75 anys de la caiguda de Sabadell: ‘Los alcaldes franquistas de Sabadell’

75 ANYS DE LA CAIGUDA DE SABADELL

Coincidiendo con el 75 aniversario de la entrada de las tropas franquistas en la ciudad y la sección que iSabadell ha dedicado al recuerdo de la ocupación, en este artículo se traza la trayectoria de los alcaldes que gobernaron Sabadell durante la  larga dictadura.

Una de las más pesadas herencias de la Transición fue el pacto de silencio sobre la República, la Guerra Civil y el franquismo que instauró una ominosa ley de amnesia histórica. El gobierno de Rodríguez Zapatero intentó paliar este grave problema con la  Ley de la Memoria Histórica, manifiestamente insuficiente para que el país pueda encarar con ecuanimidad su atormentado pasado.

Así, cosa inconcebible en Alemania o Italia, no se ha desmontado el Valle de los Caídos donde reposa el dictador Francisco Franco y José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange, la versión hispánica del fascismo. Mientras tanto miles de cadáveres de sus víctimas continúan sepultados en fosas comunes ante las resistencias del gobierno, muchos ayuntamientos y jueces a permitir la exhumación y el entierro digno de esas personas que fueron asesinadas por defender un régimen democrático y socialmente avanzado como fue la Segunda República. Ello a pesar de los requerimientos de la ONU para acabar con esta situación vergonzosa.

Además, en muchos municipios perviven monumentos, calles y plazas dedicadas a dirigentes de la dictadura. Para no ir más lejos en Sabadell, el alcalde franquista Josep María Marcet dispone de un colegio público en Can Puiggener, el CEIP Alcalde Marcet, y una céntrica plaza, al igual que el también alcalde franquista Antoni Llonch.

El asunto no es baladí. Como analiza el profesor Carlos Serrano, el nomenclátor resulta un elemento fundamental en la construcción de la identidad política y en la conformación de la esfera pública. Mediante la apropiación simbólica del espacio urbano, con nombres de figuras y personalidades se nos remite a determinados proyectos políticos y valores ideológicos. (Carlos Serrano, El nacimiento de Carmen. Símbolos, mitos y nación. Taurus, Madrid 1999)

Primeros años de interinidad

El franquismo, contra lo que sostiene cierta historiografía nacionalista, no fue un cuerpo extraño a Catalunya y contó con sólidos apoyos entre las clases dominantes del país traumatizadas por una revolución social, donde estuvieron a punto de perderlo todo y les devolvió sus propiedades colectivizadas.

Sabadell es un buen ejemplo de ello. Como demuestran los casos del industrial y líder local de la Lliga Regionalista, Joan Llonch, dirigente durante la guerra civil de la Oficina de Prensa y Propaganda de París de apoyo a Franco o mosén Lluís Carreras, figura clave del catalanismo católico de preguerra, que vinculó la ideología Academia Católica con los intereses del Gremi de Fabricants y que publicó en Francia el libro Grandeza cristiana de España (1938), un alegato en favor de la Cruzada y del Caudillo. O mosén Ernest Mateu, animador de los círculos juveniles católico-catalanistas de preguerra, pero que en el 27 de enero de 1939 entró en la ciudad con las tropas franquistas, pistola al cinto y capellán castrense con grado de capitán que ofició la primera misa de la victoria. (Borja de Riquer, El último Cambó (1936-1947), Grijalbo, Barcelona, 1996; Josep Lluís Martín i Berbois, La Lliga Regionalista de Sabadell o l’ocàs d’un partit (1931-1945), Abadia de Montserrat, 2008)

Sin embargo, estos sectores no tendrían un papel rector durante el franquismo, sino aquellos que se habían destacado por “méritos de guerra”. Entre 1939 y 1942 se asiste a un periodo de interinidad durante el cual ostentan la alcaldía accidental de la ciudad diversos personajes que habían sido miembros del consistorio durante la dictadura de Primo de Rivera o pertenecían a partidos de orden como exlligaries, monárquicos, carlistas o tradicionalistas.

El primer alcalde accidental franquista de Sabadell fue el ex juez municipal Eduardo Tormo García, que sólo duro unos pocos días, siendo sustituido el 4 de febrero por el médico Esteban Mª Relat Corominas, que había sido alcalde durante la dictadura de Primo de Rivera y que fue cesado del cargo a petición propia en un contexto de maniobras políticas, intrigas y luchas intestinas entre las diferentes facciones del régimen. Su sustituto, Ramon Albarada Masip, jardinero y tradicionalista, que había combatido junto a los militares golpistas en el cuartel de Sant Andreu en julio de 1936, fue relevado el 7 de diciembre de 1940 por el abogado Joan Marí Corominas.

Se constituye entonces, el que puede considerarse el primer ayuntamiento operativo de la ciudad donde Josep Maria Marcet Coll ostenta la primera tenencia de alcaldía, la segunda fue para el lligaire Miquel Sala Viñals, la tercera para el tradicionalista Pau Maria Llonch Gambús y la cuarta al lligaire Joaquim Sallarès Llobet. Se nombraron ocho concejales: José Abelló García, Pere Riba Domènech, Esteban Font Sabater, Joaquim Taulé Coll, Marcos Griera Puigmartí, Félix Dalmases Riera, Andrés Flaqué Bofarull y Andreu Grau Molins. (Josep Maria Marcet Coll. Mi ciudad y yo. Duplex, Barcelona, 1963)

La enfermedad hepática de Marí, que sufrió diversas operaciones, condujo a que fuera Marcet quien ostentase la alcaldía de forma efectiva hasta el 28 de mayo de 1942 cuando fue ratificado en el cargo por el gobernador civil como premio a su labor como organizador de la visita de Franco a Sabadell en 1942, de la que mossèn Mateu ha dejado un testimonio literario impagable (Ernest Mateu Vidal. Franco en Sabadell. Archivo Histórico, Sabadell, 1943). Ya aposentado en el poder, Marcet formó un consistorio formado íntegramente por falangistas.

Marcet o el mito del buen alcalde franquista

Marcet, fabricante lanero, empezó su trayectoria política en la juventudes mauristas del Partido Conservador y fue el dirigente local de la Unión Patriótica, el partido único  de la dictadura del general Primo de Rivera. Durante la Segunda República militó en la Lliga y al estallar la guerra se pasó al bando nacional donde combatió en el frente de Aragón como oficial de la centuria catalana (Ignasi Riera, Els catalans de Franco, Plaza&Janés, Barcelona, 1998).

En torno a la figura de  Marcet se construyó un mito, llamado a tener una larga influencia ya que aún perdura, basado en su paternalismo populista y benevolente, donde los intereses de la ciudad se sitúan por encima de las opciones políticas. Un mito ‘sabadellenquista’ cuyo principal autor fue él mismo, notable propagandista, como testimonia su libro de memorias Mi ciudad y yo (1963). En realidad Marcet fue el hombre fuerte en la ciudad de las dos dictaduras militares que padeció el país en el siglo XX.

Marcet, de blanco, en la inauguración del monumento a los caídos, en 1943.

Su gestión presenta grandes claroscuros. Permitió la degradación de los centros de enseñanza de la República, lo cual comportó una notable caída de la tasa de escolarización. También aprobó la destrucción del Bosc de Can Feu. Sólo la reacción ciudadana impidió, contra sus proyectos iniciales, tanto la destrucción de la Casa Duran como la construcción de pisos en la sede del antiguo Hospital de la Casa de la Caritat, paradójicamente en la plaza que ahora lleva su nombre. Asimismo, acabó con los proyectos de la República de construir viviendas sociales para los trabajadores. Decisiones que condujeron a que proliferaran cuevas como las de Sant Oleguer, aunque posteriormente supo rectificar e impulsó el llamado Plan Marcet de viviendas para erradicar este grave problema.

De igual modo se presentó como el campeón de la lucha contra el estraperlo y contra la carestía de alimentos con su liberalización de los mercados municipales, que contó con una poderosa campaña de propaganda de la prensa del Movimiento a nivel estatal, denominada ‘Operación Marcet’. Además fue objeto de diversas denuncias por  corrupción, debidamente archivadas gracias a sus buenas relaciones con las jerarquías del régimen (Martí Marín, Els ajuntaments franquistes a Catalunya. Política i administración municipal (1938-1979), Pagès, Lleida, 2000).

En sus citadas memorias, Marcet se atribuye el mérito de revitalizar la vida cultural de Sabadell mediante la creación de la Fundación Bosch i Cardellach, así como de la resolución del problema del agua mediante la constitución de la Compañía de Aguas de Sabadell (CASSA), en realidad concebida para satisfacer las necesidades de los industriales o la creación del hospital infantil de Niño Jesús. También se arroga el mérito de haber impulsado la industria local y el aeropuerto. Durante su periodo en la alcaldía se dedicó a acumular cargos así fue procurador en Cortes (1942-1948), diputado provincial (1955-56) presidente del Gremi de Fabricants (1951-1956), del Centre d’Esports Sabadell (1951-1953) y del Aeroclub.

El alcalde Marcet procuró integrar en el sistema a cuadros sindicales e intelectuales republicanos represaliados en base a un discurso ‘sabadellenquista’, donde los intereses de la ciudad prevalecían sobre las ideologías y los partidos. Esto le dio fama, a diferencia de otros alcaldes franquistas, de conciliador y generoso con los vencidos. Marcet comprendió que no podía gobernar manu militari una ciudad industrial sin contar con unos mínimos consensos sociales, tanto entre la burguesía católico-catalanista, como entre los restos del otrora potente movimiento obrero. También hizo gala de tolerancia religiosa al permitir el funcionamiento del centro de culto protestante de la ciudad.

No obstante durante su mandato se produjo una profunda depuración de la administración local y una dura represión de los republicanos. Como señala Martí Marín, 61 funcionarios municipales (18,3 por ciento) fueron destituidos y 17 (5,1 por ciento) sancionados y cuando Marcet accedió a la alcaldía la dureza represiva del régimen se incrementó. Por ejemplo, intentó que se le retirara la pensión a un funcionario jubilado desde hacía 13 años, alegando que se trataba de un persona “con ideas izquierdistas y anticatólicas” del que sospecha que pertenece a la masonería (Martí Marín, Govern Municipal i actituds polítiques en el Sabadell del franquisme en la obra colectiva Indústria i ciutat, Sabadell 1800-1980. Abadia de Montserrat, 1994)

En los primeros años de su mandato no sólo se desencadenó una feroz represión política, sino que se extendió una miseria terrible económica. En la década de 40 y 50 el nivel de vida trabajadores descendió considerablemente respecto a los años de la República. Los salarios se congelaron al nivel de 1936 mientras los precios experimentaron una inflación galopante que hacía imposible la subsistencia sin recurrir a los precios exorbitantes del mercado negro. Prueba de ello fue la expansión de la tuberculosis, que sólo se explica por las precarias condiciones de vida de la clase obrera.

Marcet fue cesado en 1960 tras diversos enfrentamientos con el gobernador civil, Acedo Colunga. Se atribuye su definitiva caída en desgracia al memorándum que entregó a Franco en 1957 donde realiza un análisis crítico de la situación política en Catalunya y planteaba una serie de reformas para combatir la creciente desafección al régimen de los catalanes. Aunque tampoco falten interpretaciones que explican su cese por el ajuste de cuentas entre falangistas y opusdeístas que serían los timoneles de la segunda fase del franquismo,  inaugurada con el Plan de Estabilización (1959) y el ascenso del catalán Laureano López Rodó, auténtica eminencia gris del régimen en este periodo.

El interregno de Llonch (1960-1965)

Durante los cinco años siguientes Sabadell fue regida por el tándem formado por el alcalde, Antoni Llonch Gambús, fabricante y católico-integrista con veleidades sociales, y el primer teniente de alcalde Josep Burrull Bonastre, representante de los jóvenes falangistas. Llonch tuvo que gestionar la tragedia de la riada de 1962 y durante su mandato, que coincidió con la masiva llegada de inmigrantes, se edificaron numerosos bloques de pisos de muy baja calidad como el grupo Arrahona (iniciado por Marcet) o el polígono Espronceda y se impulsó la escuela pública, aunque en los peores solares y con graves deficiencias.

Llonch presentó su dimisión en 1965 alegando problemas de salud y dificultades empresariales, aunque no faltaron voces aludiendo que se le había segado la hierba bajo los pies. En cualquier caso, Ibáñez Freire el gobernador civil que designaba a los alcaldes, se decantó por Burrull tras descartar los candidatos Josep Casas y Narcís Giralt, de la burguesía industrial, y al falangista Alfonso Pareja.

Burrull o el malo de la película (1965-1976)

Josep Burrull, industrial papelero y falangista de primera hora, había militado en el Frente de Juventudes donde llamó positivamente la atención de los jerarcas franquistas en la visita de Franco a Sabadell en 1942. Después ingresó en la Falange Española y creó el Club San Fernando, una plataforma de franquistas de donde surgirían los concejales que formaron los equipos de gobierno en su mandato.

La nominación de Burrull, que había sido segundo teniente de alcalde con Marcet y primero con Llonch, marcó algunas distancias con el poder absoluto ejercido por los industriales del Gremi de Fabricants.

La primera parte de su mandato estuvo dominada por la euforia desarrollista. El consistorio funcionó como una especie de comité de negocios de los diversos sectores empresariales: textil, metal y construcción. Burrull apostó por la construcción de grandes infraestructuras que proyectaban una imagen moderna y dinámica de la ciudad, particularmente en el ámbito de los deportes como el estadio de fútbol de la Nova Creu Alta, el pabellón de deportes de Sol i Padrís y las piscinas municipales. Ello le valió a Sabadell la calificación de ‘Ciudad piloto del deporte español’ con la complicidad del poderoso presidente de la Diputació de Barcelona, Joan Antoni Samaranch, el cual le nombró su vicepresidente.

Burull, en el santuario de la Salut. Autor: X.V

Sin embargo, Burrull será incapaz de enfrentarse al reto lanzado por las movilizaciones de la oposición democrática y el movimiento obrero, liderada por el PSUC, que desde principios de la década de 1970 empiezan a ganar fuerza y visibilidad ciudadana. Se multiplican los conflictos desde el ámbito de la enseñanza, focalizados en Instituto Pau Vila, o en la Residencia Albada y sobre todo con la contestación por las contribuciones especiales por el soterramiento de la RENFE que daría lugar a la Gran Via y que marcaron el apogeo de las luchas reivindicativas de las potentes asociaciones de vecinos. Unas protestas que degeneraban en detenciones, represión policial e incidentes de orden público que alimentaban las protestas (Martí Marín, La Política en el libro colectivo Sabadell al segle XX, Eumo, Vic, 2000).

La muerte del dictador (20 de noviembre de 1975) expandió enormemente las movilizaciones y las protestas que desembocaron en la masiva huelga general de febrero de 1976. La inflexibilidad de Burrull le condujo a cavar su tumba política y forzaron su dimisión en noviembre de ese mismo año, poco antes del referéndum de la reforma de Suárez.

Hasta las primeras municipales de 1979, Ricardo Royo, vinculado al Gremi de Fabricants, ejerció de alcalde accidental de un consistorio bajo mínimos y políticamente quebrado, que hizo la vista gorda a las actividades de la oposición y preparó el traspaso de poderes al PSUC, hegemónico en la clase obrera y amplios sectores de las clases medias (Xavier Domènech. Quan el carrer va deixar de ser seu. Moviment obrer, societat i canvi polític. Sabadell (1966-1976), Abadia de Montserrat, 2002)

Justicia democrática

Durante casi cuatro décadas, los consistorios franquistas permitieron a los industriales y constructores ejercer un domino casi omnímodo sobre una ciudad que había sido de izquierdas antes de Franco y continuaría siéndolo después.

Respecto a los alcaldes franquistas se ha producido una notable paradoja. Marcet y en parte Llonch han pasado a la historia como los alcaldes ‘buenos’ del régimen. Tanto es así que, tras la reinstauración de la democracia municipal, el alcalde comunista Antoni Farrés depuró el callejero franquista, pero conservó el nombre de la céntrica plaza y del colegio público dedicado a Marcet. Por el contrario, Burrull concentra todas las críticas al régimen, cuando en realidad no se aprecian grandes diferencias en sus respectivas gestiones.

En conclusión, sería de justicia democrática que el pleno municipal, que tiene la potestad para esto, eliminara del nomenclátor de la ciudad las plazas dedicadas a Llonch y Marcet y el colegio público que lleva el nombre de este último. Existen numerosos personalidades de la historia de Sabadell con mayor mérito para ello.

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