‘Ser mujer y trabajar, solo para valientes’, per Mark García (JSC)

ARTICLE D’OPINIÓ
Mark García. Secretari de Formació JSC Sabadell

Día a día, la llamada lucha feminista está a la orden del día en cualquier ámbito de nuestra vida; en el laboral, en la agenda política de nuestro país y, el que más nos afecta, en el doméstico. Es por ello que me ha surgido una pregunta con difícil respuesta, y es que; ¿nos hemos preguntado alguna vez si el trabajo doméstico, atribuido al género femenino, se le puede considerar esclavitud? Son múltiples las posibles contestaciones que se me vienen con la anterior pregunta, que van de la mano y están condicionadas dependiendo de la clase social en que esa persona
esté situada, en el tipo de persona que sea su compañero o compañera sentimental, o la calidad de conciliación laboral, si la tiene, que puede acceder esa mujer.

Primeramente, esta labor doméstica ha sido dada fruto del actual sistema global económico y social en que nos encontramos; el capitalismo. Dicho sistema se puede resumir, brevemente, en una manera de clasificar a los trabajadores y trabajadoras en diferentes niveles. Este da una impresión de justicia cuando un trabajador raso invierte las mismas horas que un superior en su labor, pero a la hora de comparar los sueldos, las diferencias son abismales. Asimismo, también se encuentran diferencias según tu género atribuido, los llamados “techos de cristal”. Es por ello
que históricamente las mujeres se hayan visto rechazadas y marginadas de esta sociedad en el ámbito laboral y educativo, que como bien enseñan las gráficas a nivel global, la presencia de hombres en la universidad sigue siendo mayor que ellas. Es por ello, fruto del miedo que se les ha generado, que se hayan visto obligadas a no desarrollarse como personas y se hayan limitado a trabajar por y para su familia, creando una dependencia directa del sueldo que su pareja le proporciona para vivir. Volviendo a la raíz de la pregunta sobre si ser ama de casa equivale a ser una esclava de tu familia, el primer factor es que no está remunerado. Y ni mucho menos asegurado por la seguridad social, haciendo que una mujer no pueda cotizar, y creando una futura dependencia aún mayor una vez su marido haya alcanzado la jubilación y la mujer ya no tenga oportunidad de empezar a trabajar. Asimismo, nunca se ha tenido en consideración de todos los accidentes que una ama de casa puede sufrir, con los riesgos que esta labor requiere.
Así pues, tal y como está considerada e integrada esta labor en el actual sistema, solo nos puede llevar a recordarnos a los tiempos de cuando la esclavitud era legal. Sin embargo, gracias al progreso que a lo largo de los años se ha ido dando y por las nuevas legislaciones en algunos países, hay millones mujeres que sí han podido salir en cierta manera de esta forma de esclavitud e integrarse en el mercado laboral. Pero, ¿de qué forma están integradas?

Encontramos que las mujeres son las más afectadas en la temporalidad de los contratos y son las más probables en realizar trabajos parciales, llevándolas a una profunda inestabilidad. Pero si esto no fuera poco, son las que tienen los sueldos más bajos de nuestro mercado.

A esto se le debe sumar el histórico acoso sexual que, indiferentemente del sector y posición en que estén situadas, es muy probable que estén destinadas a sufrir. Además, como anteriormente se ha citado, la existencia de los “techos de cristal” sigue abundando en todas las empresas, no dejando desarrollar sus carreras profesionales y perdiendo oportunidades de encontrar verdaderas genias. Todos estos factores hacen que las renuncias voluntarias abunden en las mujeres, volviendo a una situación de dependencia económica de los maridos, y volviéndolas a encerrar a trabajar sin salario ni seguridad en sus cárceles de pladur; sus hogares.

En definitiva, son abundantes los datos que no tan solo se nos proporcionan a la sociedad, sino los testimonios que cientos de mujeres se animan cada día a expresar y liberar. Testimonios que han sabido a ver y darse cuenta de lo que este texto explica y lo que las gráficas demuestran, que han sido ellas las que han sido obligadas a verse sin libertad de elección para poder alcanzar sus metas en un mercado laboral y capitalismo condicionado por un sistema patriarcal injusto que proporciona una desigualdad de poder y beneficios según al género al que se te atribuyó en tu nacimiento. Es por ello que la continuidad de la lucha feminista es tan necesaria, y una legislación firme y contundente para ayudarlas poder erradicar esta lacra. Porque como dijo Víctor Hugo: “La primera obligación de la igualdad es la equidad”.

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Foto portada: medicina de família a domicili.

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