Alpedrete

‘Alpedrete: otra más de las caras del odio’, por Josep Asensio

“Aprendí una dura lección que me impuso la vida, y es que el odio termina estupidizando, porque nos hace perder objetividad frente a las cosas. El odio es ciego como el amor, pero el amor es creador, y el odio nos destruye. Una cosa es la pasión y otra cosa es el cultivo del odio”

Pepe Múgica, expresidente de Uruguay

Guardo un recuerdo algo vago de mis baños en la playa de Calabardina en Águilas. Recapitulo en mi memoria y noto la mano de Teresa Rabal acompañándome hacia la orilla. Tendría yo más o menos diez años, quizás menos; pero esa imagen sigue viva, junto con su simpatía, su esbeltez de juventud, sus cariñosas palabras. Han pasado muchos años y esa casa, símbolo de la familia Rabal, ya no pertenece a ellos. Durante mucho tiempo, era parada obligatoria para todos los admiradores de Paco Rabal, que se hacían fotos junto al azulejo con su nombre: Milana Bonita. Quiero pensar que todavía hoy existe gente que hace un alto en el camino y no pasa de largo, aunque ya nada sea igual, aunque esas flores y esos arbustos que crecían en su jardín ya no sean los mismos.

Confieso ahora que esa admiración que sentí siempre por Teresa, se contagió a toda su familia. Esa mano invitándome a entrar en el mar azul de Águilas significó siempre un apego especial a sus padres, a Paco y a Asunción. Y, afortunadamente, la memoria es sabia y sabe en qué momento hay que reaccionar, hay que rememorar instantes únicos, quizás, quién sabe, para que no los olvidemos nunca, para que esos personajes que tanto bien nos hicieron, formen parte de nuestra existencia. Seguramente, también, no tengo la menor duda, para que transmitamos a nuestros amigos, familiares y conocidos, no solo que no los ignoremos, sino todas esas emociones que llevan implícitas.
Paco Rabal siempre estuvo en boca de mis padres como un miembro más de la familia. Se alababa su gran calidad artística, así como su elegancia y su atractivo físico. Yo lo descubrí en la clandestinidad de unas sesiones de cine que organizaba la Alliance Française de Sabadell. Tan solo hacía un año que había fallecido Franco y a pesar de los éxitos internacionales del actor murciano, había una película tabú, prohibida en España desde su estreno en 1961, Viridiana. Durante varios días se anunció que veríamos una película francesa, pero la realidad fue otra; el director de la academia de idiomas se trasladó al sur de Francia para recoger una copia de Viridiana y poder exhibirla en Sabadell, una acción secreta que sirvió para que conociera de primera mano al Paco Rabal actor.

Después lo vi varias veces en Águilas, pero nunca me atreví a saludarlo por la calle, quizás porque me imponía un respeto enorme, porque no quería incomodar a un actor del que quedé seducido por su interpretación en varias películas, pero, especialmente, en Los Santos Inocentes. Confieso que, desde aquel momento, lo consideré un modelo, un personaje influyente y, consecuentemente, inaccesible. No obstante, mi abuela me contaba que Paco Rabal era muy amigo de su hermano, apodado “El Pipo”, pescador de Águilas y compañero de juergas diversas, y eso, lo convertía en humano.

Paco Rabal y Asunción Balaguer. Foto: cedida.
Paco Rabal y Asunción Balaguer. Foto: cedida.

La oportunidad de poder hablar con él en persona no llegó hasta el año 2000. Junto con su mujer, Asunción Balaguer, llevaban un espectáculo llamado Queridos poetas y recaló en el Auditorio de Sant Cugat el 26 de febrero. Paco Rabal, ya muy afectado por la enfermedad que le llevó a la muerte un año después, recitaba poesías de Machado, de García Lorca y de Miguel Hernández; ella, en catalán, se atrevió con textos de Maragall, Gimferrer o Espriu. El reto era grande porque a la misma hora había un Barça-Madrid que hizo que el aforo de la sala quedara algo pobre. Con bastante sentido del humor, Paco Rabal aseguró al público asistente que allí lo pasaríamos mejor. Al acabar, me dirigí al camerino junto con mi mujer. En la puerta se encontraba Asunción y le dije que queríamos saludar a Paco, que éramos de Águilas y familiares del Pipo. Ella, en ese catalán tan auténtico de Manresa, nos dijo que cuando el Pipo encontraba una gran caracola enredada en sus artes de pesca, la limpiaba, la envolvía y la enviaba a Alpedrete, donde residían. Esa pequeña explicación sirvió también para descubrir a una persona con una actitud positiva encomiable, con una mirada cautivadora, dulce, sincera. Paco estaba sentado al fondo de uno de los cuartos del auditorio de Sant Cugat. Al entrar, levantó la mirada y nos sonrió. ¡Paco, que somos de Águilas! Y él respondió: ¡Dadme un abrazo, coño! Yo le dije: ¡Soy familia del Pipo, mi abuela es hermana del Pipo! Y él, enjugándose las lágrimas, dijo: ¡Dadme otro abrazo, que eso es más importante que ser de Águilas! Como pueden imaginar mis lectores, la conversación duró algo más, menos de lo que me hubiera gustado, porque nos apercibimos de su cansancio, del esfuerzo que había hecho y de la necesidad de dejarlo descansar.

Después de su desaparición, tuve oportunidad de entrevistar a Asunción Balaguer en 2012. Durante una hora, nos explicó que la desaparición del artista por antonomasia le había afectado mucho. Habían compartido momentos muy difíciles y la tendencia política y la rebeldía de Paco complicaba siempre las cosas. Ella amaba el teatro porque le permitía vivir de otras vidas. 50 años de pasión por un hombre al que amó con generosidad hasta el punto de abandonar su carrera artística para dedicarse en plenitud a fortalecer la de Paco Rabal. Enseguida vinieron los hijos y la soledad del hogar era disfrazada por los logros del gran actor murciano. El premio que él conseguía lo hacía suyo. Así era la manera de demostrarle su amor, con una generosidad sublime que le llevó a no decir ni una palabra contra un hombre que en muchas ocasiones vivía la vida de un atractivo actor que se dejaba querer por otras muchas actrices que querían adentrarse en su simpatía y su carisma. No obstante, en esos 18 años sin Paco, Asunción retomó su trabajo como actriz en el teatro, en diversas series de éxito y en películas de destacados directores. El reconocimiento que tenía en Águilas, una plaza con su nombre, no le llegó hasta 2008 en su Manresa natal y en 2013 cuando el gobierno de la Generalitat de Catalunya le concedió la Creu de Sant Jordi. Esa fue la última vez que la vi. La saludé a la entrada, en la Plaça Sant Jaume y con esa tierna mirada que siempre tuvo me dijo: “Siento mucho que no me puedas acompañar al interior. Solamente me han dado siete invitaciones y tengo muchos sobrinos”. Esos dos besos de despedida me recordaron la mano de su hija Teresa en esa playa de Águilas.

Cuando hace dos años una joven se sentó a mi lado en el inicio del II Seminario internacional de Arqueología de Águilas y se presentó como Candela, poco podía imaginar que acto seguido me dijera que era la nieta de Paco y de Asunción. ¿Casualidad o causalidad? Ahora más que nunca entiendo que el vínculo con los Rabal, con todos ellos, es más profundo que nunca, tanto, que ya nunca nada ni nadie va a poder romperlo.

Paco Rabal y Asunción Balaguer vivieron 35 años en Alpedrete. Allí reconocieron su trabajo y su humanidad poniendo el nombre de una plaza a Paco y el de un centro cultural a Asunción. Hace un par de semanas, el gobierno de PP y Vox de aquella localidad madrileña retiró las placas sin previo aviso. La plaza pasó a llamarse “de España” y el centro cultural “La Cantera”. Lo hicieron sin pasar por el pleno, en una reunión de una comisión, casi a escondidas. Ninguno de los dos partidos llevaba en su programa la retirada de esos nombres. Ante las protestas que vienen desde Águilas y las manifestaciones de repulsa de sus vecinos y amigos de Alpedrete han decidido “poner el nombre de una sala” a los dos. ¿Puede haber más humillación? La oposición en el municipio madrileño reclama un pleno para revocar la decisión del gobierno de PP y Vox. A ver qué pasa. A los que pensamos que Paco Rabal es un aguileño universal, un hombre que lo dio todo por su pueblo y por sus habitantes, nos duele el alma, nos duele el silencio deliberado de partidos políticos, entidades y personas que prefieren no opinar. Quien calla, otorga. Desgraciadamente, todo es fruto del odio, de ese odio que recorre las venas de los que no desean ni la libertad ni que las emociones fluyan. De hecho, es un ataque a la humanidad de unas personas que fueron felices con lo que hicieron, que traspasaron su felicidad a muchas otras, independientemente de sus ideas. Sirvan estas anécdotas personales como reconocimiento a Paco y a Asunción, como apoyo a toda su familia, esperando que esa mano de Teresa se funda de nuevo con la mía, con la de todos los humanistas, para acabar con la lacra del odio por el odio. No pasarán.

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