Hace tiempo ya que ciertos sectores del ámbito político se empiezan a dar cuenta que eso del sillón para siempre no se ajusta a la realidad que se habían hecho al llegar al cargo. Desde siempre, antes y después de la llegada de la democracia, muchos cargos de aparatos de partido se colocaban en los ayuntamientos, diputaciones y demás estamentos burocráticos para, simplemente, tener una vida más cómoda, poder disfrutar de un status especial, con buenos sueldos, buenas amistades, entradas gratis a determinados eventos y toda una retahíla de privilegios de los que no disfrutamos la mayoría de los mortales.
Podríamos pensar que solamente los políticos de derechas son más proclives a caer en el despilfarro y la desfachatez, pero cuando vemos las cifras de la vergüenza nos damos cuenta que aquellos mal llamados socialistas también han viajado en clase business y se han alojado en hoteles de cinco estrellas. Éstos últimos tampoco suelen subirse a un autobús urbano o interurbano, ni tampoco a un tren de cercanías. Algunos quizás ni conozcan lo que es la T-10 ni lo que es pagar para ver un concierto, puesto que parece que va implícito en el cargo el tener un asiento en cualquier acto organizado en la ciudad, aún teniendo un sueldo que le permite pagarlo sin problemas.
Todos estos cargos son una carga para los ciudadanos, permítanme ustedes el juego de palabras. La mayoría no sirven a la ciudadanía y más bien se sirven de nuestros impuestos (otro juego de palabras) para dulcificar su vida y padecer menos a final de mes. La ostentación en estos momentos hace daño, pero durante lustros muchos de ellos y ellas no han tenido el más mínimo miramiento en salir a la calle con sus mejores galas, sus coches, paseando con famosos y banqueros. Repito, de izquierdas y de derechas. Quedarán para la posteridad las famosas fotos de Rita Barberá y Francisco Camps subidos a un Ferrari en “su” circuito de Fórmula 1, del Rey con el elefante muerto, y en general de miles de políticos que aprovechándose de su cargo han logrado, por ejemplo, jugar al tenis con aquel famoso o disparar en el tiro o subir en globo.
Me dicen que han visto a un destacado alcalde catalán paseando en descapotable por la Costa Brava este verano. ¡Pobre niño rico!, dirían algunos; ¡No se atreve a hacerlo en su ciudad! dirían otros; ¡Tiene todo el derecho del mundo!, dirían los militantes aleccionados. El caso es que por ahí siguen algunos de estos impresentables campando a sus anchas y luego poniendo caritas de buenas personas delante de entidades y personas que no van a llegar a final de mes.
Leo un artículo del periodista Arturo González en el diario Público, titulado El desastre del PSOE. No es el único que diagnostica la debacle electoral de un partido anclado en posiciones inamovibles y que sigue los pasos del PASOK griego. Sin argumentos, con personajes variopintos más cercanos a la derecha recalcitrante, a la deriva en una situación de crisis gravísima, y sin apoyo popular, prefieren esperar el fallo de sus contrincantes en lugar de salir del escondrijo y luchar y trabajar por los ciudadanos. ¡Cuánto echamos de menos los de mi generación a personas como Enrique Tierno Galván! No hace falta ir demasiado lejos. He ido ya a evitar varios desahucios pero nunca he visto ningún cargo socialista, bueno, ni ningún militante de carnet. Es mucho más fácil decir que “no tenemos competencias” y así quedan sus manos limpias.
Cabe destacar la pérdida de credibilidad de los socialistas catalanes, aferrados a ideas caducas, habiendo perdido el norte hace tiempo y divididos más que nunca ante derivas independentistas de sus adversarios. Hundidos en las encuestas, sin ideas y sin futuro, los listillos de turno intentan colocarse para no quedar apartados de sus privilegios, importándoles un pepino los ciudadanos a los que representan.
Tampoco pinta bien el futuro de otros partidos a la izquierda. Iniciativa per Catalunya se ha apuntado al carro del independentismo sin ser conscientes que sus votantes son mayoritariamente ajenos a este camino; y EUiA, partido aliado del anterior y completamente contrario a la independencia, tendrá que recomponer sus ideas y ver hacia donde va. En Sabadell, el caso es todavía más flagrante, presentándose juntos a las elecciones locales y separándose semanas después, con lo que esto significa de fraude a sus propios votantes. Parece evidente que esta ruptura se produjo como consecuencia de personalismos nunca comprendidos por la mayoría y que demuestran una vez más la falta de delicadeza hacia los ciudadanos y, lo que es peor, las ganas de protagonismo y buen sueldo por parte de los que se presentan a las elecciones.
Curiosamente y seguramente gracias a esta falta de implicación con la ciudadanía de los partidos mayoritarios, se producen dos fenómenos. El primero y ya conocido es la abstención que aumenta en cada convocatoria electoral; y el segundo el apoyo, lento pero seguro a partidos o grupos de electores ajenos a los aparatos cerrados y en muchos casos dictatoriales donde mandan unos pocos y los demás solamente aplauden como focas en un circo.
Mientras permitamos a estos impresentables jugar con la mayoría no alcanzaremos los objetivos que no son otros que los que recordaba en su eslogan Jean Luc Mélenchon, líder del Frente de Izquierda en Francia, “las personas, primero”.