“Es muy doloroso advertir la similitud que hay en estos momentos entre FELIPE, GUERRA Y AZNAR. Ni siquiera se distancian cuando el señor de las ‘armas de destrucción masiva’ incita claramente a lo que muchos percibimos como una llamada a un golpe encubierto para que Pedro Sánchez (que no ha recibido de momento encargo alguno del rey para su investidura) se vaya de Moncloa”.
María García, articulista en el digital opinionyargumento.wordpress.com
Resulta cuanto menos patético escuchar las declaraciones de Felipe González, de Alfonso Guerra y de José María Aznar. Tan sospechosamente semejantes, en una misma dirección. Y no debieran sorprendernos, puesto que los tres pertenecen a esa casta que fue capaz de engañar a todo un pueblo, uno con la autoría de los atentados del 11 de marzo de 2004 y con la afirmación categórica de la presencia de armas de destrucción masiva en Irak, metiéndonos en una guerra que la sociedad española en su conjunto rechazaba. Los otros dos, hijos de la misma madre, del abandono del socialismo entendido como una apuesta por la igualdad y la fraternidad. Felipe, en su yate, a lo grande, en todos los aspectos, con esa frivolidad de ricachón que se cree por encima del bien y del mal, por encima de todos y todas. Y Guerra, ese patético personaje de puño en alto en su juventud, insolente, de izquierdas de verdad. Decía que a España no la va a conocer “ni la madre que la parió”. Menudo cambio. Hace unos días, en una entrevista, Guerra aseguraba, refiriéndose al caso Rubiales, que “el mundo del fútbol es muy opaco, donde se reparten prebendas y se mantiene a la gente todos los años que quieran, cobrando un buen dinero y viviendo en una jaula de oro”.
¿Acaso no es su mismo caso y el de Felipe González? ¿Le sonará algo aquello de las puertas giratorias? El pasado miércoles los dos se abrazaron en la presentación del libro de Alfonso Guerra La rosa y las espinas. Allí faltó Aznar, pero seguro que le hubiera gustado asistir.
Y repito que no me extraña nada su posición porque aún conservan ese cordón umbilical que les ata a esa casta de empresarios, oligarcas y grandes fortunas que siguieron saqueando España durante la transición. La amnistía consecuente borró del mapa muchas cosas, pero dejó otras que han ido subsistiendo, que se han aclimatado a esta democracia imperfecta y que sigue presa de su pasado.
Ninguno de los tres movió un dedo por la memoria de los asesinados en la dictadura. Esa izquierda light de Felipe y Guerra nos hizo creer que el cambio iba a ser posible, que ellos pondrían las bases de una nueva sociedad. ¡Qué ilusos fuimos los que aplaudimos sus proclamas! No se atrevieron a tocar ni una sola línea de los acuerdos firmados con la Santa Sede, por poner un ejemplo, y así seguimos.
Con todo esto no estoy diciendo que la sociedad española no haya cambiado; claro que lo ha hecho, pero ha sido siempre el colectivo civil el que ha tirado del carro, muy a pesar de González, Guerra y Aznar. No tienen bastante con el daño que han hecho ya, que todavía quieren poner palos a las ruedas a aquellos que pretenden ni más ni menos que gestionar esa complejidad llamada España, con sus lenguas, sus demandas, sus agravios. Está en juego nada más y nada menos que la convivencia, pero a ellos les da igual. ¿Acaso han dicho algo de los pactos PP-Vox que están dándose en ayuntamientos y comunidades autónomas y que supone, entre otros disparates, recortes en la sanidad y educación públicas para apostar descaradamente por lo privado o concertado? ¿Les preocupa el retroceso que esto puede suponer en todos los ámbitos? ¿Han protestado por los flagrantes casos de censura en el ámbito cultural que ya se están dando? ¿Les parece normal que nieguen la violencia de género, que supriman becas comedor a miles de niños y niñas o las ayudas a mujeres maltratadas, que se recalifiquen terrenos protegidos en la costa para volver a construir, que desaparezcan Doñana y el Mar Menor como espacios naturales, que se ataque sin pudor al patrimonio lingüístico de millones de españoles?
No. No les preocupa nada de lo que tenga que ver con las personas. Hace tiempo que olvidaron que un servidor público es eso, un elemento garante de la tolerancia, del entendimiento, de los acuerdos como sustento de esa convivencia a la que hacía referencia antes. Y la mentira de la que nacen, de la que beben, les convierte en auténticos cadáveres a los que hay que rechazar por completo. Los ciudadanos no podemos, no debemos, caer de nuevo en la trampa que nos quieren construir. Porque esos discursos del miedo, del caos, de la fractura que supuestamente va a llegar si Pedro Sánchez logra el apoyo de “comunistas, etarras, separatistas y todos esos ‘malvados’ que solo desean el mal de España”, en palabras de María García, no tienen otro objetivo que lograr que “socialistas buenos” se unan a la cruzada contra el mal. A última hora, se ha unido el cuarto jinete, el que faltaba, también desbocado, Xavier Trías, culpando al PSOE de estar detrás del intento de golpe de estado de 1981. ¿Al PSOE o a Pedro Sánchez? Ver para creer…
Por eso estoy convencido de que tanto ese decrépito trío como el lobo con piel de cordero que representa Borja Sémper están trabajando para lograr los cuatro votos que necesitan para que Feijóo sea presidente del gobierno. Y lo están haciendo con nocturnidad, con alevosía, con sigilo, indagando en las vidas de esos 121 socialistas con el propósito de poder averiguar sus situaciones personales, sus anhelos, sus necesidades. Saben hacerlo; lo han demostrado cuando han gobernado, con la ayuda de esas cloacas que siguen fondeadas y adheridas a los cimientos del estado. Porque el “tamayazo” no fue una anécdota; se repitió en Murcia en marzo de 2021 y lo hace con cierta asiduidad cuando se produce algún caso de transfuguismo.
La advertencia de que suceda de nuevo en la votación de investidura de Alberto Núñez Feijóo la han hecho muy pocos medios de comunicación. Además, ellos mismos se han encargado de negarlo a los pocos días de lanzar la noticia, asegurando que en estos momentos eso es imposible. Déjenme que tenga mis dudas sobre ese silencio, porque, muy probablemente, es impuesto con la finalidad de dejar trabajar a las élites, a castas diversas, a empresarios cercanos al golpismo que, con su dinero, pueden cambiar, para bien, para muy bien, la vida de cuatro familias enteras. Tienen poder y una falta de escrúpulos inconmensurable. La excusa es la supuesta amnistía y diversas hipótesis relacionadas con un referéndum de autodeterminación y un grave ataque a la unidad de España. Un Aznar trastornado llamando a la insurrección en las calles y aplaudido por un PP que no sabe ya por dónde tirar; Felipe y Alfonso, callados, sumidos en ese silencio que hace un guiño a esos postulados reaccionarios. Son cuatro votos; solamente cuatro. Irán ciudad por ciudad, casa por casa. No pararán hasta encontrar a los que, desgraciadamente, estén más necesitados. Ojalá me equivoque. Si no, la democracia en España estará ya para siempre, herida de muerte. Permítanme que desconfíe. La historia nos ha enseñado mucho.
Foto portada: Felipe González i Alfonso Guerra.