Ya no hay herencias, conflictos, crispación, ni excusas de ningún tipo que valgan. Lo que sí que hay es mucha ineptitud, más torpeza, excesiva manipulación, demasiada soberbia e irritante irresponsabilidad. La verdad, aunque duela y moleste, hoy es dura, mucho más de lo que nos podamos imaginar. Basta ya de marear la perdiz, de echar las culpas a los demás, de difamar y de intentar silenciar al que te quiere y puede desenmascarar.
Hoy España y Cataluña atraviesan por uno de sus momentos más complicados, sin duda. Es cierto que la crisis existe y que poco pueden hacer para remontar la excepcional situación actual nuestros presidentes español y catalán. Pero no es menos cierto que desde el primer minuto han ayudado a agudizar la misma con su tira y afloja, con su soberbia y lo que es peor, con sus desaciertos y sus demostradas incapacidad e irresponsabilidad.
Se aliaron para apadrinar la peor reforma conocida de todos los tiempos, la llamada, para más inri, reforma laboral. Me niego a reproducir las recientes cifras de parados por escándalosas, asfixiantes y desmoralizantes. Prometieron, sí sí todavía lo recuerdo, ¿y quién no?, no subir impuestos, no tocar las pensiones y mucho menos recortar en servicios y derechos sociales. Lo de crear empleo mejor ni mencionarlo…
¿Tanto cuesta reconocer el fracaso? ¿Porqué no dejar a otros intentar hacer lo que uno ya ha demostrado, y lo peor de todo, ya ha anunciado y vaticinado, que es incapaz de hacer? ¿Es honesto priorizar el hundimiento de millones de españoles y catalanes antes que el hundimiento, político simplemente, de sólo unos pocos?
Es muy fácil criticar, hablar y escribir estas líneas, lo es, no lo niego, pero más fácil es mentir con cinismo y engañar a millones de ciudadanos, al menos así lo parece para ellos. A millones de familias y personas que han depositado –en su mayoría- su ciega confianza para que fueran éstos y no otros, quienes les sacaran adelante. Hoy, más que confianza ciega son pocos los que no dudan en reconocer que más bien estuvieron ciegos a la hora de escoger a sus candidatos y respectivas opciones políticas. Creo que la paciencia se ha agotado y sólo les queda una salida, y ésta es de emergencia. O se sientan, dialogan y buscan el consenso y soluciones inmediatas de una vez por todas, o vamos a ser todos los que precipitemos su salida.
¿A quién le importa a estas alturas si los toros son o no declarados Bien de Interés Cultural? ¿A quién le importa si los impuestos los pagamos en Cataluña, en España o en Laponia si sólo sirven para que los malgasten otros? A mí y a la mayoría, quiero imaginarme que es así, nos importa que después de tantos años de lucha y esfuerzo mis padres no sufran por su pensión; que yo y mi mujer podamos conciliar trabajo y familia; que mi hija pueda escoger estudiar en el idioma que le venga en gana y se case y sea madre con quien quiera y cuando ella lo decida. Que reciba unos estudios con unos mínimos de calidad y piense que tiene futuro, que lo que está estudiando podrá practicarlo en un trabajo digno para vivir, sin grandes lujos, sólo para ir tirando cuanto menos.
Pero lo que más me preocupa es que hoy, la mayoría sólo vemos lo que ellos quieren que veamos. Que nos conformamos cuando nos quitan una paga, simplemente con conservar el empleo los cada vez menos “privilegiados” que lo poseemos, y que cruzamos los dedos por tener una pensión garantizada después de tantísimos años trabajando y pagándola de nuestros bolsillos. No es un regalo, es otro de nuestros legítimos derechos.
Abramos los ojos de una vez por favor, antes de que sea demasiado tarde, que no nos tomen más el pelo, cumbre social en Cataluña ya, derecho a decidir, por supuesto, pero derecho a subsistir también.
