandonaron a su pueblo. Creen, y eso es el gran drama, que la llegada de la extrema derecha al gobierno de España agitará a su pueblo y les legitimará para declarar la independencia de manera unilateral. Y si esa violencia eslovena que reclaman llega, poder “exiliarse” en Waterloo y que sean los catalanes de a pie, los pringados que ocupen las trincheras. Así las cosas, la mentira campa a sus anchas, se ha hecho la dueña de la situación. PP, Ciudadanos y Vox lo saben. Sus fake news llegan directamente al ciudadano desencantado que ya no cree en nada de manera que pasa a creer en una bandera.

No van a ser las últimas. De aquí a mayo se van a ver a miles, quizás a millones. La alineación de PP, Ciudadanos y Vox con las tesis más reaccionarias de Bolsonaro, Trump, Salvini y otros individuos negacionistas de la libertad tendrá consecuencias para una sociedad, la española, que ha avanzado mucho en derechos para las personas, que es lo que verdaderamente importa.

Ángel María de Lera lo exponía claramente en Las últimas banderas. Los dramas personales debieran ser lo que importa. Pero no vamos en ese camino. Los jinetes de la inconsciencia involucionista trotan alegremente pisando esos derechos con estandartes de colores y sus seguidores caen rendidos a sus pies, instalándose una especie de universo paralelo donde la irracionalidad también ocupa terreno de manera que Vox presidirá la comisión del Parlamento andaluz que se ocupa de la Memoria Histórica. Se masca la tragedia. Lo del domingo no es nada comparado con lo que puede venir. Mientras tanto, la izquierda, en sus batallas internas, en una diáspora continua que adormece a los suyos. Pero ya no se trata de izquierda o de derecha; está en peligro la democracia misma. Por eso es tan importante que el gobierno español, el de Pedro Sánchez, haya dado ya por fin el paso rechazando las pretensiones independentistas, únicamente dirigidas a la separación de España, y apostando sin fisuras por el respeto a la ley, aunque la verdad es que nunca se movió de ese lugar.

Foto portada: los máximos dirigents del PP, Pablo Casado, Cs, Albert Rivera, y Vox, Santiago Abascal.

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