ARTÍCULO DE OPINIÓN
Manuel Navas, sociólogo
Hace apenas unos días, el pesimismo por el auge de la extrema derecha en Europa (y otros lugares) nos invadía a quienes somos conscientes del papel histórico que ha tenido esa nefasta ideología, con expresiones como el nazismo, fascismo, franquismo y sus derivados, que invariablemente han conducido a guerras, muertes, horrores, sufrimientos y miserias. Recuperar la memoria histórica ha bastado para que un sector importante del electorado que solía abstenerse por distintos motivos, haya tomado conciencia de que, con su actitud, estaban facilitando el crecimiento de la extrema derecha y el neofascismo. Así, el revulsivo de la consigna “¡No pasarán!” en Francia ha sido la espoleta que ha despertado la conciencia de cientos de miles de personas de izquierda y demócratas y si bien queda un largo y tortuoso camino por recorrer, ¡qué cunda el ejemplo!
Los resultados de las elecciones generales en Reino Unido y Francia, así como las municipales en Italia, constatan un cambio significativo en la tendencia, dando protagonismo a los grupos o coaliciones de izquierda-progresista, que unido al referente de España, Alemania y al tímido pero significativo cordón sanitario en la UE contra la extrema derecha, indica, más que un simple cambio de preferencia en el comportamiento electoral de la ciudadanía, es un auténtico toque de atención a las políticas neoliberales y racistas que postula la extrema derecha y que están siendo, en mayor o menor medida, asumidas en Bruselas y en no pocos gobiernos nacionales. Es preciso dar un giro significativo para que las mayorías que han votado por el cambio no vean frustradas sus expectativas porque, de lo contrario, las consecuencias son predecibles. Esto conduce a una reflexión imprescindible sobre dos de los factores con peso específico en este contexto.
Por una parte, la banalización de la extrema derecha y el neofascismo. El “¡No pasarán!” no puede convertirse en una mera consigna; debe dotarse de contenido para que alcance su verdadero significado. Estamos asistiendo a una guerra cultural sin cuartel, fruto del conflicto ideológico entre clases y grupos sociales que luchan por el dominio de sus valores, creencias y prácticas. Desde la óptica democrática, un arma cargada de futuro es la información objetiva. No desfallecer en desenmascarar sin complejos ni miedos quiénes son, sus orígenes, su papel en la historia contemporánea y sus objetivos hoy y ahora, es fundamental para desnudar su populismo. Sin información, aparece la desinformación y con ella, la manipulación está servida. Paradójicamente, la falta de información rigurosa respecto al papel de las ideologías y prácticas de la extrema derecha en sus diferentes vertientes es uno de los grandes déficits de la democracia.
Europa reclama con urgencia una regeneración democrática. En España, esto implica depurar lo que obstaculiza o impide el avance hacia una sociedad democrática y cohesionada en los ámbitos judicial, social, político, económico y cultural. Además, en aras del interés general, detener la difusión de bulos y noticias falsas, exigiendo una información veraz y contrastada.
Por otra parte, debe abordarse la migración sin paternalismos estériles, pero desmontando el argumentario xenófobo y racista. En el estado actual, en un mundo compuesto por 195 naciones reconocidas y sus respectivas fronteras, una población que supera los 8.000 millones de personas y una interdependencia global sin la cual sería imposible mantener todo el andamiaje, es crucial tratar la migración con objetividad y humanidad. Como contrapunto, tenemos el sistema económico que rige el mundo, cuya naturaleza, basada en el desarrollismo infinito (como si eso fuera posible) y en la explotación, expropiación y expolio de personas, territorios y naciones, produce inevitablemente países pobres y desposeídos y millones de personas que nada o poco tienen (la hambruna es, de largo, la principal causa de muertes evitables de la humanidad).
No existen respuestas fáciles a una situación tan extremadamente compleja que se ha ido construyendo a lo largo de la historia, en todo caso, cualquier análisis respecto a las causas y consecuencias del fenómeno debe tener presente que nos referimos a la especie humana de la cual formamos parte y compartimos el mismo ADN y que las propuestas deben contemplar múltiples elementos que afectan a los países emisores, a los receptores, a la dramática injusticia social existente y, en última instancia, al modelo económico. Lo bochornoso y disparatado es proponer el enviar buques de guerra para frenar a los cayucos y levantar muros contra los “moros” como proponen lumbreras de la extrema derecha y la derecha extrema.
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