Alejandro Ruiz-Huerta

Opinión de Josep Asensio: ’40 años de la masacre de Atocha’

Un silencio sobrecogedor invadió la Jazz Cava de Terrassa el pasado viernes 23 de septiembre. Unas 200 personas pudieron escuchar en directo las reflexiones de uno de los supervivientes de la masacre en uno de los despachos laboralistas que Comisiones Obreras tenía en aquella calle de Madrid. Alejandro Ruiz-Huerta, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Córdoba y presidente de la Fundación Abogados de Atocha, se encontraba aquel 24 de enero de 1977 en la sede de CC.OO junto con otros ocho compañeros dispuestos a celebrar una reunión. Eran épocas convulsas a nivel político tanto en Madrid como en España. Pero la capital vivía además una huelga del transporte donde los sindicatos todavía eran ilegales y los miembros del tardofranquismo campaban a sus anchas. Los trabajadores ganaron el pulso a la empresa y varios pistoleros ligados a la extrema derecha se personaron aquella noche en el despacho disparando a sangre fría y matando a cinco de los presentes. Alejandro Ruiz-Huerta logró salvarse gracias a que el cuerpo de su compañero Enrique Valdevira cayó encima del suyo y a que una bala perdida impactó en un bolígrafo Inoxcrom que llevaba en el bolsillo de la camisa y que le había dado pocas horas antes otro amigo. La matanza, llamada ahora masacre, para no ser confundida con los atentados de 2004, fue un duro golpe para la frágil pseudodemocracia que empezaba a andar pero también la demostración de que un PCE fuerte en esos momentos podía liderar una transición tranquila.

Alejandro Ruiz-Huerta mostró una elegancia y una prudencia dignas de un profesor que pretende informar y convencer a su auditorio. Ya desde el primer momento sus palabras destacaron la importancia de salvaguardar la memoria de un país que todavía no ha cerrado sus heridas. Recordó cómo en España aún se encuentran enterradas más de 100.000 víctimas de la guerra “incivil”, como la llamó y que las personas mayores siguen bajando la cabeza cuando se les recuerda. Su explicación exhaustiva de todos los detalles anteriores y posteriores a los asesinatos impactó a un público que permaneció en silencio una hora y media y que fue roto solamente al finalizar con un aplauso cerrado y comedido.

El acto podría haberse convertido en un triste recordatorio de los hechos pero Alejandro Ruiz-Huerta supo permanecer cauto y reservado siendo fiel a un par de objetivos claros, el de narrar objetivamente lo sucedido y el de no olvidar el pasado para entender el presente y preparar el futuro. La mayoría de los asistentes vivieron los hechos y por tanto conocían muchos de los detalles explicados por Alejandro Ruiz-Huerta, pero sin duda su relato en primera persona iba más allá de una mera descripción, ya que al tiempo que desgranaba los pormenores de la acción, transmitía una paz no acorde con lo sucedido. Sus palabras huían en todo momento del rencor y confesó su no violencia, su apuesta por el diálogo. Destacar que en 1977 todavía era vigente la pena de muerte y en el juicio celebrado tres años después los abogados de los asesinados rehusaron pedirla.

Imposible explicar aquí las emociones vividas a partir de las palabras del único superviviente vivo, Alejandro Ruiz-Huerta. El recuerdo a sus amigos muertos sigue permanentemente en su memoria. También, en menor grado, el miedo que se transforma día a día en una necesidad constante de explicar lo sucedido a las nuevas generaciones. Por eso dedica su tiempo libre a recorrer escuelas e institutos incidiendo en la necesidad de conocer y de no olvidar. Desgraciadamente nuestra memoria arrincona ciertos sucesos clave que hay que desempolvar, limpiar y mostrar a los que nos suceden. Es un acto de justicia, no solo para recordar a los asesinados sino para comprender nuestra historia, nuestra imperfecta democracia e iniciar el camino hacia la transición real.

De hecho, Alejandro Ruiz-Huerta acaba su discurso insistiendo en que las circunstancias políticas en las que nos encontramos son consecuencia de una transición cogida con alfileres. A pesar de lo vivido hace ya casi 40 años, reivindica el consenso, el diálogo, el acuerdo y el pacto, en un extraordinario ejercicio de generosidad. No parece que vayamos por ese camino. La nueva política es para él eso, nueva, y por lo tanto imperfecta. El bipartidismo es todavía fuerte pero la sociedad española reclama con su voto más pluralidad y por lo tanto más entendimiento.

Alejandro Ruiz-Huerta ha sabido articular un discurso coherente, huyendo de términos morbosos y lacrimógenos. Con contundencia ha sabido tanto destacar la brutalidad de los asesinatos como retratar la actualidad, pero a mi entender ha bordado con elegancia la necesidad de transmitir a los más jóvenes los detalles del pasado para que no queden sepultados como los cientos de miles de cuerpos que siguen en las cunetas.

Yo solamente tenía 16 años cuando mis ojos se quedaron pegados a un televisor en blanco y negro al oír la noticia del brutal asesinato. Me acuerdo de aquel día como si fuera ayer. 40 años después, poder escuchar a Alejandro Ruiz-Huerta ha sido un regalo pues he sentido con él la tristeza y la pena, pero finalmente también la obligación del compromiso en la defensa de los valores más humanistas.

Alejandro Ruiz-Huerta se acercará en más ocasiones a Catalunya en este 40 aniversario de la masacre de Atocha. Invito desde aquí a todos mis lectores a asistir a su charla. No se arrepentirán.

Foto portada: Ruiz-Huerta, durante la conferencia. Autor: J.Asensio.

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