‘Sí se puede, pero no se quiere’, por Josep Asensio

Que las democracias no son perfectas, lo sabemos. Que es el único régimen posible, también. En poco más de dos semanas se van a celebrar elecciones municipales en Sabadell. Una ciudad con unas características especiales, instalada en una decadencia más que asumida y con cantos de sirena más que electoralistas que pretenden despertar a un electorado sumido en la apatía. Parece que ha llegado la hora de los grandes proyectos, ante lo que se avecina, que es, ni más ni menos una indiferencia casi completa de la ciudadanía. Los candidatos y candidatas han escudriñado en sus mentes para poner sobre la mesa propuestas antiguas o atrevidas, con el único objetivo de hacerse visibles. Pero la realidad es que, a las llamadas a la participación, al debate, los asistentes son siempre los mismos, los mismos que hace 30 años.

En las últimas elecciones municipales, sí que había un objetivo común, que era apartar del gobierno de la ciudad a un PSC que aún a día de hoy, no ha renunciado ni criticado las prácticas de Manuel Bustos. Su candidata, Marta Farrés, mira hacia otro lado cuando se le espeta a criticar al que era su ídolo hace menos de una década, pero ensalza la “transformación” de la ciudad gracias a un alcalde que puede entrar en la cárcel próximamente. Su apellido nada tiene que ver con el de Toni Farrés con el que está a años luz en todos los aspectos.

En la izquierda local se trabajó, creo que honestamente, por crear una coalición que aglutinara a sectores comprometidos con el legado de Toni Farrés. Así pues, nació Unitat pel Canvi, en donde se agrupaban militantes de Iniciativa per Catalunya, EUiA y Podemos y que se quedó a tan solo 300 votos de ganar las elecciones. En esos momentos ya se produjeron dos anomalías. La primera, la aparición del partido de Marisol Martínez, expulsada de EUiA, y que intentó con éxito confundir a los votantes de Podemos, en un momento en el que el partido de Pablo Iglesias estaba en pleno auge. No voy a explicar las consecuencias que ha supuesto este hecho para la ciudad de Sabadell, entre ellas la imposibilidad de Joan Berlanga de ser alcalde y la continuidad de un bustismo encubierto que también refleja Marta Farrés. De hecho, las dos son las últimas herederas de Manuel Bustos, con el que mantuvieron un estrecho colaboracionismo. La segunda, la fuerte postura obstruccionista de Marta Morell en su enfrentamiento particular con el secretario general de Podemos, Ramón Vidal, y con Unitat pel Canvi en general. Incapaz de generar puentes y complicidades, incapaz también de atraerse a los militantes de Podemos y de cooperar por la unidad, optó por desacreditar a la nueva coalición y por pedir el voto para la Crida.

Cuatro años después, el panorama es desolador. En una ciudad donde son imprescindibles las sinergias, donde lo van a ser todavía más urgentes después de las elecciones, la fragmentación en este sector de la izquierda hace presagiar la debacle. Ramón Vidal perdió la secretaría general de Podemos a manos de Marta Morell. Parece ser que, de manera, vamos a llamarlo así, poco ética, pero Vidal prefirió no denunciar lo ocurrido ante el partido y apartarse a meditar. Esa meditación ha dado como fruto la formación de Ara Sabadell, una escisión de Podemos con claros tintes personalistas, incapaz, también Vidal, de llegar a acuerdos y de reconocer el trabajo de Joan Berlanga. Mientras tanto, ha habido una labor de síntesis alrededor de Sabadell en Comú, heredera directa de Unitat pel Canvi. Como hace cuatro años, se ha formado con militantes de ICV, EUiA y Podemos. Me consta que los esfuerzos han sido hercúleos para lograr ese pacto tan necesario, pero ni Vidal ni Marta Morell se han acercado a debatir, a hablar, a encontrar puntos en común. Ninguno de los dos aceptó la democracia de las primarias. Los dos siguen manejando los hilos en Podemos, de manera que sus militantes reciben información de Podemos-Círculo Decano (Ramón Vidal) y de Podemos (Marta Morell) como tal. Una anomalía que nadie sabe cómo reparar. Ara Sabadell ha iniciado su campaña con las mismas prácticas que Marisol Martínez, utilizando el verbo poder en sus manifiestos, en su publicidad: Ara sí, podem, señalan sus pasquines.

Marta Morell ha iniciado su lucha particular con el nombre de Podemos. Rechazada por todos, incluso por la sección local de EUiA, que se ha ido en masa a apoyar a Joan Berlanga, intenta ganar un protagonismo que no tiene a base de falsas proclamas feministas y sobre el principio de la necesidad de que por fin una mujer llegue a ser alcaldesa de Sabadell. Sin programa, sin apoyos claros en toda la ciudad, forma parte de ese trío de personalismos, junto a Marisol Martínez y a Ramón Vidal. Sus intentos de visualización le han salido mal, como el empeño en instrumentalizar la construcción de las pistas de petanca de la Plaça Llibertat. De hecho, es muy triste que los tres piensen en moverse en sus propios barrios (Vidal en Can Deu, por el empuje de Esther Lopera, Martínez en Torre Romeu y Morell en la Concòrdia) para sobrevivir, en un momento donde la cohesión territorial es imprescindible para que Sabadell vuelva a ser algo a cualquier nivel. La lucha está ya siendo feroz. Los tres se autoproclaman pertenecientes a la esencia podemita; por eso se recrean en perífrasis estafadoras. Marisol ha tenido que renunciar a su “Guanyem”, denunciando la maniobra del otrora amigo, Julián de Fabián, con estas palabras: “El hecho de que alguien utilice la democracia para presentar candidaturas fantasma con la idea de aprovecharse del trabajo de otros, me parece condenable, repudiable y un montón más de calificativos”. No sé yo…

Pero hay algo todavía más trágico, y es la fragmentación más que probable a la que se puede enfrentar nuestra ciudad; y que un solo concejal pueda imponer su criterio al resto, poniendo sobre la mesa también condiciones extremas. Ese troceado partidista y exclusivista puede ser, sin duda alguna, un obstáculo que impida esa unión, todavía inexistente, de la ciudad de Sabadell. Quedan un par de semanas para las elecciones, pero los augurios no son buenos. Se fortalece el dicho de que a Sabadell, cadascú va per ell y con él, el declive perpetuo y permanente. Ante las llamadas al diálogo, al consenso, parece ser que algunos y algunas prefieren mirarse su ombligo y prepararse discursos grandilocuentes, pero completamente vacíos. Ese carácter narcisista de la mayoría de candidatos y candidatas se aleja tristemente de ese trabajo en común necesario más que nunca para la supervivencia en todos los aspectos de nuestra ciudad. Si alguno de ellos o de ellas tuviera un mínimo de decencia y de dignidad, renunciaría a presentarse, ya no por apoyar al mejor situado, sino por el bien de Sabadell. Pero esto no pasará. El orgullo es más dañino que la envidia, y los dos juntos nos hunden a todos. Muchas veces pienso que este sistema proporcional impide avances, porque los diálogos y soluciones se enquistan en el tiempo. Los sistemas a doble vuelta, el que gana se lo lleva todo y por lo tanto tiene más fácil la gobernabilidad. Quiero creer que el votante es sabio y sabrá valorar la experiencia, el trabajo bien hecho calladamente, la ética en cada una de las actuaciones y desdeñará los personalismos egocéntricos; pero mucho me temo que el resultado va a ser casi unipersonal, lo que significará luchar más por tener un cargo (y un sueldo) que por mirar por los intereses de los ciudadanos a los que dicen que quieren representar. A cada cual su responsabilidad…

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