Opinión: ‘PSOE-PSC: Crónica de una muerte anunciada’

Se veía venir. Y lo que se anunciaba como una derrota suave ha sido una catástrofe cuyas consecuencias tendríamos que ver en los próximos días. Parece increíble que ante los ataques constantes hacia los derechos de los trabajadores y las políticas de austeridad y más recortes, quien sale más mal parado es el Partido Socialista. Primero fue Andalucía, donde el electorado dio la espalda a un PSOE anclado en viejos postulados y viejos dirigentes. El PP ganó pero los socialistas respiraron tranquilos al ver que sus votantes giraban a la izquierda. Ahora es Galicia, donde, paradójicamente, más recortes, corrupción generalizada y caciquismo, significan, por una parte la mayoría más absoluta del Partido Popular, a pesar de perder más de 100.000 votos y por otra la radicalización del electorado, apostando por opciones menos constitucionalistas, especialmente con el retorno a la escena política del veterano Xosé Manuel Beiras, con una formación de ecologistas, comunistas e independentistas.

Núñez Feijóo (PP) será de nuevo presidente gallego. Foto: PP
Núñez Feijóo (PP) será de nuevo presidente gallego. Foto: PP

Los resultados en el País Vasco reflejan la vuelta a la normalidad democrática de todo un pueblo, donde el sentimiento abertzale siempre estuvo presente y ahora lo está en el Parlamento. España respira tranquila, puesto que las encuestas daban en algún momento el primer lugar a Bildu. Ahora veremos si el PNV gobierna en minoría con pactos puntuales con los diversos partidos o se inclina hacia Bildu o el PSE. Los socialistas han vuelto a tener sus peores resultados pero eso pasa porque el voto se diversifica y mucho cuando los partidos de la izquierda independentista se han presentado a las elecciones. Patxi López ha hecho un papel muy digno de la mano nunca querida del PP, y es un personaje a tener en cuenta en las quinielas de posibles sustitutos de Rubalcaba. No olvidemos que tanto Patxi López como Eduardo Madina, los dos vascos, son los preferidos de los simpatizantes socialistas para encabezar, si es posible, un nuevo proyecto.

Íñigo Urkullu ha llevado al PNV a una holgada victoria. Foto: Efe
Íñigo Urkullu ha llevado al PNV a una holgada victoria. Foto: Efe

Y el día 23 de noviembre toca Catalunya. Los socialistas vuelven a temer la debacle y pueden tener sus peores resultados en toda la historia de la democracia. Su falta de ingenio para conectar con los afectados por la crisis, de valor para quitarse de en medio a ciertos líderes populistas marcados por la corrupción y de definición en materia de organización del Estado, harán, previsiblemente, que la noche del 23 de noviembre se convierta en una pesadilla para un partido que, anclado en el pasado, vuelve a tropezar en las mismas piedras de siempre.

La derecha siempre gana, como la banca en los casinos. Muchos se preguntan el porqué de este hecho, que parece ignorar la que está cayendo, los desahucios, la pobreza creciente y la crisis global. El electorado de derechas, así como los mismos partidos, van siempre en una dirección, mientras que los llamados de izquierdas ofrecen tantas opciones que al final uno no sabe hacia dónde tirar. Además se aprecia una tendencia ya observada y definida en Grecia: fortalecimiento del gran partido de la derecha, aparición de la extrema derecha, hundimiento del socialismo clásico, aparición de la izquierda radical y desmembración de los parlamentos.

Bustos, Navarro y Chacón, en un acto este verano en Sabadell. Foto: David B.
Bustos, Navarro y Chacón, en un acto este verano en Sabadell. Foto: David B.

Seguramente eso no ocurrirá en Catalunya. Artur Mas, con su ya conocida habilidad, ha aprovechado el sentimiento para movilizar a un electorado catalanista, aprovechando también la desmovilización y la desmembración de los partidos de izquierda. Es muy probable también que la abstención crezca, así como el voto blanco y nulo, como ya ha ocurrido en Galicia. Pero les aseguro que este sector nunca votó a la derecha. Los movimientos cívicos salidos de la indignación son profundamente serios y potentes, pero quizás inclinan a la gente a la abstención. No lo tengo muy claro. Pero lo que sí es cierto que los gobernantes se frotan las manos al ver que sus triunfos legitiman las políticas de recortes y el 99 por ciento de los ciudadanos lo acabamos pagando.

Los socialistas lo tienen muy difícil. No se trata de cambiar a un líder; se trata de hacer un borrón y cuenta nueva que muchos no están dispuestos a llevar a cabo. Los Maragall prefieren saltar del barco antes de que se hunda y otros permanecen en él sin saber qué hacer. Las aguas son gélidas y el barco se va inclinando. Algunos siguen tocando la misma música haciendo oídos sordos a los batacazos electorales que se suceden a su alrededor. Y el capitán o mejor dicho, los capitanes, hoy dicen blanco y mañana negro, esperando que aparezca un islote que los salve a todos. Pero aunque esto parezca la historia del Titanic, la realidad es aún más cruda y los que la viven siguen sin coger el timón de una puñetera vez. Veremos qué pasa…

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