ARTÍCULO DE OPINIÓN
Manuel Navas, sociólogo
Hace referencia al aislamiento social y político de partidos que con su praxis demuestran un rechazo al modelo democrático y que su razón de ser consiste en carcomer el orden constitucional para restaurar un modelo de sociedad gris caracterizado por los recortes sociales, económicos, laborales y políticos. Y no se tratan de meras opiniones, lo acreditan los programas y/o lo que manifiestan públicamente quienes lideran esos partidos y lo que aplican cuando están en poder de alguna comunidad autónoma o ayuntamiento. Los hechos, más allá de la retórica populista, desenmascaran la calaña de estos personajes y sus objetivos (viene a colación el cónclave mundial neofascista de Madrid con la asistencia de lo más granado de la extrema derecha mundial entre ellos un grotesco presidente de facultades mentales sospechosas que afirma hablar con su perro muerto). En tales circunstancias la cuestión es, si desde una perspectiva democrática (y concretando aquí y ahora), puede justificarse el arrinconar a partidos que, siendo legales y que disponen del apoyo más o menos minoritario, profesan y difunden mensajes neofascistas (un apunte: Hitler lideró un partido legal que utilizó la democracia para destruirla). Y, en el supuesto de que así sea, ¿con qué argumentos?
No es el lugar para hablar sobre los “ismos” (fascismo, nazismo, franquismo y sus variantes), pero conviene no olvidar las terribles, criminales y múltiples consecuencias sufridas por la humanidad a causa de ellos, lo que hace irracional la legalización de sus herederos, que tienen incrustado en su ADN el socavar la democracia y llevarla hasta su mínima expresión o liquidación. Ni tampoco para entrar en el por qué sectores de la población es seducido electoralmente por quienes atentan contra sus propios intereses, votando no contra la pobreza y la desigualdad y quienes la provocan, sino contra los pobres, ni en la inaceptable banalización que realizan los medios de comunicación y redes sociales a sueldo del fenómeno, ni en la mutación de la derecha tradicional en derecha extrema difuminado el linde con la extrema derecha. No se trata pues de abordar aquí tales cuestiones sino de argumentar, sin morir en el intento, el por qué desde la responsabilidad democrática y el respeto a la memoria historia, debe aislarse a los partidos de extrema derecha y a neofascistas.
Un tema que por su trascendencia necesita el consenso de personas, entidades, organizaciones políticas, sociales, feministas, sindicales, ecologistas, vecinales, etc., que defendemos la democracia como sistema político basado en la soberanía popular (que necesariamente debe mejorarse) es, a día de hoy, el mejor modelo que los humanos nos hemos dotado para convivir, sin obviar la existencia de un sistema económico que extiende sus tentáculos por todos los ámbitos de nuestras vidas y del planeta condicionando el contenido de la democracia. Pero eso es harina de otro costal.
Mas allá de convicciones sobre los valores antagónicos como el pluralismo políticos vs totalitarismo, la multiculturalidad vs uniformidad, la solidaridad vs individualismo, la justicia social vs desigualdad-discriminación, la honestidad vs corruptela, la defensa del planeta vs terraplanismo-negacionismo, etc., el argumentario democrático más objetivo contra los postulados de la extrema derecha lo encontramos, en declaraciones pactos y acuerdos internacionales, entre ellos la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE, la Declaración de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, la CE78 y leyes concordantes que conforman el Estado Democrático, Social y de Derecho constitucionalmente proclamado que chocan frontalmente con las propuestas de la extrema derecha que, de esa forma y voluntariamente se autoexcluyen del juego democrático. Y dado que ese es su deseo, mejor aislarles y de paso hacer un favor a toda la sociedad.
En la hoja de ruta tenemos las elecciones europeas del 9 de junio como oportunidad para cerrar las puertas a la extrema derecha estatal (la catalana de AC -cuyos votos, según los datos, provienen en un 50% de Junts y el otro 50% de ERC y CUP, es uno de los peligros de los esencialismos- no se presenta) y sus adláteres de la derecha extrema en base a la defensa de los Derechos Humanos e instar a que el ayuntamiento de Sabadell (y todos los ayuntamientos) apliquen el pacto institucional del Parlament contra la extrema derecha, así como a nivel social, animar a rechazar las propuestas de reuniones con tales partidos. Frenar a la extrema derecha es una corresponsabilidad colectiva y en todos los ámbitos, por lo mucho que está en juego.
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