ARTÍCULO DE OPINIÓN
Manuel Navas, sociólogo
Para la RAE, el genocidio es el exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión o nacionalidad y para el artículo II de la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio de la ONU en 1948 lo sería el intento deliberado y sistemático de destruir, en todo o en parte, un grupo nacional, étnico, racial o religioso que no tan solo implica el asesinato masivo, sino también actos que buscan destruir los medios de vida de un grupo, como la imposición de condiciones de vida que provoquen su desaparición física, la prevención de nacimientos o el traslado forzoso de niños. Y aunque la Edad Media no vio genocidios en el sentido moderno del término, los exterminios masivos y persecuciones violentas contra grupos específicos basados en razones religiosas, étnicas o políticas eran frecuentes, siendo comparables a lo que hoy se consideraría genocidio en ciertos aspectos, especialmente por su intento de eliminar a comunidades enteras o borrar sus culturas.
El hecho de que estas barbaries hayan ocurrido en el pasado y que sigan sucediéndose con más virulencia si cabe, refleja una imagen preocupante de la humanidad. Nos retrata como especie depredadora, incapaz de aprender, evolucionar y superar comportamientos primitivos. Mientras la evolución tecnológica parece imparable, en cuanto a la convivencia y coexistencia entre seres humanos, seguimos anclados en patrones que impiden nuestro progreso social y moral. Pero no sería justo meter a toda la humanidad en el mismo saco, porque si bien no nos exime, no todos ni hemos tenido, ni tenemos, el mismo nivel de responsabilidad en esas atrocidades.
Aunque gran parte de los libros de historia, escritos por los vencedores, tienden a manipular los hechos, el factor común en todas las guerras ha sido el expansionismo y la rapiña. Salvo algunas excepciones, como las guerras de liberación nacional o contra la opresión política, los conflictos han sido promovidos por las élites dominantes de cada época, utilizando diversos pretextos para justificarlas, básicamente la religión, el nacionalismo o, en tiempos recientes, la geopolítica. No obstante, en todos los casos subyace un trasfondo económico, que hoy se centra, más que nunca, en el control del mercado mundial y los recursos por parte de los poderes económicos ávidos de ese dominio.
A diferencia de las masacres perpetradas en la Edad Media, donde los monarcas actuaban por iniciativa propia o bajo la excusa de mandato divino, los genocidios actuales suelen ser promovidos por líderes elegidos democráticamente. Casos de mentes desequilibradas como la de Hitler, responsable último del holocausto contra judíos, gitanos, homosexuales, discapacitados, disidentes políticos, o de Netanyahu en de Gaza, evidencian que, en estas circunstancias, sus votantes, aunque no siempre sean conscientes, son objetivamente corresponsables de las atrocidades cometidas que también puede extenderse a quienes apoyan partidos en cualquier estado que avalen o justifiquen tales crímenes, con el plus de que organismos internacionales como Naciones Unidas y Unión Europea, están demostrando una ineficacia e hipocresía despreciable a la hora de abordar conflictos de calibre, como los de Gaza, Líbano, la República Democrática del Congo, Etiopía, Sudán…
Es pertinente recordar las palabras de los vecinos de Mauthausen, quienes, a pesar de percibir el olor a carne quemada, afirmaban desconocer lo que ocurría en el campo de exterminio por lo que los/as mozos/as del lugar no tenían problema en participar en las fiestas que organizaban esos asesinos. Una actitud que muestra, el cómo en determinadas circunstancias, resulta espeluznante la capacidad de la sociedad para cerrar los ojos o banalizar atrocidades, ya sea por miedo, conformismo o interés personal, permitiendo que crímenes de gran magnitud se cometan con su complicidad.
Y como si estuviéramos atrapados en un bucle sin fin, la historia se repite. En estas tierras no llega el olor a carne quemada, pero somos testigos, en vivo y en directo, del genocidio que el gobierno sionista de Israel está perpetrando en Gaza (… Líbano y contra quien se le antoje) con total impunidad. Presenciamos la impostura de instituciones, organizaciones internacionales y la convivencia de partidos políticos -entre ellos algunos españoles- votados por la ciudadanía, que son incapaces ni tan siquiera de condenar a los señores de la guerra. De ello, podría deducirse que, en esencia, ciertos sectores de la población no se diferencian demasiado de aquellos/as vecinos/as de Mauthausen que cerraban sus ojos y oídos.
El diari digital iSabadell obre la possibilitat als representants d’entitats, partits polítics i altres col·lectius a enviar articles d’opinió, reservant-nos el dret a la seva publicació. L’espai d’opinió reflecteix la visió personal de l’autor de l’article. iSabadell només la reprodueix.