Monseñor Rouco Varela

Opinión: ‘No aprenden’

Nada ha cambiado en la Iglesia española en estos últimos 30 o 40 años: retrógrada, anclada en el pasado, rencorosa, lejos de la realidad y, aún peor, mirando hacia otro lado en tiempos de crisis.

Hasta hace muy poco tiempo se manifestaban curas y monjas, del brazo de políticos de derechas, para reclamar una vuelta al pasado. Con sus banderas españolas al aire, pedían mano dura contra aquellos que solamente desean amarse, contra la liberalización sexual, contra todos los derechos adquiridos durante este tiempo, contra la democracia en suma, y contra todo aquello que significaba un avance en las libertades individuales o colectivas. Porque, claro, la Iglesia, la cúpula eclesiástica, siempre ha estado contra la gente que osaba tocar una pieza de un engranaje que ha funcionado perfectamente durante décadas.

Los socialistas tuvieron la oportunidad de ponerla en su sitio, con varias mayorías absolutas, pero hubo miedo y todavía estamos pagando una de las incongruencias más grandes de nuestra Constitución, como es declararse estado aconfesional y al mismo tiempo reconocer vínculos especiales con la Santa Sede. Ahora, por cierto, los Estados Unidos la señalan abiertamente como paraíso fiscal. Por si esto fuera poco, los colegios religiosos que separan en sus aulas a los niños de las niñas reciben cantidades astronómicas por parte de las diferentes comunidades autónomas, incumpliendo una de las leyes más ecuánimes de nuestra sociedad, la de igualdad.

Mientras esto no cambie, seguiremos bajo la dictadura de una Conferencia Episcopal que se atreve a amenazar y a coaccionar a sus propios correligionarios y hasta al propio Estado de derecho. Ahora no tienen escrúpulos en censurar, atacar y desautorizar a dos organizaciones católicas, Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) y Juventud Obrera Cristiana (JOC), que se han atrevido a publicar por escrito lo que ya vienen advirtiendo las personas que día a día ven cómo sus parroquias se llenan de gente diversa pidiendo ayuda. Precisamente esas personas anónimas que están en la órbita de Cáritas soportan y padecen la crisis que acecha a sus vecinos y dan la cara para poder aliviar el sufrimiento de esta gente.

Rouco Varela, el personaje más siniestro de la Iglesia española prefiere ignorar ese dolor apoyando a los ricos, a los poderosos, a los causantes en gran medida de este panorama. Nunca lo he visto, ni lo veré, repartiendo comida en la puerta de una parroquia, excepto para hacerse una foto de buen samaritano, ni evitando un desahucio. Mª Dolores de Cospedal se une descaradamente a él declarando que “el espíritu de la Semana Santa debe guiarnos en esta crisis”. Me río por no llorar. Todos sabemos su formidable y vergonzoso sueldo y, ahora más, su cinismo.

Ambos se basan en el “espíritu” para salir adelante, algo que no vemos, prefiriéndolo a la realidad. Una manera similar a mirar a otro lado. “Con la Iglesia hemos topado”, dijo Don Quijote a Sancho; yo más bien pienso que la Iglesia siempre topa y tropieza en el mismo peñasco, de tal manera que ya hace tiempo que, a base de tantos golpes, murió, se descompone y se pudre en soledad.

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