Tributo al jubilado griego. Autor: Jack Zalium

Opinión: ‘Grecia versus España’

Escribo estas líneas con el recuerdo todavía vivo del suicidio del jubilado Dimitris Christoulas, que conmocionó no solo a la sociedad griega sino a todo el mundo hace un par de semanas. Su carta, cuyo contenido adjuntamos, no ha dejado indiferente a nadie y tiene que hacernos reflexionar sobre lo que está pasando y lo que puede llegar:

El Gobierno de ocupación de Tsolakoglou ha reducido a la nada, literalmente, mi capacidad de supervivencia que dependía de una respetable pensión que, durante más de 35 años, yo solo (sin contribución del estado) he pagado.

Dado que tengo una edad con la que ya no tengo el poder de resistir activamente (aunque, por supuesto, no descarto que, si cualquier griego hubiese empuñado un kalashnikov, yo habría sido el segundo en hacerlo), no encuentro otra solución para un final digno antes de que esté reducido a buscar en la basura para alimentarme.

Creo que los jóvenes sin futuro tomarán las armas algún día y colgarán a los traidores nacionales en la Plaza Syntagma, igual que los italianos colgaron a Mussolini en 1945 en la Piazza Poreto de Milán.

También y más reciente, la muerte de cuatro personas esta semana en una chabola en Barcelona, una muestra más de la incoherencia de nuestra sociedad donde los bancos echan de sus casas a los inquilinos, se compran casas a un millón de euros, pero somos incapaces de ofrecer un lugar digno donde vivir y un plato de lentejas caliente.

Hace unos meses asistí a una conferencia que daba un economista. Confieso que soy reticente a acercarme a este tipo de actos, en los que quizás esperas soluciones a lo que no tiene; pero aún así decidí dar el paso, más por confiar en los organizadores que por, como digo, encontrar una salida a la difícil situación que estamos viviendo. La puesta en escena, sencilla pero atractiva y el público expectante por saber lo que esta persona nos iba a decir. Fue tremendamente claro: solamente hay una solución, como es mantener mínimamente el estado del bienestar y asegurar que los más desfavorecidos, los que están en una situación límite puedan sobrevivir.

Reconozco que las palabras se agolpaban en mi mente: “desfavorecidos”, “situación límite”, “subsistir”, “supervivencia”… Todos nuestros anhelos se desmoronaron en pocos segundos. Todas nuestras esperanzas se desvanecían como el agua que absorbe una esponja y alguien del público inquirió al conferenciante a que diera más datos, a que nos sacara de aquel impasse y ofreciera más alternativas. “No las hay”, declaró con firmeza, añadiendo posteriormente que la banca y los más ricos tenían que ser obligados a pagar este desaguisado para poder, al menos, conseguir una mínima posibilidad de subsistencia. Algo que ya sabemos y que llevamos mucho tiempo escuchando.

Salí de allí con el corazón en un puño, pensando en las miles, millones de personas que ya no van de vacaciones, ni al cine, ni al teatro, ni al restaurante, se quedan sin casa y que su única fijación es poder comer. Pues ni eso podía hacer nuestro querido jubilado griego. Su dignidad fue mayor que la bajeza de rebuscar la comida en la basura y tuvo la valentía de acabar con su vida, no sin antes acusar al estado griego de su situación y lanzar un mensaje claro a la juventud para que cuelguen a sus representantes en la plaza principal de Atenas.

Carta que dejó el jubilado griego antes de suicidarse
Carta que dejó el jubilado griego antes de suicidarse

Allí el índice de suicidios ha aumentado un 38% en dos años y la malnutrición acecha a los escolares griegos. Las escuelas carecen de material escolar y los militares empiezan a repartir comida entre los barrios más pobres. Ahora los amenazan con salir del euro e incluso con la expulsión de la Unión Europea. ¿Cuánto tardaremos en ver a los voluntarios de Médicos sin Fronteras en sus calles?

El economista acabó diciendo algo más. Y algo mucho más duro y doloroso. España está a menos de 24 meses de verse en la situación que está ahora Grecia. Los políticos que gobiernan dicen que saldremos de ésta y los ciudadanos de a pie vemos otras realidades. En Francia se radicalizan las posturas y Jean-Luc Mélenchon, ex-militante socialista y líder del Frente de Izquierda, pisa los talones a la gauche divine. Se reclaman cambios en otra dimensión. Los recortes no generan empleo, pero sí más paro. La sanidad y la educación corren peligro, pero también la cultura, las asistencias sociales, los dependientes, siempre los más débiles.

En todo este contexto se agradece que personas de la talla de Pichi Alonso se atreva a cuestionar los honorarios de los futbolistas y la ética de los grandes del deporte rey. “Si cobrara la mitad, Messi jugaría igual de bien”, declaró hace unos días, atacando también la falta de moral de los grandes clubes, con contratos millonarios de dudosa legalidad y cuentas nada transparentes. Los futbolistas viven gracias a la pasión, pero también al fundamentalismo de unos pocos o unos muchos, que deberían exigirles mesura en sus acciones y en sus cuentas. Poco importa si un equipo gana o pierde; los futbolistas y los entrenadores van a ganar lo mismo o incluso más y la masa con orejas de burro va a seguir apoyándoles. Pero, bueno, eso ya es otro tema.

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