Esta enorme movilización obrera y ciudadana significó el fin del franquismo en la ciudad, al precipitar la dimisión del alcalde falangista Josep Burrull, y allanó el camino a la victoria del PSUC en las municipales de 1979.
En el invierno de 1975-1976 Sabadell era una auténtica olla presión social y política a punto de estallar. Según el análisis del historiador británico Sebastian Balfour esta situación explosiva estaba determinada por dos factores. Por un lado, la crisis del textil, iniciada a principios de 1970, supuso la “severa reestructuración de la industria lanera de Sabadell” con la desaparición en cinco años de casi la mitad de los talleres textiles, muchos de los cuales propiedad de familias de clase media, así como que uno de cada cinco obreros del sector perdiera su empleo. La crisis erosionó no sólo las “tradicionales relaciones de producción sino también su estructura de clases”. Por otro lado, la muerte del alcalde Marcet (1963) simbolizó el fin de las relaciones “paternalistas” que habían presidido las relaciones laborales en la ciudad. El alcalde Josep Burrull “mostró un grado de insensibilidad hacia los problemas de las familias obreras que estuvo en marcado contraste con el anterior ocupante del cargo, Josep Marcet”. Ello, junto a la crisis política del franquismo, constituía un caldo de cultivo idóneo para la agitación del movimiento obrero y la oposición democrática.
Los precedentes
El 22 de diciembre de 1975 las asociaciones vecinales difundieron un manifiesto exigiendo la dimisión del Consistorio franquista y su democratización. Dos días después, 34 entidades cívicas publican otro manifiesto reclamando que l’ajuntament de Sabadell se pronuncie a favor de la amnistía de los presos y exiliados políticos. El 30 de diciembre se celebró un tormentoso pleno municipal donde el público asistente apoyó el manifiesto vecinal que el Consistorio se negó a recibir lo cual desencadenó que José Rodríguez Navarro, militante de FE de las JONS agrediera a una joven, mientras que los periodistas Dionisio Giménez y Xavier Vinader, que cubrían la sesión, fueron atacados por los ultras en la plaza Sant Roc.
Durante el mes de enero se sucedieron las movilizaciones. El 4 de enero en la parroquia de Sant Oleguer, l’Assemblea Democràtica de Sabadell (ADS), que agrupaba a la oposición democrática, y las asociaciones de vecinos organizaron una campaña de recogida de firmas exigiendo la dimisión del Consistorio. El 10 de enero una asamblea de trabajadores de Unitat Hermètica, la mayor empresa de la ciudad, se pronunció en el mismo sentido. El 18 de enero, las asociaciones de vecinos de Ca n’Oriac y Espronceda reunieron miles de firmas reclamando la dimisión del Consistorio. Al día siguiente, 350 enlaces sindicales y trabajadores se encerraron en la sede del Sindicato Vertical en La Rambla para protestar contra el paro y los incidentes en el pleno. Ese mismo día un centenar de empleados de Caixa d’Estalvis de Sabadell se manifestaron ante la sede central de la entidad financiera. Dos días después, una concentración ante el Ayuntamiento para entregar las firmas reclamando la dimisión del Consistorio fue disuelta por la policía apoyada por grupos de ultraderecha.
El 23 de enero empieza el largo conflicto laboral de la enseñanza con huelgas, paros técnicos y asambleas en colegios e institutos; ese mismo día, los antidisturbios disuelven una manifestación de 200 vecinos de Les Termes que exigían un barrio digno. El 10 de febrero la huelga de la enseñanza afecta a 38 centros, 670 docentes y 22.000 alumnos. Paralelamente se han producido paros en las principales empresas metalúrgicas en solidaridad con los trabajadores de LAFORSA del Baix Llobregat.
Unas semanas antes, a nivel político, el 5 de diciembre de 1975, se convocaron los comicios locales, mediante el peculiar sistema de elección indirecta del franquismo -la ‘democracia orgánica’- para nombrar presidentes de diputación y alcaldes. El falangista Josep Burrull, que ejercía el cargo desde 1965, se presentó a la reelección. El 1 de febrero fue proclamado alcalde por los miembros 22 miembros del Consistorio, la mayoría falangistas, de los cuales 14 fabricantes y cuatro funcionarios del sindicato vertical.
El detonante: la represión policial
El 11 de febrero, unos 500 padres y madres de los alumnos se manifiestan por el centro de Sabadell en solidaridad con la huelga de la enseñanza. Al día siguiente, unas 2.000 personas se concentran en la plaça Sant Roc, mientras diversas manifestaciones recorren el Centro exigiendo la dimisión del Consistorio. En la plaza del Mercado Central se concentran diversas dotaciones de los antidisturbios: 17 jeeps y tres autobuses. También en Ca n’Oriac se organizan manifestaciones muy numerosas. Finalmente, representantes vecinales se entrevistan con el alcalde y le entregan un pliego con 8.117 firmas exigiendo su dimisión.
El 13 de febrero estalla la tensión largamente contenida. En el curso de una manifestación pacífica y festiva por la acera de La Rambla de unos 2.000 profesores, padres y madres acompañados por sus hijos se produce la brutal e indiscriminada intervención de los antidisturbios que provoca lesiones en algunos niños como Javier Busian, de 4 años, Emilio Ovejero, de 12, o Ramón Centellas, de 14 años. La inmediata indignación que produjo esta salvaje represión fue el detonante de la huelga general, a pesar de los torpes intentos de las autoridades municipales por negar los hechos o culpar a los padres por llevar a sus hijos a la manifestación.
Durante el día siguiente se suceden las asambleas en la parroquia de Sant Fèlix y se distribuye una octavilla informativa denunciado los hechos y reclamando la destitución de los responsables. El 15 de febrero la coordinadora local de CC.OO realiza una asamblea en la sede del Sindicato Vertical y convoca a la huelga y a las movilizaciones para el día 19. Al día siguiente una comisión de maestros y padres se reúne con el teniente de alcalde Josep Miquel Sanmiquel quien les comunica que el alcalde se niega a recibirlos. El 17 de febrero los obreros de la construcción empiezan una larga huelga y al día siguiente celebran una asamblea en la iglesia de Ca n’Oriac.
El 19 de febrero la violencia policial vuelve a provocar una situación de máxima tensión. A las 19:30h, una manifestación de 6.000 personas que recorre el centro de la ciudad, es violentamente disuelta por los antidisturbios ocasionando 30 heridos, tres de los cuales muy graves. En el Passeig Manresa, Manuel Rodríguez Arcos recibe una bala de goma y se desmaya, en la misma arteria, el profesor de inglés David Wilson, que se había asomado al balcón para contemplar los acontecimientos, recibe un impacto de bala que días después le causará la muerte. Mientras tanto, un millar de personas se concentran delante del restaurante La Mata en la carretera de Barcelona y parten en manifestación hasta la plaza Marcet, donde son disueltos por la policía. Otro grupo de manifestantes es interceptado en la calle Martí Trias y se producen diversos heridos. En la Rambla Arraona se suceden los enfrentamientos y se levantan barricadas. Esa misma noche el turno nocturno de UH declara un paro total que al día siguiente se extiende al resto de la plantilla y lanzan la convocatoria de huelga general para el día 23.
El 20 de febrero numerosas empresas como ASEA/CES, ABB, TYCSA, Mykalor, Utillajes Boy, Talleres Fontanet, Talleres Sala Ramoneda o Industrias Troquel se declaran en huelga. Por la tarde, 1.500 trabajadores se reúnen en la iglesia de Ca n’Oriac y convocan a la ciudadanía a una huelga general para el día 23 de enero contra la represión, la amnistía, por la libertad y la democracia. El 22 de febrero representantes de los sindicatos CC.OO, USO y Plataformas Anticapitalistas se reúnen en el bosque de Sant Julià d’Altura y se suman a la convocatoria de huelga general.
Huelga total
El 23 de febrero la ciudad amanece paralizada. Todas las empresas de construcción, numerosas fábricas, escuelas, institutos así como muchos comercios y bares de los barrios secundan la convocatoria de huelga general, total e indefinida. Paralelamente, la policía detiene a los sindicalistas Juan Escandell, Manuel García y Víctor Santos en la Via Alexandra y a 11 trabajadores de Fomento de Dragados y Construcciones en Ciudad Badia. Mientras tanto, en la sede del sindicato vertical, se constituye la Comisión Interramos, formada por 19 enlaces sindicales, la mayoría de CC.OO, frente a uno de USO y otro de UGT, quienes serían los encargados de dirigir la huelga. Por la tarde, se celebra una asamblea de un millar de personas que pide a las autoridades municipales el Pavelló Municipal d’Esports para realizar las asambleas. A las 19h se celebra en la iglesia de Ca n’Oriac una asamblea de 400 trabajadores de la Construcción que parten en manifestación hacia el centro de la ciudad donde son violentamente disueltos por la policía.
A la 1,30h del 24 de febrero, los miembros de la Comisión Interramos se reúnen con el alcalde Burrull que se compromete a concertar una reunión con el gobernador civil, Salvador Sánchez Terán. Toda una victoria política pues implica el reconocimiento de la legitimidad política de los huelguistas. También le piden la inmediata puesta en libertad de los detenidos y la cesión de un equipamiento municipal para realizar las asambleas sin la intervención de la policía. A las 20h, se reúnen los representantes de la Comisión Interramos, con el gobernador civil, Sánchez Terán, el alcalde Burrull y el delegado provincial de los Sindicatos, Enrique Riverola.
Al día siguiente, piquetes de huelguistas se presentan en la empresa Transportes Urbanos Martí y consiguen que sus trabajadores se sumen a la huelga, al igual que harán taxistas, basureros y muchos comercios del centro. En esa jornada se convocan manifestaciones de solidaridad en la Universitat Autònoma, Cerdanyola, Sant Cugat, Barberà y Polinyà. También se realiza una multitudinaria asamblea de 10.000 personas en el Pavelló d’Esports y son detenidos los trabajadores Andrés Manuel Pérez y Francisco Parrilla. Los informativos de TVE cifran en 45.000 los trabajadores en huelga en Sabadell que el Sindicato Vertical reduce a 27.275. Por la tarde, se reúnen representantes de la Cambra de Comerç y el Gremi de Fabricants con el gobernador civil y los primeros acusan al alcalde de los acontecimientos y le piden implícitamente su dimisión. Además se elabora una estrategia para detener la huelga. Así, esa misma noche la policía rodea el Pavelló d’Esports para impedir la asamblea de los trabajadores y éstos deciden marchar para reunirse al día siguiente.
El 26 de febrero, las autoridades han presionado para que abran las panaderías y funcionen los transportes públicos. Por la mañana, la policía continúa impidiendo la entrada al Pavelló d’Esports. La respuesta de miles de trabajadores y ciudadanos fue dirigirse, en enormes riadas humanas, a las Pistas de Atletismo, donde al mediodía se congregan unas 30.000 personas. En la multitudinaria asamblea se marca el objetivo que la huelga no acabará hasta la liberación de los detenidos y se corea la consigna: “Burrull dimite, el pueblo no te admite”. A las 18h comparecen, acompañados por su abogado Antoni Farrés, ocho de los once trabajadores detenidos, se lee una carta donde se informa que está tramitándose la libertad a los tres restantes y del compromiso del Ayuntamiento de pagar su fianza. De este modo, se decide desconvocar la huelga. Esa misma tarde Burrull se presenta por última vez en el pleno municipal para anunciar la designación de Ricardo Royo como alcalde accidental mientras él se aparta temporalmente de la actividad municipal que, de hecho, será definitiva.
El 27 de febrero Sabadell comienza a recuperar la normalidad y al día siguiente el Comité Local del PSUC se presenta públicamente en un restaurante de la ciudad. El 1 marzo, bajo la amenaza de convocar de nuevo la huelga, l’Ajuntament se hace cargo de las fianzas tres de los detenidos que salen en libertad. El 7 de abril son puestos en libertad los dos últimos detenidos que habían sido procesados por la jurisdicción militar.
El fin del franquismo
La Huelga General Política significó el zenit de la movilización de la oposición antifranquista que había arrancado diez años antes con la fundación de CC.OO y que iniciaría su declive tras la Huelga del Metal en septiembre de ese mismo año.
La movilización tuvo un gran impacto a nivel catalán y español. Así, Sánchez Terán, escribió en sus Memorias: “Sabadell es la más grave y dificultosa de toda la transición en Cataluña”. Por su parte, Manuel Fraga, entonces ministro del Interior, también en sus Memorias, muestra su preocupación:
“Si la ciudad hubiera sido tomada por la policía en el clima de tensión y excitación de las masas laborales, el número de muertos hubiera sido superior a los que una semana después se producirían en Vitoria. Sabadell se hubiera convertido en el símbolo de la represión y la muerte”.
Debemos a Xavier Domènech un penetrante análisis del carácter y las contradicciones del conflicto. Se trató de una huelga política, de carácter ciudadano, pero de hecho impulsada y dirigida por el movimiento obrero local. El detonante de la huelga fue la represión policial, pero significó la confluencia de muchas luchas que estaban en curso y su objetivo era ‘provocar la ruptura’. Ahora bien, la magnitud de ese objetivo superaba el ámbito municipal y sólo podía conseguirse con la extensión de la huelga a otras poblaciones, cosa que no se consiguió. No obstante, la huelga fue un éxito político ya que consiguió la dimisión del alcalde franquista.
Respecto al desarrollo del conflicto, Domènech distingue tres ámbitos de negociación: empresarios, Ayuntamiento y Gobierno Civil. En el primero, las organizaciones patronales del metal y textil intentaron desvincular el conflicto político de las reivindicaciones laborales. En esta línea asumieron las demandas de los trabajadores de no sancionar a ningún obrero (“ni un solo despido, ni un solo detenido”), temerosos que el conflicto se volviese contra ellos. Las reuniones de empresarios para establecer una estrategia común resultaron determinantes para la posterior reorganización patronal fuera de las estructuras franquistas. En el segundo ámbito, el Ayuntamiento, completamente desbordado, mostró una actitud conciliadora en contraste con la actitud beligerante y represora del periodo anterior. Su posición fue acabar con la huelga mediante concesiones como la cesión de las instalaciones municipales para las asambleas, comprometerse la liberación de los detenidos y finalmente asumir que Burrull debía apartarse de la alcaldía para pacificar la ciudad. Una actitud semejante adoptó el gobernador civil quien, para evitar que la huelga se extendiera al resto de Catalunya, se avino a negociar con la Comisión Interramos, acceder a sus reivindicaciones y presionar a Burrull para que dimitiera. Asimismo intervino decisivamente para que los detenidos fueran puestos en libertad “escalonadamente”, la condición innegociable para poner fin a la huelga. Según un empresario textil, citado por Vinader:
“Yo creo que todo ha nacido de la falta de tacto político del Ayuntamiento. Los alcaldes de otras poblaciones han capeado las mismas circunstancias que tenemos aquí la mar de bien. No se han enquistado dentro de su Ayuntamiento”.
Otra cuestión es la relativa a quien dirigió la huelga. Su origen fue, en cierto modo, espontáneo y derivado de la indignación provocada por la represión policial. El primer día de la huelga se celebró una asamblea del ADS, formada por siete partidos y 45 entidades, donde algunas formaciones minoritarias propusieron que, dado el carácter ciudadano de la movilización, fuera este organismo quien la dirigiese. No obstante, la propuesta fue rechazada y en la práctica fue la Comisión Interramos quien la dirigió. El PSUC era el único partido que tenía representación. Entonces, el PSUC intentaba provocar la caída del régimen y la constitución de un gobierno provisional mediante las masivas movilizaciones populares. Ahora bien, el carácter fuertemente local de la huelga impidió alcanzar este objetivo y al final, la liberación de los detenidos devino el principal objetivo de la movilización.
Este carácter local también es subrayado por Balfour, quien apunta que el movimiento obrero catalán se movió entre los dos polos de las demandas políticas y las reivindicaciones económicas, pero que “esta conexión vital sólo se hizo posible a nivel local” y pone como ejemplo el caso de Sabadell.
En cualquier caso, la huelga significó en la práctica el final del franquismo en la ciudad. El interregno del alcalde Ricardo Royo fue el interludio que precedió a la gran victoria del PSUC en las municipales de 1979.
Bibliografia
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VINADER, Xavier. Quan els obrers van ser els amos. Una setmana de vaga general política a Sabadell el febrer de 1976, Pagès Editors, Lleida, 2012.
A mediados de febrero de 1976, acababa yo de cumplir 17 años y estudiaba COU en uno de los dos institutos existentes en la ciudad; al mismo tiempo trabajaba con un buen amigo mío, cuyo padre era el director, en un colegio para niños disminuidos psíquicos de la entonces llamada “Asociación Prosubnormales de Sabadell”. El trabajo en Bellapart era sencillo, simplemente tener entretenidos a los niños y niñas de 1 a 3 de tarde, mientras los maestros comían. Mi amigo estaba inscrito en Barcelona en una academia preparatoria para el examen de ingreso en la Academia General Militar. Durante esos días, en los que ya estaba en marcha la huelga del metal, a mi amigo y a mí, por parte de uno de nuestros profesores, se nos ofreció la posibilidad de participar en algo que se estaba preparando desde el Gobierno Civil de Barcelona. La curiosidad nos llevó hasta una sala cuyo parquet de maderas con maderas nobles de distintos colores formaba un enorme escudo nacional con el águila. Allí nos juntamos una treintena de muchachos de diversas ciudades del cinturón de Barcelona, tras las presentaciones oportunas el gobernador civil nos dejó en manos de una persona que nos explicaría en qué consistía la cosa, que esto era una primera toma de contacto. La cosa consistía en un plan para contrarestar la infiltración marxista en los barrios de las ciudades de cinturón de Barcelona que se estaba llevando a cabo mediante los llamados centros culturales. La operación se llamaría “operación barrios”, naturalmente cada uno de nosotros seríamos destinados a lugares distintos a lo de nuestra residencia y tendríamos el apoyo económico y social para lo siguiente: Hacer amistades en el barrio, ver las deficiencias del barrio, p.e. las calles adyacentes a un colegio están sin asfaltar y cuando llueve se forma un barrizal , soliviantar a la gente con el tema del barrizal y los niños, organizar una manifestación reclamando al ayuntamiento el asfaltado de la calle, intervendrían los grises , cuyos jefes ya sabían de qué iba la cosa y los responsables de la mani seríamos detenidos y llevados a Vía Laietana. Se recogerían firmas para nuestra liberación y la prensa hablaría del caso y de la reacción desproporcionada del gobernador civil contra las legítimas reivindicaciones vecinales. Dentro del guión también entraba que al salir de Vía Laietana se notara que habíamos recibido alguna que otra ostia. Las calles se asfaltarían, cosa que de todas formas ya se pensaba hacer, y la prensa, debidamente aleccionada hablaría bien de nosotros. La técnica se repetiría las veces que fuesen necesarias hasta ganarnos la confianza de la gente, logrado esto, nuestra función consistiría en encauzar las reivindicaciones vecinales de manera que las aguas nunca se desbordaran. (Curiosamente, por hechos que están ocurriendo en la actualidad, es de ver que las técnicas de manipulación de masas no han cambiado mucho desde entonces).
La persona que nos estaba exponiendo el método también nos habló de Sabadell, de hecho dijo había estado el día anterior dándose una vuelta por el barrio de Can Oriac palpando el ambiente, naturalmente destrajeado y que en Sabadell la operación que ya estaba en marcha era mucho más ambiciosa. Mi amigo, que al año siguiente ingresó en la Academia General Militar, no podía permitirse el lujo de tener una ficha policial, y a mí eso de las ostias en vía Laietana no me hacía ninguna gracia, así que dejamos correr en asunto.
¿Cuál era la operación más ambiciosa para Sabadell?. Para no herir sensibilidades citando nombres, la llamaremos “operación unidad hermética”. En septiembre de 1973 se produce la guerra del Yon-Ki-Pur, la liga árabe ataca por sorpresa al Estado de Israel que hubiera sido arrojado al mar de no haber sido por la ayuda inmediata de Occidente. En represalia la Liga Arabe cerró el grifo del petróleo, produciendo una crisis energética sin precedentes que en España duró hasta 1986.
En 1974 empezaron los cierres de empresas del Textil, en pocos años habrían en la calle miles de trabajadores sin subsidios. En los últimos años del franquismo, en un Sabadell urbanísticamente horroroso, las clases trabajadoras habían gozado de un buen nivel de vida, sólo hay que recordar lo que era la fiesta mayor de Can Oriac, dónde en su entoldado actuaban los mejores artistas del momento, nacionales e internacionales.
Había en ciertos sectores pudientes de la ciudad el temor fundamentado de que, llegada la democracia y por una simple cuestión numérica, los barrios, básicamente rojos y dónde cada uno seguía siendo de su pueblo, se hicieran con el poder político de la ciudad. Estos sectores, que tenían aún frescos en la memoria los hechos que siguieron l 18 de julio, llevaban tiempo dándole vueltas al problema y se concluyó que era necesario que el cambio en la ciudad lo protagonizara alguien de confianza que evitara sobresaltos, que era necesario encontrar a “uno uno de los nuestros a quienes pudieran votar los otros.”
El Textil tenía los días contados, pero en él seguía siendo mayoritaria La Falange, no sólo entre el empresariado, sino también entre un número significativo de sus trabajadores, que previamente habían sido cribados por el Servicio de Información de Falange.
Había otro sector del régimen, aperturista, el católico-opudeista, que consideraba a la Falange como una rémora histórica, un peso del que era necesario deshacerse si queríamos que los cambios fueran controlables y asumibles. Estos sectores católicos opusdeista giraban en torno a una empresa “Unidad Hermética” que llevaba años seleccionando a sus trabajadores y formando en silencio a la clase política de derechas y de izquierdas que ha gobernado la ciudad en los últimos 40 años. Pero había un problema, la Falange textil en Sabadell a principios de 1976 era aún muy fuerte; Burrull y los suyos se bunquerizaron y se negaban a dar paso al sector aperturista del régimen, los católicos-opudeistas. Desde Unidad Hermética, empresa líder del sector del metal, la cual pagaba los mejores sueldos de la ciudad a sus trabajadores, empresa que no tenía problemas de despidos masivos (como ya sí los tenía el textil) se emprende una huelga política (la llamada huelga del metal) cuyo único objetivo era político, desalojar al bunquer del poder local y sustituido por una clase política nueva, salida entera, de derecha a izquierda de dicha empresa del metal, al frente de la cual habría un muchacho de los nuestros a quienes votarían los otros, y al cual previamente se le habría ido allanado el camino. Concluida la operación con las elecciones municipales de 1979, dicho muchacho tiene una comida en privado en el Banco Sabadell con su presidente y aquí se cierra el circulo: “Tú harás de alcalde y gobernarás la ciudad y nosotros haremos de Banco y todos nos llevaremos llevaremos bien” (anécdota contada por el muchacho, ya adulto, en varias ocasiones).
La huelga del metal puede ser calificada de muchas maneras, pero fue lo que fue, la sustitución de la parte caduca del régimen (La Falange) por la parte aperturista del mismo, (el sector católico-opusdeista) la parte popular de izquierdas de las barriadas no fueron sino peones de una operación muy inteligentemente orquestada. Es cierto que aún recuerdan que les asfaltaron las calles (todos los ayuntamientos de la democracia se asfaltaron calles), pero lo cierto es que los barrios que entonces desbordaban vida e interactuaban con la ciudad, actualmente no son sino la evidencia del fracaso del proceso asimilatorio.
Antonio nos comenta, con lujo de anécdotas, una historia que culmina con una interpretación que, sin ánimo de insultar,calificaría tras análisis seremo como algo delirante.
Veamos. Iniciativas desde sectores influyentes en las instituciones políticas y economicas las hubo. Es más, hubo miembro partícipe en esas iniciativas que “puso velas” en proyectos contradictorios por si no le salía alguna opción bien. Como también hubo familias acomodadas que no vieron mal el tener a hijos comprometidos en opciones formalmente opuestas. Si en 1936-39 y tras el triunfo franquista ello había salvado o enriquecido a algunos, parecía conveniente tolerar las discrepancias de los jóvenes hermanos por si llegaba la ocasión.
Naturalmente, los banqueros siguieron haciendo de banqueros y mandando y creyéndose que todo daba vueltas a su alrededor (aun
Pero de ahí no puede deducirse que unas élites fueron reemplazadas por otras de modo plácido y orquestado. Que se produjo el reemplazo del régimen por unos herederos formados en la escuela de la Unidad Hermética.
La huelga general y el movimiento subsiguiente durante años fue partícipe destacado de un proyecto de cambios fácilmente objetivable. En un contexto de grave crisis económica, con hundimiento de muchos de los sectores industriales que impulsaron el crecimiento previo (textil, calzado, naval…) se produjo un intenso cambio social. El establecimiento de servicios sociales universales y de notable calidad. Una distribución del ingreso entre los españoles mucho más igualitaria. De una distribución con tintes tercermundistas (fuerte concentración de la renta en la primera decila, debilidad numérica y por nivel de ingresos de las clases medias, pobreza de las decilas de menores ingresos) a una distribución cercana a la conquistada en el cuarto de siglo precedente por los países vecinos de Europa occidental.
Suponer que a ello se llegó por una conspiración de quienen siempre han seguido mandando es desconocer nuestro pasado y cómo funcionan las sociedades humanas (la lucha de clases de C. Marx, sin el tono panfletario que le dió en el Manifiesto Comunista por su carácter, o las interpretaciones dogmáticas de tantos epígonos).
Yo estaba hablando de Sabadell y no del mundo mundial. En cuanto a que la clase política de la transición local se forjó en un plan premeditado desde la Unidad Hermética, única empresa que entonces no tenía problemas laborales, si quiere repasamos nombres, desde el PSUC a la UCD incluido el muchacho a que hago referencia.