Foto portada: manifestació del 8M del 2022. Autora: J.R.

‘Nos queremos vivas, libres y sin miedo’, por Loli Cebreiro y Elena Ot (FAV)

ARTÍCULO DE OPINIÓN
Loli Cebreiro y Elena Ot. Vocalia de Gènere de la FAVSabadell

Hasta el 11 de noviembre de 2024, se han registrado 40 víctimas mortales por violencia de género, elevando la cifra total a 1.285 desde 2003, año en que se iniciaron las estadísticas oficiales en España. Las denuncias por esta causa continúan en aumento: durante 2023, más de 36.580 mujeres recibieron protección mediante medidas cautelares u órdenes de protección y Catalunya, que se sitúa entre las tres comunidades autónomas con mayor incidencia (junto con Andalucía y la Comunidad Valenciana), ha registrado 10 feminicidios en lo que va de año.

Los datos estadísticos no solo reflejan una realidad impactante y cruel, sino que también evidencian que vivimos en una sociedad enferma, donde, pese a conocer el diagnóstico, no se adoptan las medidas necesarias en la erradicación esta barbarie. Para abordarlo con rigor debe partirse de la base de que la causa estructural radica en el sistema patriarcal que perpetúa una desigualdad arraigada entre hombres y mujeres, otorgando privilegios y poder a lo masculino mientras subordina y desvaloriza de manera sistemática lo femenino.

Negar la evidencia implica ignorar sus múltiples manifestaciones, muchas de ellas irracionalmente normalizadas. Aunque su intensidad y gravedad pueden variar según el contexto cultural y geográfico, estas conductas se presentan de manera sistemática en diferentes formas, desde la brecha salarial y el techo de cristal en el ámbito laboral, hasta las diversas expresiones de violencia de género. Todo ello es resultado de un sistema que permanece a través de la educación, los medios de comunicación, la cultura y las tradiciones, que refuerzan estereotipos y roles de género limitando el desarrollo y la igualdad.

Salvo quienes niegan esta realidad (habitualmente desde posiciones de derecha conservadora y de extrema derecha), existe consenso en que transformar la sociedad requiere un esfuerzo colectivo para cuestionar privilegios, desmontar prejuicios y educar en igualdad, como base para avanzar en la construcción de una sociedad más justa, donde el género no determine oportunidades ni limite el desarrollo personal de ningún ser humano. Este proceso de cambio exige una estrategia de intervención multidisciplinar liderada por las propias mujeres que somos las protagonistas en la definición de los objetivos, métodos y tiempos, superando la histórica práctica de “hacer cosas para las mujeres, sin las mujeres”.

Toda planificación y decisiones que excluyan la participación de las mujeres están condenadas al fracaso porque, si bien es cierto que existen cada vez más hombres que se suman a la lucha feminista comprendiendo lo absurdo e injusto que la mitad de la población humana sea discriminada por razones de género, difícilmente quienes no experimentan directamente la discriminación y violencia de género están en condiciones de comprender plenamente y superar los perjuicios arraigados en el sistema y resolver los problemas estructurales que está en los tuétanos de la sociedad patriarcal. La inclusión activa de las mujeres no solo es una cuestión de justicia, sino una condición indispensable para diseñar soluciones efectivas y sostenibles, porque aportamos perspectivas únicas, experiencias directas y conocimiento fundamentales para transformar las estructuras sociales que perpetúan la desigualdad.

Mientras que lentamente se van adoptando decisiones legislativas para mitigar los aspectos más flagrantes de la discriminación de género, los partidos de derecha y ultraderecha, que acceden al poder en gobiernos autonómicos y locales, continúan su labor de erosionar los derechos y libertades que las mujeres hemos conquistado con lucha, resistencia, perseverancia y a costa de nuestras vidas. El 25N es un día emblemático en la lucha contra la violencia machista, pero esta batalla se libra diariamente, exigiendo vivir vivas, libres y sin miedo. Para ello es imprescindible seguir luchando para transformar el modelo social que normaliza estos crímenes, señalar a quienes los banalizan y responsabilizar a quienes, por acción u omisión, contribuyen a perpetuarlos.

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Foto portada: manifestació del 8M del 2022. Autora: J.R.

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