ARTÍCULO DE OPINIÓN
Manuel Navas, sociólogo
A cada época de la humanidad la dotamos de determinados rasgos para identificarla. Simplificando, una sola palabra abre las puertas a una cierta comprensión del tiempo al que se refiere: el renacimiento, la ilustración, la revolución industrial, la guerra fría, la globalización… son conceptos históricos que utilizamos para describir periodos específicos de la humanidad y que sintetizan sus características culturales, políticas, económicas y sociales.
No es fácil definir el momento histórico actual, pero el concepto de ‘sociedad líquida’ propuesto por el sociólogo Z. Bauman es una metáfora útil para describir un mundo donde nada es permanente y todo fluye y se transforma rápidamente. En este contexto, las estructuras sociales, económicas y políticas son inestables y efímeras. El impacto de esta realidad dependerá de nuestra capacidad de adaptación y resistencia, determinando el rumbo que tomará el planeta y la humanidad y la disyuntiva, a riesgo de ser simplista, se resume en la frase “progresismo-ciencia versus barbarie-negacionismo”.
El primero, dentro de la dinámica habitual de la especie humana en nuestro inacabable camino, basado en el ensayo-error, está lleno de incertidumbres y a la vez de esperanzas, exigiendo un mayor grado de compromiso personal y colectivo y la defensa de los valores republicanos esenciales de la igualdad, la legalidad y la fraternidad, lo que no es fácil en las actuales circunstancias. El segundo, más ramplón, integra las represivas, sangrientas y crueles prácticas que las castas poderosas han ejecutado a lo largo de la historia contra cualquier forma de progreso, utilizando la ignorancia y las supersticiones creadas para tal fin. La historia está repleta de tales barbaries.
Aquí y ahora, para quienes se oponen al progreso, las brujas se llaman migración, feminismo, justicia social, etc. y ya no usan la hoguera sino instrumentos democráticos para subvertir la democracia y recortar -ley en mano adecuada a sus intereses-, derechos y libertades sociales, políticas, económicas y culturales y asolar al planeta con un desarrollismo interminable como si no hubiera un mañana. El “drill, baby, drill” de Donald Trump versus “green, baby, green” de Pedro Sánchez ejemplifica dos modelos antagónicos de organización social y desarrollo global.
Y como suele ser habitual en todas las épocas, aparecen los populismos con sus chamanes y gurús con sus motosierras para, aseguran, solucionar todos nuestros males en un santiamén, que no son otros que la migración, la justicia social, el feminismo y todo lo relacionado con la ideología woke, es decir, el reconocimiento de las desigualdades estructurales en la sociedad. Y si una persona psicópata en general se caracteriza por carecer de remordimientos, mostrar un egocentrismo patológico y una tendencia extrema a la mentira y la manipulación, resulta inevitable asociar tales características con determinados dirigentes políticos, unos ya fallecidos y otros presentes, unos lejanos, otros cercanos y otros en nuestra casa.
Entre ellos, porque así lo han querido millones de votantes, destacan los delirios enfermizos del presidente del país más poderoso del mundo con sus amenazas imperialistas imposible de ignorar o banalizar, por las gravísimas y desestabilizadoras consecuencias en el ámbito internacional: la expulsión de millones de migrantes; conquistar Groenlandia; convertir Gaza en un resort; apropiarse del canal de Panamá; la imposición de aranceles a cualquier país que no acate sus dictados; el desprecio abierto por el derecho y las organizaciones internacionales y todo lo que dicte su gobierno de milmillonarios. Una estrategia que, más allá de guerras comerciales, parece incubar la IIIGM sin con ello consiguen dominar el mundo.
Pero Trump no es una rara avis. El trumpismo se ha extendido por los cinco continentes y, por supuesto, en España donde VOX sigue organizando encuentros internacionales fascistas y el PP evita posicionarse, mostrando afinidad con su discurso (dixit Ayuso y Tellado). Mientras que VOX (el partido del dirigente que no ha pegado un palo al agua en su vida) ha manifestado su intención de “argentinizar” España, aplicando la “motosierra” para desmantelar cualquier vestigio de justicia social (dixit Figaredo y Abascal). Y siendo esta la hoja de ruta de la extrema derecha-derecha extrema, no queda otra: o progreso social o barbarie.
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