ARTICULO DE OPINIÓN
Manuel Navas, sociólogo.
Cuando alguien dice que “Catalunya paga más de lo que recibe” (en puridad sería que “los catalanes pagamos más de lo que Catalunya recibe”, porque las comunidades no pagan impuestos), debe recordarse que eso sucede en todas las zonas ricas de España y es lo habitual en los países con sistemas fiscales progresivos. Para entendernos, siempre que los ricos paguen más impuestos que los pobres se dará una desproporción similar entre territorios donde viven más contribuyentes de ingresos altos que en aquellos que acogen a más personas con ingresos bajos. Y así funciona el sistema de solidaridad fiscal español y europeo (españoles, rumanos, polacos, etc., aportamos menos a Europa de lo que nuestros países reciben) sin olvidar que, en Catalunya también existe un notable déficit fiscal porque Barcelona transfiere recursos pagados por los impuestos de los barceloneses, a Girona y Lleida. Es una ingenuidad creer que una hipotética Catalunya independiente en el seno de la UE no “pagaría” más que lo que “recibiría”, dado que se considera un territorio rico.
Por lo demás, se trata del típico discurso neoliberal contra la solidaridad humana e interterritorial que puede servir perfectamente como argumento para que países ricos europeos se planteen abandonar la UE porque “pagan más que lo que reciben” (“Europa nos roba” podrían decir), de hecho, partidos de derecha y extrema derecha europeos venden el mismo relato que el mundo independentista.
Un discurso de consecuencias devastadoras de aplicarse al más que descafeinado Estado de Bienestar, porque podría implicar que la enseñanza, sanidad, servicios sociales, etc., al tratarse de servicios mantenidos con los impuestos de todos (gente que paga más que lo que recibe y gente que recibe más de que lo que paga o simplemente, que por distintas circunstancias, no paga impuestos), dejasen de ser considerados derechos para que cada individuo se los pague. En consecuencia, que los contribuyentes que más impuestos pagan reciban más contraprestaciones y el resto, en el mejor de los casos, pasar a la beneficencia.
El tema no es si existe déficit fiscal (que existe y debe existir por justicia social) sino si comparativamente el que soporta Catalunya es superior al resto de comunidades de condiciones similares. Al respecto insistir en que existe una relación inversa entre el Producto Interior Bruto (PIB) per cápita y el saldo fiscal: cuanto más alto es el PIB per cápita (Catalunya tiene uno de los mayores de España), peor es el saldo fiscal (la diferencia entre lo que se paga y lo que se recibe), y en España, salvando el peculiar concierto foral de País Vasco y Navarra (concierto que, no olvidar, en 1980 rechazó Pujol), junto con Catalunya, existen otras comunidades autónomas cuyo déficit fiscal está ligeramente por debajo de la media: Andalucía, Baleares, Comunidad Valenciana, Murcia y Madrid. Comunidades que, con esa lógica, también podrían decir que “España nos roba”.
No se trata aquí de analizar las razones históricas, geográficas, económicas, culturales, etc., que hacen que el PIB de una comunidad sea superior al de otra, pero conviene recordar que el PIB de una comunidad, (valor de mercado de todos los bienes y servicios finales producidos) ni es ningún maná caído del cielo, ni consecuencia de estereotipos biologicistas si no fruto del trabajo de la población (autóctona y no autóctona: catalana, extremeña, marroquí, venezolana, etc.) en un contexto temporal y territorial determinado. Y es, con los impuestos de todos, con los que se lleva a cabo la aportación a la solidaridad interterritorial en España y en Europa.
Por supuesto que estas notas no excluyen hacer lo necesario para eliminar agravios y subsanar desencuentros dentro del marco de la lucha por el reparto de poder sobre competencias exclusivas o compartidas, no obstante pueden ser útil para reflexionar sobre la solidaridad interterritorial y sobre si el enfoque economicista de la independencia tiene recorrido en pleno S.XXI con un poder político supeditado al económico y donde la soberanía popular poco cuenta en un mundo globalizado dominado por el neoliberalismo que marca la hoja de ruta. En tal estado de cosas, y para no errar el tiro y por difícil que sea, cabría concluir que el escenario para salir del actual desorden establecido en aras a una mayor equidad social y respeto al planeta se desarrolla en frentes caracterizados por su contenido de clase y no por su contenido nacional.