Isabel Díaz Ayuso

‘Vivir a la madrileña’, por Cuca Santos

ARTÍCULO DE OPINIÓN
Cuca Santos. Antropóloga. Concejal del PP en el ayuntamiento de Sabadell entre 2013 y 2015

Soy nacida en Chamberí, barrio castizo de Madrid, y crecí en un barrio de clase media trabajadora del norte madrileño. Soy gata, mis padres y abuelas eran de la capital, del barrio de Arguelles y la Gran Vía por dar detalles. No puedo presumir de ocho apellidos madrileños, entre otras cosas, porque no tengo ni idea de si tan siquiera existe tal cosa. Si escarbo en mis ancestros tengo sangre castellana leonesa, manchega, asturiana, aragonesa…y seguramente de algún que otro rincón de España, soy pura mestiza, lo más común entre mis paisanos.

Creo que de mis amigos era la única cuyos padres eran madrileños capitalinos, lo que me despojaba de algo de lo que ellos presumían y yo carecía y que era motivo de envidia: la suerte de pasar los veranos en el pueblo, ese lugar del que volvían con historias sorprendentes y divertidas, pueblos que estaban en Extremadura, Andalucía, Galicia, Valencia… el lugar de nacimiento de sus progenitores.

Me gusta mi ciudad. Mi infancia, adolescencia y juventud transcurrió entre sus calles y me sumergí en sus días y sus noches, su movida ochentera y los felices 90, allí estudié, trabajé, y maduré. Enredada en una sociedad híbrida y plural, donde cada uno era lo que era, sin dar muchas explicaciones. Allí llegas de cualquier rincón de España o del resto del planeta y decides tú si quieres ser madrileño o no, y sea cual sea la decisión nada cambia en como te percibe el resto.

A los 30 me mudé a Cataluña, y hasta que no viví en su día a día no me di cuenta de que era realmente Madrid. Empecé a ser consciente de mi identidad, de lo que aquí llamarían mi hecho diferencial, cuando me preguntaban reiteradamente por mi procedencia o me miraban como si fuese extraterrestre por proponer a mis compañeros de trabajo irnos de cañas tras la jornada laboral. Los madrileños hablamos por los codos, ‘pegamos la hebra’ con cualquiera que espere a nuestro lado en la parada del autobús, yo, 20 años después, lo sigo haciendo ante la mirada desaprobadora de mis hijas. Aquí siempre he echado de menos algo, tengo siempre una sensación de pérdida, de maquinaría a la que le falta una pieza para funcionar del todo bien. Esa pieza es lo que configura mi identidad madrileña.

A Madrid se le ha cometido la injusticia de querer despojarla de identidad y de historia, como si la Villa y Corte fuese un invento postmoderno, una excentricidad desparramada en el centro de la Península Ibérica. Un artificio, un capricho inventado por un monarca, en el que habitan gentes dispares adornadas con un toque de chulería. Nada más lejos de la realidad.

Igual no se entiende muy bien que allí los bares sean mucho más que expendedores de bebida y comida, son elementos imprescindibles en nuestra interacción social; allí se debate, se hacen negocios, se imparte terapia, se liga, se discute, se grita, se canta y se disfruta, sobre todo, se disfruta mucho, ya sea delante de una caña, un tinto, un café o una Coca Cola Zero con dos hielos y una rodaja de limón.

Con el buen tiempo primaveral se llenan las calles, las avenidas, los parques, las terrazas de cada barrio, ya sean los barrios pijos o los barrios trabajadores, Del barrio de Salamanca a Vallecas, de Alcobendas a Fuenlabrada, la noche y el día son un continuo, a cualquier hora hay vida en sus calles y siempre encuentras un local abierto donde tomar la penúltima.

Culturalmente, por supuesto, tiene sus tradiciones, sus verbenas, chulapas, el chotis o la Pradera de San Isidro, que no dejan de ser un detalle folclórico que nos divierte y enorgullece, pero no obligatoriamente nos identifica.

Madrid también puede hacerse insoportable, es ruidosa, te arrastra a un ritmo frenético, apabullante…te desquicia, a la vez que te atrapa. Pero todos esos ingredientes juntos, los buenos y los malos, es lo que la hace única, esa es nuestra identidad. O la odias, o la amas, pero es difícil que te deje indiferente.

Entender esto, asumirlo con orgullo y ondearlo como bandera es lo que ha hecho Isabel Díaz Ayuso, y le ha salido bien. Quien quiera compararlo con los nacionalismos peninsulares no tiene ni idea de que es Madrid.

La líder del PP madrileño sí lo sabe, y por eso los madrileños la han votado en masa, y ha sido un voto transversal, los ‘Ayusers‘ son gente de todo estatus social, procedencia o edad, su voto ha sido tan caótico, mestizo y multicultural como lo es Madrid.

Qué en Madrid lleve gobernando 27 años la derecha es algo que desde la izquierda no pueden comprender, no lo comprenden porque no son capaces de entender Madrid.

Es difícil encontrar una sociedad más liberal que la madrileña, al pueblo de Madrid no le gusta que le clasifiquen, que le colectivicen, que le impongan el colegio al que llevar a sus hijos, qué valores son los que han de abanderar o como debe ser su lenguaje, los ‘niñes’, por mucho que se empeñe la señora Montero, no existen, y las chuflas que se hicieron al respecto resonaron en todos los rincones de la comunidad.

Los madrileños han votado Ayuso porque les ha permitido mantener abiertos sus negocios y sus puestos de trabajo, requisito indispensable para seguir siendo autosuficientes.

El pueblo que salió un 2 de mayo a la calle a derramar su sangre y luchar contra el francés invasor, que conste, que no fue por desprecio a José Bonaparte, sino porque se lo habían impuesto los franceses, y a los madrileños no les gusta que se les imponga ni las medallas.

Madrid vota a la derecha, porque es sociológica y culturalmente liberal. Y con toda seguridad será difícil que esto lo digiera la izquierda, y se seguirá equivocando una y otra vez en sus estrategias para hacerse con la comunidad.

La izquierda sigue utilizando conceptos decimonónicos para clasificar a la población, la sociedad de clases ya no existe. La clase obrera ya no es la misma que describen las teorías marxistas, esos obreros fabriles de producción en cadena que los partidos revolucionarios de iPad y 5G, aún ven cómo un ideal romántico desde sus vidas burguesas en las que disfrutan, sin querer reconocerlo, de las ventajas de las políticas liberales y capitalistas.

Los perfiles socioeconómicos de la clase trabajadora ya no se pueden clasificar por oficios o profesiones, hay encofradores o albañiles que ganan mucho más dinero que muchos abogados mileuristas. Las sociedades se han complicado, se han desordenado y desclasificado.

Las ideologías han de adaptarse a esta nueva realidad, y eso es lo que ha sabido hacer Ayuso, interpretar esa nueva sociedad madrileña y hacerla suya. Te puede gustar más o menos, pero es lo que hay, como diría un castizo.

Foto portada: primer plano de la presidenta en funciones de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, el 27 de abril de 2021. Autor: ACN.

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