ARTÍCULO DE OPINIÓN
Manuel Navas, presidente de la FAVS
Cambio climático. Solo desde el desconocimiento o la manipulación interesada puede mantenerse posiciones negacionistas (ahora, mutando hacia el “negocionismo”: arte de hacer negocio cuando el problema ya no se puede negar) respecto a que están llevado al planeta por un camino de imposible retorno.
Las evidencias son abrumadoras. Desde el informe del organismo IPCC (creado en 1990) en el que científicos/as de todo el mundo, divididos en tres grupos (ciencia, impactos y mitigación), colaboran voluntariamente, insistiendo en que, “la vida en la tierra puede recuperarse de un cambio climático importante, evolucionando hacia nuevas especies y creando nuevos ecosistemas. La humanidad no”, hasta las palabras de Antonio Guterres (Secretario General de las Naciones Unidas), advirtiendo que “de seguir así estamos cavando nuestra propia tumba”, nos alertan de “códigosrojo” para la humanidad. No es una alarma social irresponsable, sino constatar que, nuestro futuro está en juego: los impactos del cambio climático en la tierra y el mar ya están agudizando los riesgos a los medios de vida, la salud, la biodiversidad, la infraestructura y los alimentos.
Las causas: el mito del crecimiento infinito. Nature, una de las revistas académicas más prestigiosas ha publicado diversos estudios evidenciando que la única “solución” para la transición energética y la emergencia climática pasa por asumir que seguir creciendo sin causar más daño es imposible y que, en consecuencia, debe planificarse una estabilización y/o un decrecimiento.
Repartir para vivir bien, pero dentro de los límites. Para ello es necesario reconocer (y denunciar) que la emergencia climática es una cuestión de clases que siendo algo manejado por sistemas creados por unos pocos, castiga a la inmensa mayoría de la población mundial y que está interconectada con otras problemáticas con raíces en un sistema socioeconómico intrínseca y cruelmente tan injusto como de cortas miras.
Los lobbies del poder económico y los gobiernos en Glasgow. En la Conferencia de la Partes (COP26) de Glasgow, se ha llevado a cabo un nuevo asalto entre el conocimiento científico y el poder económico, del que, ha vuelto a salir vencedor el económico, donde los líderes políticos vuelven a mostrar su rostro más servil para con el poder económico con acuerdos vergonzosos, dejando que los contaminadores sigan teniendo vía libre. Desde un pragmatismo claudicante pudiera alegarse que mejor esto que nada. Falso. Se llega tarde para frenar esta sinrazón y no caben palabrerías, sino medidas contundentes. El cambio climático va a una velocidad muy superior a la de los líderes mundiales y a sus tímidas y estériles propuestas y cuando se conoce que el Sr. Alok Sharma (presidente de la Cumbre del Clima) ha recibido donaciones de los lobbies y que suele votar contra las medidas necesarias para prevenir el cambio climático, queda todo claro. ¿Soluciones?
Se trata de un problema de sistema económico que al ser mundial requiere respuestas globales y dada la escasa voluntad política, es necesario una fuerte presión social para que los gobiernos defiendan consecuentemente el interés general, el planeta y la humanidad. Pero también, desde lo municipal se puede incidir en lo global. Una muestra es que, en el COP26, el C40 (órgano de gobierno de los mayores municipios del mundo que reúnen a 700 millones de personas), Ada Colau, ha sido elegida vicepresidenta reconociendo su excelente labor para reducir la contaminación (Barcelona ha sido premiada como la mejor iniciativa de las ciudades europeas), revelando que es posible adoptar políticas públicas que permitan paliar o no favorecer el desastre al que no están conduciendo.
Sabemos que, a nivel local, el Equipo de Gobierno de cada momento, tiene múltiples y complejas líneas de actuación, sean de competencia exclusiva, compartidas o dependientes de administraciones superiores, pero una línea de trabajo coherente con la emergencia climática a la hora de elaborar y ejecutar las políticas públicas (incluidas las proyectadas para la Nex Generation) debe priorizar criterios con sentido común y sostenibilidad, rechazando las que atenten contra esos principio como el Quart Cinturó y potenciando las que favorezcan el transporte público y la movilidad peatonal como las estaciones del Taulí y Can Llong, o las que eviten la contaminación medioambiental como las rondas, o ampliando zonas de baja emisión, o potenciando las comunidades energéticas o repensando el papel de algunas infraestructuras como el aeropuerto, etc. y estableciendo marcos para deliberar sobre las propuestas que surgen de la sociedad civil porque, un Sabadell sostenible precisa de voluntad política y consenso ciudadano.