Opinión: ‘¿Será que el Festival de Eurovisión todavía engancha?’

Hace ya varios años que España no remontaba en el Festival de Eurovisión. Y lo digo en pasado porque me ha sorprendido gratamente esta edición de 2012. Atrás quedaron otras épocas donde Massiel, Salomé, Julio Iglesias, Karina, Mocedades, Betty Missiego, Sergio Dalma y Anabel Conde dejaban el pabellón español en un digno lugar. El Festival era una especie de aglutinador de la familia y ese día, bocadillo en mano, todos se sentaban delante del televisor para animar a una España olvidada en Europa y que pensaba más en salir de la crisis económica y política en la que se veía inmersa.

El interés por el Festival fue decayendo año tras año, a consecuencia también de los resultados obtenidos por nuestros representantes que recibían las críticas de los ciudadanos por presentarse con temas o muy folclóricos o nada comerciales. Algunos intérpretes de renombre veían como sus carreras languidecían a causa del Festival y otros aguantaban el temporal como mucha paciencia y calidad. Los últimos concursantes, D’Nash, Las Ketchup, Son de Sol, Soraya, Chiquilicuatre, Daniel Diges y Lucía Pérez cosecharon derrotas nunca vistas y esto animó a RTVE a democratizar la elección mediante una sistema a través de Internet y de votaciones de los telespectadores en el último programa.

La cara del incombustible José Luis Uribarri, alma del Festival durante toda su historia, al ver el triunfo de un actor con una canción sin calidad era todo un poema. Rodolfo Chikilicuatre con su interpretación de “Baila el Chiki Chiki” representó a España en Belgrado en 2008 y el ridículo fue espantoso.

A nadie se le escapa que el sistema de votación promueve las afinidades lingüísticas, geográficas o amistosas y por ejemplo, Serbia ganó en el año 2007, incomprensiblemente, gracias al voto de los países limítrofes y con los que había formado Yugoslavia. Algunos de ellos incluso habían estado en guerra con Serbia y aún así obtuvieron el deseado voto que les llevó al primer puesto. Otros casos parecidos y habituales son los de los votos de Alemania a Turquía, los de Portugal a España y viceversa, los de los países nórdicos entre ellos y más actualmente los de Letonia, Lituania y Estonia hacia Rusia, Ucrania, Bielorrusia y otros estados fronterizos.

Así pues, la calidad de la canción, la puesta en escena, el o la cantante quedan en segundo término y los concursantes y los telespectadores forman parte de una farsa que dura ya varios años. Los artistas con un cierto caché huyen desesperadamente de este concurso porque saben que no les va ayudar para nada en su carrera profesional, más bien al contrario puede hundir para siempre sus expectativas de triunfo.

No obstante, algo empieza a cambiar en todo este mundillo, al que algunos parecen querer condenar a muerte. La pasada semana, el Festival de Eurovisión tuvo la segunda audiencia más alta de toda la década y más de siete millones y medio de españoles permanecieron delante de la pantalla atentos a los avatares del concurso, superando con creces los dos millones y medio que siguieron el partido amistoso de la selección de fútbol tres horas antes. La elección de una gran cantante, Pastora Soler, con un tema sin sobresaltos ayudó a colocarla en un muy digno décimo lugar y a poner de manifiesto sus grandes dotes de artista. El magníficol Baku Crystal Hall de la República de Azerbaiyán fue el escenario escogido para la gala, llamando especialmente la atención el cambio de colores de los cristales con la bandera de cada país participante, muy logrado a excepción de los que tenían algún motivo particular, como en el caso de Grecia o de Turquía.

Parece que aquel Festival casposo, olvidado y del que todo el mundo quiere huir se normaliza, vuelve a tener su gran momento y, como en el caso de esta edición, a pesar de algunos “frikismos”, prevalece el buen gusto, la buena música y una puesta en escena acorde con los tiempos que corren: moderna, espectacular, llena de agradables sobresaltos y mesurada. Aquellos a los que les daba vergüenza confesar que veían el certamen, pueden hacerlo ahora sin tapujos. Hay que ver para opinar y no opinar sin ver.

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