Si alguna vez has tenido la sensación que, al navegar por internet, solo accedes a una parte de la realidad, no estás equivocado. Tu móvil u ordenador no son ventanas neutrales al mundo; en realidad, funcionan como espejos que reflejan una versión distorsionada de lo que ya piensas y crees, en función de las circunstancias que han rodeado tu vida. Esto es clave para analizar el por qué la extrema derecha gana influencia entre la juventud y cómo incide en los resultados electorales. Para comprender este escenario, es fundamental examinar dos mecanismos estrechamente relacionados tan preocupantes como peligrosos: la “burbuja de filtro” y la “cámara de eco”.
Lo que se denomina “burbuja de filtro” funciona como un censor invisible que, sin tu consentimiento e imperceptiblemente, decide por ti. Imagina entrar en una tienda de ropa donde, antes de que puedas ver nada, alguien ha retirado todas las prendas que, según tu historial de compras, “no te van a gustar”. Esto es lo que hacen los algoritmos de plataformas como TikTok, Instagram o Google: no amplían tu visión del mundo, sino que construyen una especie de embudo informativo diseñado por la tecnología. Estos algoritmos rastrean cada clic, cada interacción y el tiempo que dedicas a una publicación, utilizando esos datos para decidir qué contenidos podrían interesarte. Sin embargo, su propósito no es enriquecerte con conocimiento ni ofrecerte diversidad de perspectivas; sino mantenerte enganchado el mayor tiempo posible limitando tu exposición a nuevas ideas creando un círculo cerrado de información.
De hecho, el algoritmo está diseñado para priorizar dos tipos de contenido: a) lo que confirma tus creencias (alimentando el sesgo de confirmación) y b) lo queprovoca emociones intensas (ira, indignación, fervor), porque eso genera más interacción -clics, tiempo en pantalla y compartidos-. Suincidencia en el comportamientoelectoral responde a una lógica: si el sistema detecta una inclinación, por leve que sea, hacia discursos de extrema derecha, comenzará a saturar tu feed con ese tipo de mensajes, suprimiendo sistemáticamente noticias y opiniones que ofrecen perspectivas distintas (sobre inmigración, historia, feminismo, justicia social, economía o democracia).
El resultado es un bucle: cuanta más exposición recibes a ciertas ideas, más se radicaliza tu visión y más contenido similar te recomienda el algoritmo. Esto además de distorsionar tu percepción de la realidad, también polariza a la sociedad.
De otra parte, la “cámara de eco” es el espacio donde la mentira se convierte en “verdad”. Una vez que el algoritmo te ha atrapado en una burbuja de filtro, es natural que busques a otros que piensan como tú. Así surge este fenómeno: un entorno digital -sea Telegram, YouTube, TikTok, X- donde las mismas ideas y “noticias” se repiten y amplifican sin cesar. Un ejemplo del efecto de un “eco”: si la frase “los inmigrantes son la causa de todos los problemas” se repite mil veces, el grupo termina aceptándola como una verdad absoluta. Y cualquiera que se atreva a cuestionarla es visto como un enemigo que debe ser silenciado. La “cámara de eco”, combinada con la “burbuja de filtro”, dificultan/impiden el diálogo y fomenta la división social.
Y la cuadratura del círculo es el desconocimiento de la historia: este es el punto más vulnerable para los jóvenes. La extrema derecha aprovecha las cámaras de eco para difundir narrativas simplificadas o directamente falsas. Cuando nunca se muestran otras versiones -los logros de la democracia, las causas reales de las crisis económicas o los horrores del fascismo- y solo circula la versión “viral” que, valida a tu grupo, la ideología se radicaliza con rapidez y la ausencia de contexto histórico se sustituye por mitos digitales que adulteran la historia.
Y si millones de personas viven atrapadas en burbujas polarizadas, el debate racional desaparece y el diálogo constructivo se vuelve imposible. Las elecciones dejan de ser un ejercicio democrático y se transforman en una batalla emocional de “nosotros contra ellos” y en ese escenario, la justicia social queda amenazada de muerte. La extrema derecha, experta en manipular herramientas digitales, difunde discursos que erosionan la solidaridad, cuestionan la igualdad de género y atacan la equidad y los derechos humanos. Y si el único relato que recibes es que la justicia social es un “invento” de los/as “zurdos/as”, tu voto termina orientándose hacia el desmantelamiento del Estado Social (sanidad, educación, pensiones, vivienda,…) apoyando la metafórica “motosierra”.
Pero como ciudadano/a digital, no estamos indefensos/as. La clave está en la alfabetización mediática y en buscar activamente la diversidad de voces. Las redes sociales pueden convertirse en una herramienta extraordinaria, pero solo si el control lo mantenemos nosotros y no el algoritmo. La apuesta es clara porque el futuro de nuestra sociedad depende de que asumamos un papel activo como lectores críticos y no como simples consumidores pasivos de lo que aparece en la pantalla por lo que, antes de aceptar y compartir contenidos, hay que preguntarse ¿quiénes lo dicen? ¿por qué? y ¿en manos de quien están los medios? Solo desarrollando una mirada crítica se puede proteger la democracia y la equidad frente a la manipulación informativa y el retroceso social.
