Lucha de clases

Opinión de Manuel Navas: ‘Lucha de clases’

ARTÍCULO DE OPINIÓN
Manuel Navas, sociólogo

Para los creadores de opinión y el coro de políticos conservadores, neoliberales y socialdemócratas cuya principal razón de ser es representar al poder económico, la coincidencia en el diagnóstico y la solución de la crisis en la que nos han metido es absoluta: es imprescindible adaptarse a los nuevos tiempos.

Sean tertulianos, políticos, imputados o corruptos y/o del nivel de Luis de Guindos o Ana Mato, banqueros, intelectuales a sueldo o chamanes de todos los colores, incluso algún monarca con lento desarrollo neuronal. Todos, absolutamente todos. Los del actual Gobierno y los de la actual oposición, que a tales efectos tanto monta (sus diferencias básicamente es sobre el tempo de aplicación; no sobre las recetas), hablan de la necesidad, en un mundo globalizado, de aumentar la producción y disminuir el gasto social para ser más competitivos. Un discurso que persigue el mantenimiento del actual (des)orden establecido. Un discurso que viene a decir que estamos en el mejor de los mundos posibles. Pero un discurso que la cruda realidad de los hechos hace indefendible.

Porque como era previsible, se cumplieron los vaticinios de quienes desde el establishment acusaron de anti europeístas, y el euro y el modelo de Unión Europea al servicio del capital, ha resultado un fracaso estrepitoso, de consecuencias sociales tan catastróficas que lo invalidan como sistema por su incapacidad para satisfacer las necesidades humanas. Como sucedió con sistemas económicos predecesores, que cuando dejaron de tener sentido cedieron ante la pujanza de otros modelos, el capitalismo, que surgió como alternativa al feudalismo, no es inmortal. Objetivamente está agotado, aunque venderá cara su desaparición y su proceso de agonía durará el tiempo que la sociedad civil esté en condiciones de poner freno a sus crueldades.

Las gravísimas crisis que estamos padeciendo: económica (generando unas desigualdades abismales entre ricos y pobre); medioambiental (el desarrollismo obsoleto, irracional e insostenible, está acabando con los recursos del planeta); de hambruna (condenado a la muerte a millones de personas cada año), y psicológicas (destruyendo, entre otras cosas, el futuro de generaciones enteras) son motivos más que suficientes para calificar al capitalismo como sistema criminal y de asesinos, por acción o por omisión, a sus dirigentes.

Y pese a utilizar todos los medios habidos y por haber (socializadores, disuasivos y represivos) para convencer que la lucha de clases es una antigualla del pasado, lo cierto es que, sin negar la necesidad de contextualizarla, la lucha de clases como expresión del enfrentamiento entre clases sociales con intereses económicos y sociales opuestos, aparece hoy con una virulencia inusitada, debido en buena medida a que la clase dominante se siente fuerte y sin oposición tras largos años de domesticación política y sindical.

La lógica del sistema basada en una voracidad innata, insaciable e irrenunciable, tiene planteado un órdago en orden económico, político y social, configurando un campo de batalla de la que no es posible abstraerse porque la neutralidad no cabe. Aquí y ahora, todo el mundo, lo quiera o no toma partido hasta mancharse, porque el silencio y la pasividad nos convierte en cómplices, en la proporción que corresponda, de las atrocidades que están cometiendo.

La alineación en uno u otro lado de la trinchera dependerá de las circunstancias de cada uno, pero que nadie se llame a engaño, en esencia, y con los matices y lecturas que sean, o se está al lado de los poderosos, defendiendo el sistema capitalista y todo lo que implica, o enfrentándose a él, desde lo concreto, luchando contra los recortes en sanidad, educación, los derechos laborales y sociales y libertades políticas, los desahucios, los privilegios, el dirigismo, la corrupción, etc., construyendo desde ya, los orígenes del futuro.

Foto portada: Bloqueo de la industria Cubigel (Sant Quirze) por parte de trabajadores despedidos, en noviembre. Autor: J.d.A.

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