‘Errejón: una pequeña decepción’, por Josep Asensio

Errejón vino hace tres semanas a Barcelona casi a escondidas, sin grandes convocatorias, seguramente porque sabía que su presentación en la circunscripción catalana había provocado una primera reacción positiva, pero un desinflamiento rapidísimo, especialmente cuando se supo que su número uno era conocido por sus tesis soberanistas (eufemismo de independentista, pero clarísimamente a favor de los líderes procesistas). Tan solo 150 personas acudieron a la llamada hecha básicamente por las redes sociales y en las que se pudo observar a un Errejón atrapado en la misma telaraña que los compañeros y compañeras de Ada Colau. Sin un programa claro, apostó por lo ‘verde’, pero sin ofrecer alternativas, criticando a diestro y siniestro. En su web, un minúsculo programa verde y económico calcado de Podemos. Una pobreza programática fruto de su presentación a la desesperada. Como era previsible, se echó en falta el rechazo a la violencia, aunque esta lo sea en forma de altercados callejeros, aunque no faltó el apoyo a los políticos presos. Una andanada que hace difícil el apoyo de los sectores a los que quiere acercarse.

Foto portada: el cap de llista per Barcelona de Més País, José Antonio Geraldes, aquest diumenge. Autor: David B.
José Antonio Geraldes, en Sabadell. Autor: David B.

El número uno por Barcelona, Juan Antonio Geraldes, se dedicó a desmentir su independentismo, disfrazándolo de soberanismo, aplaudiendo el referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017 y mostrándose contrario a la aplicación de la ley cuando se toman decisiones unilaterales. De todas formas, al igual que en el partido de Ada Colau, la ambigüedad fue la tónica de una reunión que sirvió, como poco, para mostrar que, efectivamente, tenían razón aquellos que decían que no era necesaria la presencia de Más País en las elecciones del 10 de noviembre y, mucho menos, en Barcelona. Tres semanas después, en Sabadell, Geraldes canvió radicalmente de opinión, renunciando explícitamente al referéndum y apostando por un “acuerdo” que no definió. Mal asunto si no se tienen claras las cosas. Errejón vuelve mañana a Barcelona. ¿A qué carro se subirá?

Parece mentira lo que puede uno cambiar de opinión en poco tiempo. Será por las ganas que tiene mucha gente de que aparezca en Catalunya un partido a la izquierda del PSC que vuelva por la senda del trabajo honesto por las personas, que se deje de personalismos y que luche por los derechos de los trabajadores.

Errejón piensa en verde, pero la cortina de lazos amarillos no le ha dejado ver la realidad. Dicen las malas lenguas que, percatándose de que no conseguía los avales necesarios, corrió a pedir ayuda a Joan Josep Nuet, otro de los huidos de Catalunya en Comú hacia el independentismo de ERC. Dicen también que Geraldes militó en los Sobiranistes del propio Nuet y que, eso sí que es cierto, mantiene vivas sus convicciones cercanas a la CUP con la que formó candidatura en las últimas elecciones al ayuntamiento de Sant Boi. Además, mientras Podemos arrasa en su campaña de microcréditos en España, el partido de Errejón, que utiliza el mismo método, no acaba de despegar.

Sigo pensando que Errejón ha perdido una oportunidad de oro no rescatando a esos federalistas que se encuentran atrapados entre el voto a En Comú Podem o al PSC, a esos asistentes a las concentraciones constitucionalistas del 8 de octubre de hace dos años y del pasado día 27, a esos catalanes-españoles-catalanes que se enorgullecen de tener esa dualidad enriquecedora y que votaron por los ayuntamientos del cambio hace cuatro años. (Bueno, esta misma semana Errejón ha dicho que son “el verdadero federalismo”).

Errejón ha apostado por la la ambigüedad, por la línea que marcan los independentistas y que ahuyenta a esos votantes a los que quiere rescatar, a los que se van al PSC aun proviniendo de un sector más a la izquierda. Errejón no ha tenido en cuenta a los votantes que huyeron de los Comunes para abrazar a Ciudadanos en un momento muy delicado para los que se consideraron igualmente españoles que catalanes y que se sintieron huérfanos y amenazados hace dos años.  A Errejón le ha faltado la valentía de Paco Frutos que se posicionó contra ese ‘racismo identitario’ hace dos años, en un discurso memorable en el que criticó también a esa izquierda cómplice que dice una cosa, pero que practica otra. Errejón podía rescatar a Frutos, a Coscubiela, a Rabell, pero ni lo pretendía, ni ellos esperaban la llamada. No obstante, parece ser que hay movimientos en ese sentido, en los de recuperación de ese federalismo que une, frente a un soberanismo que separa. La presencia de miembros de Comuns Federalistes en actos de Societat Civil Catalana ya no es un secreto. Como tampoco lo es que sectores de la antigua ICV pidan ya sin tapujos la marcha del partido de Ada Colau, y más aún, cuando muchos de sus dirigentes condenan la violencia policial y no la de los manifestantes. En este sentido, el propio Coscubiela ha declarado que “últimamente lo estáis poniendo muy difícil para estar dentro” (de Catalunya en Comú, se refiere). No hay que ovidar el nacimiento, en julio de 2018, de Izquierda en positivo, avalado por el propio Frutos y que pide una refundación de la izquierda, rechazando toda clase de nacionalismos.

Así pues, muchos se preguntan qué diferencias existen entre Más País y Catalunya en Comú Podem. Sus líderes, ‘soberanistas’; sus ideas, calcadas; sus referentes, los mismos; Más País, construido en base a las migajas que fueron cayendo por el camino y Catalunya en Comú resquebrajándose como un espejo donde ya no se refleja nada. Errejón afirmó en Barcelona que nacía para respaldar la investidura de Pedro Sánchez; lo dijo en un acto minoritario, lejos de los barrios donde pretende sacar algún voto. Su potencial electorado ha quedado decepcionado en pocos días. Si nace para apoyar al PSOE, ¿por qué no votar al PSOE directamente?, se preguntan algunos. Otros piensan que si tiene el mismo perfil que Podemos, ¿por qué abandonar al partido de Pablo Iglesias? Al final va a ser verdad aquello de que Errejón vino solamente para cargarse a su eterno enemigo. Mientras tanto, el votante de izquierdas, desconcertado, puede quedarse en casa, optar por el voto inútil o apoyar a Pedro Sánchez para que no gane la derecha, a la espera de que alguna vez esa unidad que tanto se reclama se produzca.

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