Foto portada: asistentes a la recepción. Autor: David B.

Opinión de Antonio Santamaría: ‘Tres escenarios para una recepción (de Festa Major)’

El jueves por la tarde se celebró la primera recepción de Festa Major del actual mandato. Existía cierta curiosidad por conocer el estilo del nuevo equipo de gobierno, pero antes repasaremos los precedentes.

Durante la era de Antoni Farrés (1979-1999) estas recepciones fueron sumamente austeras como, en cierto modo, se correspondía con la personalidad del alcalde. Solían celebrarse en el patio del casal Pere Quart y reunían, tirando largo, quizás a un centenar de personas. Se trataba de un acto institucional donde el Ayuntamiento agradecía la colaboración a las entidades cívicas, empresas privadas, medios de comunicación y fuerzas de seguridad que participaban en la organización del evento, en la víspera del inicio a los festejos. Desde el punto de vista gastronómico el agasajo a los participantes se reducía a unas copas de cava y unas olivas, chips y pastas saladas.

El besamanos

Manuel Bustos (1999-2013) transformó el sentido institucional de la recepción de la era Farrés. Con el argumento de abrir el acto a la ciudadanía se multiplicó por diez el número de los invitados a la recepción. Si antes sólo se convocaba al presidente de una entidad, por ejemplo vecinal, con Bustos se hacía lo propio con la junta entera. Si antes, en representación de un medio de comunicación, acudía el director, el periodista y el fotógrafo para cubrir la noticia, ahora se invitaba a media redacción. Y así suma y sigue.

La Bassa de Sant Oleguer fue el escenario privilegiado de estos eventos. El amplio aparcamiento frente a las instalaciones facilitaba el acceso. En la puerta, diversos empleados municipales comprobaban la invitación, verificado el trámite, se cruzaba un pasillo al aire libre, con alfombra roja, junto a la piscina. Al final, te esperaban Bustos y esposa, a quienes saludabas antes de acceder al césped donde se había instalado una tarima para los discursos y numerosas mesas para las bebidas y el refrigerio.

Portavoces municipales y personal del consistorio, este jueves. Autor: David B.
Portavoces municipales y personal del consistorio, este jueves. Autor: David B.

Bustos hacía un florido discurso, acompañado por los portavoces de los grupos municipales. Con el tiempo, los grupos de la oposición se negaron a compartir tarima. El alcalde se fue quedando solo, al final únicamente acompañado por Jordi Soriano, portavoz del PP.

Tras el parlamento del alcalde se abría la veda del asalto a la ración. El numeroso público, que podía superar de largo el millar de personas, se lanzaba sobre las barras y mesas donde se servían excelentes raciones de queso, embutidos variados, croquetas, pinchitos, surtido de tapas… Todo ello regado con refrescos, vinos, cerveza, cava… a discreción. Por supuesto, también se servía un apetitoso surtido de repostería variado y café. Sobresaliente desde el punto de vista gastronómico.

Más allá de las delicias del paladar, la recepción bustista buscaba que los participantes sintieran formar parte de una cierta élite local, lo cual se reforzaba invitando a famosos y personalidades públicas de fuera de Sabadell. Todo ello, bajo el reconocimiento de la autoridad de Bustos quien, a través del evento, alimentaba el culto a su personalidad y se fortalecía como líder populista.

¿Todo esto costaría una pasta? –se preguntará más de uno. Sí, desde luego. Aunque, en honor a la verdad, antes del estallido de la burbuja inmobiliaria todas las instituciones representativas tiraban de veta al calor del boom de la construcción que ellas mismas alimentaban con los planes urbanísticos y la demanda de obra pública.

La crisis financiera acabó con la obscenidad del besamanos. Las últimas recepciones de Festa Major de la era Bustos se celebraron en el castell de Can Feu, bajo el signo de la austeridad. Ya no era lo mismo, faltaba el glamour de los primeros tiempos. Incluso, el ruinoso estado del Castell se convertía en una metáfora de la decadencia del bustismo.

Un toque cultural

Tras la caída de El Capo, su sucesor, Juan Carlos Sánchez, presidió dos recepciones. Una en el patio del Museu d’Art y la otra en l’Estruch, una elección de espacios que indica sensibilidad artística y cultural. En contraste con los discursos grandilocuentes de Bustos, el alcalde Sánchez pronunció dos parlamentos de carácter casi literario, trufados de citas y referencias bibliográficas; aunque en el último pronunció una suerte de testamento político.

Ir al barrio

Existía cierta curiosidad sobre cuál sería el estilo del flamante equipo de gobierno, presidido por Juli Fernàndez. La convocatoria presentaba dos novedades: se hacía en la plaza Pompeu Fabra del barrio de Torreguitart y el acto estaba abierto a toda la ciudadanía, sin invitación previa.

El alcalde llegó casi media hora tarde (al parecer venía de una inauguración). Flanqueado por los portavoces de los ocho grupos municipales, el mayor número desde la reinstauración de la democracia, hilvanó un prolijo discurso, quizás excesivamente programático. Al fin y al cabo, faltan poco más tres semanas para las elecciones ‘plebiscitarias’. No obstante, intentó suavizar el tono ideológico del discurso con diversas referencias personales a su reciente paternidad o a sus “pantalons ajustats”.

El catering volvió a las austeridades originales de resonancias farresistas: refrescos, vino blanco y tinto de la ciudad, olivas, patatas chips y quicos (o en sabadellense, churrucas).

A la recepción asistieron, poco más o menos, el mismo personal que acudía a las últimas recepciones juancarlistas. En los corrillos se habló de la precariedad de la composición del equipo de gobierno y su posible ampliación después del 27 de septiembre, que fue el otro gran tema de conversación. Todos los partidos están en campaña.

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