Desplaçats palestins caminant cap al nord de Gaza.

‘Genocidios de primera y de segunda’, por Josep Asensio

“El genocidio en Palestina se banaliza porque en Occidente no se ve a los palestinos como iguales, como sí que sucede todavía con el Holocausto. Como sucedió también con la diferencia de trato con los refugiados del Sur Global y los que acogimos llegados de Ucrania sin rechistar ni ninguna campaña racista de los habituales maestros del odio”.

Miquel Ramos, periodista

No les voy a engañar. No sería ético por mi parte y no me lo perdonaría nunca. Llevo días dándole vueltas a la cabeza, desde que vi las imágenes de la conmemoración de la liberación del campo de concentración de Auschwitz y leyendo los comentarios en la prensa. Tuve y sigo teniendo esa impresión de que se trataba de un acto hipócrita, un montaje para la historia, con esa solemnidad teatralizada hasta el más mínimo detalle, donde las caras de los dirigentes mostraban también un recogimiento falso. El objetivo era precisamente que la prensa mostrara esa gesticulación. Porque la verdad es que todos los que allí estaban sentados, a excepción, claro está, de los supervivientes del holocausto, son culpables y conniventes con otro de las mismas características del sucedido hace décadas y llevado a cabo por los nazis. Y esa sensación la traslado a otras administraciones más cercanas. Ni una palabra sobre lo que está sucediendo en Gaza, ni una sola. Obscenidad e hipocresía. Una vez más.

Decía que no les voy a engañar porque en este momento de mi relato les pido que lean el artículo del músico y periodista Miquel Ramos Auschwitz o el escaparate de la obscenidad. Me ha costado encontrar una reflexión tan profunda y tan clara sobre el pasado y el presente, sobre la capacidad de la clase política europea de banalizar el genocidio del pueblo palestino, sobre esa terrible hipocresía de lanzar proclamas y alegatos contra el odio, gesticulando, de manera ignominiosa en favor de la reconciliación, mientras se mira hacia otro lado en esa limpieza étnica que Israel, con la complacencia de gran parte de la comunidad internacional, repito, está llevando a cabo en directo.

Después de descubrir el texto de Miquel Ramos, pensé en que ya no tenía sentido escribir nada. Yo no podía haberlo escrito mejor. De hecho, plasmó en un artículo lo que yo llevaba pensando durante una semana. No obstante, me veía obligado a decir algo más, seguramente ya repetido por él mismo o por otros periodistas que no han caído todavía en la trampa de la manipulación. También, por el vínculo que me une a amigos que soportan la barbarie diaria que se produce en Gaza o Cisjordania. Esa imagen de la Palestina ocupada, la de la humillación perpetua, la llevo muy dentro desde antes de conocerlos. Así que sin saber exactamente por qué, siempre me ha afectado la visión de familias enteras andando de aquí para allá con lo puesto, con un carro lleno de colchones y bolsas, intentando sobrevivir a la muerte impuesta por Israel.

Resulta paradójico, pero a la vez esclarecedor, que Donald Trump utilizara la palabra limpieza para referirse a Gaza el mismo día que se conmemoraba la liberación del campo de exterminio de Auschwitz. Trump, ya lo sabemos, no utiliza una máscara para decir lo que piensa. Lo dice abiertamente, sin filtros. Su idea es muy sencilla. Echar a todos los palestinos de sus tierras y que se instalen en países vecinos, qué casualidad, los mismos que sobreviven gracias al dinero estadounidense. Un chantaje en toda regla. Qué más da uno o dos millones más de palestinos en otros países. Muerto el perro se acabó la rabia. El amigo sionista se lo queda todo, llega la paz y Estados Unidos puede perforar las enormes bolsas de gas situadas frente a las costas de Gaza. La hipocresía y la obscenidad continuarían con un Premio Nobel de la Paz para Trump, el gran constructor de la concordia y de la calma en esa zona convulsa del planeta.

Todavía más despreciables e infames si caben, las palabras de Isabel Díaz Ayuso aprovechando la conmemoración del Holocausto nazi para aplaudir el genocidio de los palestinos, obviando el asesinato de más de 70.000 personas. “Aún quedan muchos rehenes secuestrados, no sabemos en qué condiciones. Nadie puede descansar hasta que todos regresen sanos y salvos junto a sus seres queridos, aunque todos los días está conociéndose de manera cruel el final de muchos de ellos. Lo ocurrido en octubre de 2023 es una herida imborrable en la conciencia de todas las personas decentes de este mundo”. ¿Y lo ocurrido durante los casi 500 días siguientes, Isabel? ¿Se te olvida deliberadamente? ¿Quién está detrás de la generación del odio, Isabel?

Miquel Ramos incide en el hecho de que “los supervivientes de aquel horror [del Holocausto nazi] que todavía quedan vivos, así como la memoria de los ya fallecidos, lo único que debería dar sentido al acto, no dejaron de advertir que la vacuna contra el odio no ha funcionado. Lo repiten cada año, haya quien haya delante, y aunque nadie se sienta aludido”. Y ese odio, por mucho que nos lo intenten ocultar, llevan expandiéndolo los israelitas desde que les fue entregada una tierra que no era suya, desde que robaron a sangre y fuego un país casi entero y que ahora ven más cerca el poder quedárselo todo.

“El actual comportamiento del actual gobierno de Israel corre el riesgo de ser el peor enemigo de los judíos”, dijo Primo Levi, superviviente de Auschwitz, ante la invasión del Líbano por parte de Israel en 1982, ¡en 1982! Sus palabras se trasladan a 2025 de una manera muy actual. Porque, como he dicho y escrito muchas veces, deberían ser los propios judíos, los del mundo entero, los que se rebelasen contra ese exterminio en Palestina. Su silencio los convierte en cómplices y, lo que es peor, va creando en la sociedad actual una idea de que ellos están repitiendo la historia, de que su sufrimiento no ha servido para nada, que el antisemitismo de aquella época se ha transformado en islamofobia en la actualidad, colaborando en un nuevo antisemitismo. Y mientras se lanzan proclamas contra el odio, se alimenta ese mismo concepto hacia otras comunidades. Obscenidad e hipocresía.

Quizás la imagen de la semana sea la de esa columna de gente volviendo a sus casas en Gaza. Les espera la destrucción, pero, a pesar de todo se van a sentar ante esos escombros y van a mostrar una vez más su resiliencia. No tienen nada; tan solo su dignidad, la que les falta a nuestros dirigentes, incapaces, por miedo, por cobardía, porque se convirtieron hace tiempo en lacayos de un poder económico que les impide actuar con humanidad. La perdieron en cuanto el dinero entró en sus mentes. Y esa marea de personas dirigiéndose a la nada tiene un significado muy especial, una reflexión que no es mía, sino de un palestino que desde la distancia me manda este mensaje: “Podéis matar a nuestros médicos, a nuestras enfermeras, a nuestros maestros, a nuestros periodistas, a nuestras familias. Podéis matarnos a todos; no obstante, de una lágrima, de una gota de sangre surgida de entre los escombros, volveremos a nacer. Y vosotros, los que nos miráis con otros ojos, los que nos habéis ignorado durante décadas, no podréis sobrevivir. El odio mata, también al que lo siembra”.

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