Ajuda humanitària

‘Teatro humanitario’, por Josep Asensio

“El lanzamiento aéreo de ayuda, además de ser una acción hipócrita, demuestra abiertamente la aceptación de Joe Biden y su administración del empleo del hambre por parte del gobierno de Netanyahu como arma de guerra, en clara violación del derecho internacional humanitario”.

Jesús A. Núñez, Economista y militar (retirado). Codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH)

¿Puede el cinismo convertirse en un aliado para manipular nuestras mentes? ¿Pueden unos cuantos paracaídas supuestamente cargados de alimentos hacernos olvidar el genocidio del pueblo palestino? ¿Es la entrega de 110 paracaídas “humanitarios” por parte de España a Jordania para que puedan ser utilizados como “armas” contra el hambre en Gaza, nuestra contribución al conflicto? ¿Se ha convertido todo ya en un espectáculo donde al ciudadano corriente le importa ya muy poco lo que pasa en esa zona del mundo?

Pues, desgraciadamente, las respuestas son afirmativas, según mi humilde opinión. Y ese teatro está consiguiendo poco a poco el objetivo primordial: que el genocidio pase desapercibido para la mayoría de la población, que los gritos desesperados de los palestinos y palestinas en las redes sociales, se apaguen lentamente, que mueran por las bombas americanas, poco después de haber comido el maná americano, por la falta de asistencia médica, por el hambre. Y después, el silencio.

Hace 23 años, Netanyahu dijo estas palabras:

“Lo principal es ante todo golpearlos duro [a los palestinos]. No una vez sino muchas, tan dolorosamente que el precio que paguen sea insoportable. Hasta ahora, el precio que han pagado no ha sido insoportable. Un ataque a gran escala a la Autoridad Palestina, provocándoles el miedo de que todo está a punto de colapsar. […] Especialmente hoy con Estados Unidos, sé lo que es, sé cómo son. EE.UU es algo fácil de dirigir y mover en la dirección correcta. No nos molestarán. E incluso si dicen algo… que lo digan. ¿Y qué? El 80 por ciento de los americanos nos apoya. ¡Es absurdo! Tenemos un gran apoyo allí. Y, ¿qué haremos con ese apoyo? La administración Clinton fue extremadamente pro palestina. No me asustó maniobrar ni confrontar con la administración Clinton. No me asusta ir contra la ONU. Estoy pagando el precio en el ámbito internacional”.

En estos momentos, está cumpliendo su plan, ante el disimulo y el mutismo de una comunidad internacional incapaz de reaccionar, muy probablemente como consecuencia de oscuros intereses que ignoramos.

Pero yo no me voy a olvidar de esas gentes que fueron engañadas de la misma manera que los judíos eran introducidos en barracones supuestamente para ser higienizados. Las duchas resultaron ser una trampa mortal. Los gazatíes creyeron esta vez que el monstruo no les engañaría y, no tuvieron otro remedio, abandonaron sus casas, sus pertenencias, y viajaron con lo puesto hacia el sur, hacia Rafah. Allí, por lo menos, salvarían sus vidas. Pero volvieron a ser engañados. Rafah es una cárcel donde son bombardeados cruelmente, sin ningún tipo de pudor, ya sea en la cola de una panadería o detrás de un camión que reparte harina. Israel pagará tarde o temprano esos asesinatos. También sus ciudadanos, mayoritariamente cómplices y colaboradores del genocidio.

Porque el objetivo de estos asesinos es ahora matarlos de hambre. Los que sobreviven a los bombardeos hay que eliminarlos como sea, poco importa si son niños o niñas o mujeres. O bebés que acaban de nacer y cuyas madres han fallecido en el parto por falta de medicación, de suero, de electricidad. Se están haciendo cesáreas sin anestesia. Pero ¿a quién le importa eso ya? ¿Le importa a alguien? ¿Le importa a los judíos repartidos por el mundo? ¿A quién le importa que todas, absolutamente todas las acusaciones de Israel contra la UNRWA, sean mentira? ¿A quién le importan los periodistas asesinados por Israel? ¿A quién le importa la destrucción de hospitales, de universidades, de toda la infraestructura civil?

Gaza es ni más ni menos que la representación de la humanidad en la que nos ha tocado vivir. Y, aunque pueda resultar dramático, esta se va completamente a la mierda. Así de claro. Perdónenme mis lectores si les amargo un poco el fin de semana, pero no voy a callarme ante la injusticia, no voy a caer en el hastío, porque si esa imagen de Anhar Saqr Al-Shanbari, una niña palestina que murió de hambre la semana pasada debido al bloqueo israelí al norte de Gaza, no es capaz de hacernos revolver en nuestro mundo de confort, es que estamos muertos. Y, desgraciadamente, el racismo, la rabia, el odio, está más implantado en nuestra sociedad de lo que imaginamos. Y cuando vemos a PP y Vox votando en contra de todas las resoluciones de ayuda al pueblo palestino, estamos muertos. Y cuando una ingente masa de soldados israelíes se hace fotos con los enseres incautados a los ciudadanos palestinos con el fondo de sus viviendas destruidas, estamos muertos. Y cuando Europa intenta desviar la atención sobre esta limpieza étnica, estamos muertos. Y cuando todo son palabras vacías de contenido y paracaídas efectistas pero engañosos, estamos muertos. Cuando un niño o una niña palestina no es igual que otro ucraniano, estamos muertos. Lo explica muy bien el periodista francés Edwy Plenel en el artículo Gaza, donde muere la humanidad:

“A esta escala de violencia, no se trata de daños colaterales, sino claramente de una estrategia de guerra dirigida contra todo el pueblo del que procede el enemigo particular: el objetivo de guerra proclamado por Israel, la aniquilación de Hamás, se ha convertido ante nuestros ojos en la destrucción de la Franja de Gaza, de sus ciudades, de su historia y su sociedad, de su pasado y su futuro, de sus lugares para vivir y trabajar. La consecuencia última es la aniquilación de su pueblo, expulsado de su propia tierra”.

Y con todo el dolor, escribo estas líneas, impotente, desconcertado por la inacción de los gobiernos de Europa, por su falta de compasión, por la tergiversación del lenguaje, por la mentira, en definitiva, por esa manipulación de la mayoría de políticos que quieren convencernos de que hacen algo y, en el fondo, son completamente cómplices de ese genocidio. Y me niego a caer en sus trampas, en sus desvaríos lingüísticos para que Israel no se vea damnificada. Y denuncio también desde estas líneas, el papel de esa prensa pagada por el sionismo que protege a los genocidas, que, en un ejercicio de una inmoralidad absoluta, lo encubre todo, lo manipula todo, le da la vuelta para que caigamos en ese hastío que nos tape los ojos.

Aunque no queramos verlo, nuestro silencio es también cómplice, porque, aunque nos quieran separar por razas, por religión, por nacionalidades, por lengua, somos uno, somos una sola humanidad. Nos puede tocar en cualquier momento. De hecho, ya nos tocó ser inmigrantes, pasar hambre, una guerra, destrucción y muerte. Pero, ¿quién quiere acordarse de eso? A nosotros nunca nos va a pasar, ¿verdad?

Comments are closed.