Opinión de Josep Asensio: ‘Una alarma llamada Pablo Iglesias’

Mira por donde tenía que llamarse Pablo Iglesias el que ha encendido todas las alarmas en la sociedad española. Confieso que lo creía nieto del fundador del PSOE, pero al investigar su historial, quedé sorprendido de las profundas raíces socialistas de sus padres que decidieron ponerle Pablo en honor a tan insigne personaje. Paradojas de la vida, éste líder indiscutible, capaz de atraer a un millón doscientas mil personas con apenas tres meses de vida, se ha convertido ya en la pesadilla de los dirigentes aferrados al poder y del PSOE  y a los que él llama ‘la casta’.

Tachado ya de populista, incluso de incitador a la violencia, él es consciente de este duro camino que le queda por hacer y, ajeno a los insultos de unos pocos, que se irán incrementando en los próximos meses, sigue con sus claras ideas de regeneración democrática. Para algunos, el hecho de renunciar a gran parte de la subvención otorgada por el Parlamento Europeo por sus cinco diputados, es un gesto completamente trivial, aunque a mi entender, tal como están las cosas, viene cargado de simbolismo y de una lógica aplastante.

Pablo Iglesias, en una imagen de archivo.

Aunque a él no le agrada que lo identifiquen plenamente con el movimiento 15-M, sí que es cierto que muchos nos preguntábamos dónde yacía el germen de la ocupación de plazas y de calles en marzo de 2011. Esa explosión ciudadana quedó relegada a las redes sociales y como pequeñas hormigas han estado trabajando para gestar otro movimiento, que no partido, llamado Podemos. Es precisamente la simbiosis de las redes sociales, de la colaboración de La Sexta y del carisma indiscutible de Pablo Iglesias lo que ha dado lugar a otro bombazo inesperado. Si bien las encuestas le otorgaban algún escaño, lo sucedido no era previsto.

La maquinaria de los poderosos ya se ha puesto en marcha. Unos cuantos auguran a Podemos un triste y corto paso por las instituciones europeas, tachándoles de frikis, melenudos y otros improperios, recordando también que el triunfo de José Mª Ruíz Mateos fue una especie de voto de castigo al gobierno, aunque la realidad fue que su elección le otorgó la inmunidad penal. Está claro que no es lo mismo y aunque en el voto a Podemos hay un porcentaje de indignación, también lo hay, mayormente, de ilusión.

Porque después del paso de diferentes gobiernos, de diferentes presidentes y ministros, hemos podido apreciar que la denominada ‘casta’ sí que existe, bien asentada, bien organizada, naturalmente en torno a los dos partidos mayoritarios. De hecho, según diversas fuentes, ya se han reunido para iniciar acciones para contrarrestar la aparición de Podemos. No sólo eso; en boca de la gente ya circula una encuesta en la que se plantea en qué empresa va a ser colocado Alfredo Pérez Rubalcaba cuando deje el PSOE. No es un chiste, es la pura realidad.

Pero entre los ataques que ha recibido en los últimos días Pablo Iglesias yo destacaría el de Felipe González, que en poco tiempo está dinamitando todo el quehacer de su etapa como presidente del Gobierno. Orgulloso de pertenecer a la ‘casta’, orgulloso también, supongo, de ser consejero de Gas Natural, con su millonario sueldo, advierte de la bolivarización de la política. Pablo Iglesias, con una prudencia extrema lo ha tachado de “patético” y se ha puesto a trabajar por la gente.  En este contexto, Manuel Rivas descalifica las palabras de Felipe González con una alegoría pajaril muy bien trazada a la que pone por título “Felipe y Podemos“.

Los eurodiputados de Podemos, hace unos días.

Otro caso, éste mucho más subliminal y alegórico, lo protagoniza el periodista Pablo Herreros. En su artículo titulado ‘La rebelión de los primates’, y referido naturalmente a Pablo Iglesias y a Podemos, no entiendo muy bien si existe una clara descalificación rayando el insulto o pretende alabarlos. Me inclino por lo primero, más por la afinidad en el medio en el que trabaja que por las explicaciones que da, pero es otro síntoma de la situación molesta que ha producido la irrupción de Podemos. Parece que las ofensas y los improperios son las únicas armas de sus enemigos.

Un último ejemplo lo pone un militante socialista de Albacete, Manuel Martínez Rodríguez. De una manera mucho más sencilla, orgulloso de pertenecer a la ‘casta’ y denotando un patetismo idéntico al de Felipe González, le pide a Pablo Iglesias que sume y no reste. Quizás este militante debiera pedirle al PSOE que rescate a Pablo Iglesias, pero al de verdad, perdón, que el otro no es de mentira, es bien real; que el PSOE gire no ya a la izquierda, sino hacia los ciudadanos a los que olvidó cuando Zapatero cambió la Constitución a favor del pago de la deuda y se rindió a los mercados, con lo que eso ha supuesto de empobrecimiento general de la población.

Hay miedo. Mucho miedo. Miedo a que la gente se alce contra los que ya hace tiempo que nos abandonaron. En el caso del 25 de mayo fue en forma de votos. Estos últimos días en forma de violencia en Barcelona. La gran coalición de la que muchos hablan está cercana. Las próximas elecciones generales serán las de la unión de los partidos pro-deuda. Así pasó en Grecia y, cuatro años después ha supuesto el hundimiento total del PASOK y el triunfo de Syriza, movimiento similar a Podemos.

Pablo Iglesias es un líder nato. Con una preparación indiscutible, rodeado de gente de todos los sectores, creencias y estudios, ha conseguido levantar a los adormecidos, a aquellos que creían que todo estaba podrido y no veían escapatoria. Su electorado proviene seguramente de antiguos votantes socialistas que se quedaron en sus casas, pero también de abstencionistas convencidos. Su mensaje, en suma, debiera ser el de todos los partidos, pero no es así. Las personas, la gente, son el eje de su discurso y es tan evidente lo que dice que muchos dudan que pueda llevarse a cabo alguna vez. Se le ha puesto cara a la utopía. Ahora veremos si llega a buen término.

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